Cuando Montserrat Dibango era pequeña admiraba mucho a la hermana de su papá, la tía Albertina, una costurera que vivía en Nicoya y que la inspiró a crear cosas con sus propias manos.
“Yo sentía que hacía magia, que creaba las cosas de la nada”, dice ahora esta diseñadora de 35 años en su taller, que queda cerca del barrio donde vivía su tía.
Como no encontró en Nicoya una formación profesional que le enseñara eso que tanto le gustaba, buscó una carrera “rentable” fuera de la provincia, pero nunca olvidó su amor por la moda.
Hoy sus prendas desfilan por pasarelas nacionales e internacionales y es una de las cinco diseñadoras escogidas para vestir a las participantes a Miss Costa Rica 2019.
Los eventos donde la invitan, los proveedores a quienes compra y sus clientes se encuentran casi siempre en San José. Pero su inspiración está en Guanacaste y por eso hoy está acá, no solo diseñando sino ayudando a otras guanacastecas que comienzan su camino en el mundo de la moda.
Importadora de ideas
Montserrat tiene unos ojos enormes color café, el cabello castaño y la energía de quienes inician el día muy temprano. Usualmente se levanta a las 4:20 a. m., alista a sus dos hijos para la escuela y llega al taller a las 7 a. m.
Su oficina es un cuarto al fondo del taller, separada de máquinas y telas, donde pasa horas diseñando y haciendo labores de administración. De su escritorio cuelgan unos aretes que construyó con retazos de colecciones pasadas y así, más o menos, es como se cuenta su vida: con un montón de pedazos que, ahora, forman un rompecabezas perfecto.
Cuenta que primero estudió economía en la Universidad Nacional durante cuatro años, y que la dejó un año antes de graduarse. Más tarde, Administración Hotelera. Sus papás pensaban que en una carrera artística no le iba a ir bien pero ella igual llevaba cursos de orfebrería, corte y confección, para no dejar de lado lo que realmente le apasionaba.
Lo que terminó marcando su regreso a Guanacaste fueron los trabajos en hotelería, restaurantes y canopys. Pero decidió renunciar a ellos para poner en práctica todo lo que se había venido gestando desde que le pedía a su “tía Betty” que le hiciera ropa, solo para verla haciéndolo.
La marca que lleva su nombre ha atraído a otras varias jóvenes a aprender sobre la moda y diseño desde el 2015.
“Yo empecé dando cursos para darle una herramienta a las chicas”. Hace un par de años Montserrat ofreció un taller al que asistieron personas de muchas partes de la provincia. “Y les dije: si yo he logrado llegar hasta donde hemos llegado, ustedes lo pueden hacer igual o mejor”.
Una de sus alumnas, que venía desde Bagaces a recibir el curso todos los sábados ahora tiene su propia marca de bolsos, asegura Montserrat sonriendo. “Yo creo mucho en el poder del universo, y si usted siente que no puede compartir es porque se está negando a la abundancia”, añade.
Junto a ella trabajan mujeres desde los 22 hasta los 54 años. “La ropa tiene que hablar por cada una de nosotras”, dice Montserrat de forma amable y con convicción.
Fuera de la oficina, cerca de la entrada del taller, trabaja Nabiuska Rodríguez, de 23 años. Nabi, como todas la llaman, estudió corte y confección en el CTP de Nicoya. Por falta de oportunidades de trabajo tuvo que migrar a San José donde trabajó en una maquila.
“Uno llegaba, decía buenos días y ya, no se hablaba más durante todas las horas de trabajo”, recuerda. Eran un ambiente muy estresante. Pero desde hace año y medio trabaja en el taller de Montserrat, a pocos minutos de su casa en Barrio San Martín, en condiciones laborales muy diferentes y aprendiendo mucho en el proceso.
“La perspectiva de ella y la forma en la que ve las cosas es único, y lo motiva a uno a ver de forma diferente”, cuenta Nabi, quien está en proceso de comprar equipo y diseñar su logo para abrir su propio taller.
Montserrat espera que más jóvenes de Guanacaste como Nabi se animen a emprender y se apoyen en ella si la necesitan.
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