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Museo de San Blas, el secreto mejor guardado de la ciudad colonial

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Traductora: Arianna Hernández

El sol empieza a asomarse por la espalda de la iglesia y cuesta distinguir de forma clara las figuras que adornan la fachada, aún en la sombra.

Es difícil decirlo con exactitud, pero es casi seguro que esta plaza frente al templo de San Blas de Nicoya fue el lugar donde los chorotegas también tenían su plaza principal para  realizar ceremonias.

Los españoles construyeron iglesias y levantaron cruces en los lugares más sagrados para los indígenas. Hoy, 500 años después, esa iglesia sigue ahí. La han consumido las llamas, la han quebrado los terremotos, pero vuelve a levantarse. Y tiene tanto para contarnos que no solo es un templo, sino también un museo, el Museo San Blas.

La Voz de Guanacaste conversó con el investigador nicoyano Mario Rojas, para conocer las curiosidades de la iglesia. Así, la próxima vez que la visités no te pasarán desapercibidos.

1. El frontispicio

Los detalles de la fachada de la iglesia son más fáciles de identificar al mediodía, cuando el sol empieza a iluminarla de frente. En la parte superior podrás ver una planta de maíz, que resalta este elemento tan sagrado para la cultura indígena.

Un poco más abajo, está el corazón con la frase “Viva Blas” y justo debajo hay un reloj traído de Alemania. Durante un tiempo la parroquia estuvo administrada por frailes franciscanos, uno de ellos fue Fray Ángel de Olot, él fue el responsable de traer el reloj y de otras mejoras al templo en el año 1924.

Exactamente debajo del reloj verás una forma triangular que sobresale del resto de figuras. Es una representación de la mitra, o el sombrero que utiliza San Blas.

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2. El piso

Al entrar a la iglesia verás bajo tus pies un piso de siglos de antigüedad. Este piso data del mismo año cuando se construyó el templo, en 1644. En este punto, Mario aprovecha la oportunidad para hablarme sobre las dos posiciones que hay sobre la antigüedad del templo.

El Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura hizo investigaciones arqueológicas y aseguran que fue reconstruido a mediados del siglo XIX, luego de un terremoto en 1826 que dejó el templo muy dañado. Por lo tanto, si fue terminado después de la independencia, no es un templo colonial. Pero la tradición oral asegura otra cosa. 

En el año 1988 el cura párroco de Nicoya Ricardo Vargas entrevistó a un nicoyano llamado Guadalupe Mora y transcribió la conversación en un pequeño texto. “Don Lupe”, como le conocían, contó que entrevistó a gente centenaria que vivió a mediados de siglo XIX y no recordaban que se haya reconstruido el templo.

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3. El bautisterio

Al ingresar al templo, te encontrarás a la izquierda una pila bautismal de 1644. En esa época las pilas bautismales estaban fuera del templo, pues existía la costumbre de que para ser parte de la Iglesia primero había que bautizarse. 

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4. La litera

Junto al bautisterio te encontrarás una pequeña estructura de madera tallada. En la placa informativa dice que “sirvió para transportar al sacerdote para llevar el viático a los enfermos”. El viático se daba cuando alguien estaba muy enfermo y el sacerdote acudía a darle la comunión. Posteriormente esta litera se utilizó como confesionario.

“Acá necesitamos estudios científicos para determinar si esta madera es tan vieja porque dice que es del siglo XVII, pero lo mejor es comprobar las cosas por medio de estudios como carbono 14”, sugiere Mario.

5. Los testigos y las ventanas arqueológicas

Durante los trabajos de restauración tras el terremoto del 2012, descubrieron bajo el altar los cimientos del templo de 1644, y decidieron dejar dos “ventanas” para que el público pueda observarlos. Además de un “testigo” (una especie de ventana para observar el interior de la pared) en el que se aprecian los materiales usados para reforzar las paredes del edificio, como arena, caliza, roca, conocido como calicanto, y la fibra de carbono.

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6. Las campanas

A la derecha de la entrada principal vas a poder encontrar las antiguas campanas de la iglesia. Estas también las sustituyó Fray Ángel de Olot en 1924, después de que se agrietaron. Una de ellas dice “Soi de San Blas de Nicolla” y rememora la culminación de unas reparaciones en 1831. La otra campana tiene fecha de 1768.

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7. Entierros

Aunque no lo podrás ver, estás caminando encima de enterramientos muy antiguos. Durante las reparaciones del templo en 2015, encontraron 15 esqueletos de seres humanos. Algunos de ellos con objetos de cerámica, lo que hace suponer que las prácticas indígenas se mantuvieron durante mucho tiempo tras la colonia. 

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8. Los santos de madera

Por toda la iglesia verás santos de madera antiquísima con capas y capas de pintura descascarada. Algunos de ellos son Juan Bautista, San Antonio de Padua y San Isidro Labrador. 

La tradición oral dice que la imagen de San Francisco es de la época de la fundación de la parroquia. “Entonces esta imagen data de 1544, eso es lo que dice la tradición oral, pero habría que ver si en realidad es así”, subraya Mario.

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9. El misterio de San Blasito

Hay una imagen que no vas a poder ver durante el recorrido: el primer San Blas de la iglesia. La figura del santo que te encontrarás tiene más de 100 años, pero no es la primera que hubo en Nicoya.

Según las memorias de Guadalupe Mora, aquella primera imagen era pequeña (por eso le decía “San Blasito”) y tenía los atuendos de la iglesia ortodoxa, como la mitra redonda y el báculo de serpientes. La iglesia ortodoxa está más presente en países del este europeo como Armenia, donde nació Blas de Sebaste, venerado como San Blas.

Esta iglesia está separada de la iglesia católica desde el año 1054. Quizá por esa razón, al cura párroco de 1862, Jesús Barquero, no le gustaba esa imagen y pidió ayuda a tres personas para enterrarla detrás del altar y jurar que nunca dirían nada.

Uno de esos ayudantes confesó lo sucedido antes de morir y Guadalupe Mora escuchó a sus abuelas decir que a ese padre no lo quería la gente por lo que hizo. El texto asegura que las personas usaban frases fuertes como “ese maldito cura que enterró a San Blasito”.

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Mario está convencido de que las historias más importantes de Nicoya tienen su epicentro aquí, entre estas paredes blancas, gruesas y frías.

“Hablar de la fiesta de la Virgen de Guadalupe es hablar de esa transición entre lo indígena y lo católico. Hablarte de San Blas también confluye acá. Hablarte de toda la historia de Nicoya siempre va a tener relación con el templo”, asegura. 

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