Muchos costarricenses se preparan para degustar las rosquillas que se pondran en la mesa durante la Semana Santa. La nicoyana Odilia Cárdenas, una abuela de 75 años que vive en el centro de la ciudad colonial, ya encendio su horno de barro donde prepara las roquillas. Ella es una de los tantos ciudadanos que mantienen viva esta tradición.
“Cocino para mi familia. Tengo varios hijos que viven en San José y esperan sus rosquillas cuando vienen a visitarme», comentó.
La tradición manda a cocinar estos productos en grandes hornos hechos de barro que mantienen aún ciertas familias en sus patios. Pero el menú de comidas para los días santos es variado, pues, cada día se puede degustar el pan casero, tamales pisques (solo masa), mermeladas de mangos, jocotes, marañón, arroz con leche, atol de maíz morado, además de los mariscos.
A pesar que es un tiempo de meditación y ayuno, los nicoyanos preparan platillos para pasar los días santos en familia y comiendo. Durante estos días, previos a la semana mayor, las familias realizan la tarea compartida, con el fin de moler el maíz, preparar la masa, hacer las rosquillas y hornearlas.
Familiares, amigos y vecinos suelen reunirse para hornear, tarea que se convierte en una verdadera fiesta donde los varones tienen usualmente el rol de llevar la leña para preparar el horno. Jacinta García Juárez, es experta en la preparación de los tamales pisques, “ya me estoy preparando, también alisto los encargos y me pueden llamar al 686-6512, todos los días me levanto muy temprano a cocinar”, dijo la nicoyana.
La tradición manda a cocinar estos productos para esta época y las familias las degustan en los ríos, la playa y reunidos en las viviendas.
Paulina Peralta Zúñiga, de Puerto Jesús, prepara arroz con almejas, además del chicheme y atol de maíz pujagua. “Toda la semana santa comemos el arroz con almejas, tanelas, tamal asado y arroz con leche. Debería ser un tiempo de ayuno, pero es cuando uno come más”, comentó.
Las recetas de todos estos platillos pasan de una generación a otra, aunque cada vez son menos los guanacastecos que dejan un espacio para sus hornos de barro en los nuevos sitios residenciales.
Para este tiempo es típico tomar vino de coyol, una bebida extraída del árbol del coyol que crece en las regiones secas. El típico vino de coyol se obtiene al cortar el coyol y hacer un orificio en la corona del tallo. En ese punto se acumula un líquido que se fermenta y queda listo para el consumo de los fanáticos de esa «espiritual» bebida.
El lugar idóneo para conseguir esta bebida, es en Nambí de Nicoya, unos 12 km carretera a Santa Cruz. “Aquí se puede conseguir coyol (vino) en tres términos: dulce, medio y fuerte, se puede acompañar con gallina criolla y una buena tortilla casera”, dijo Tony Baltodano, de la coyolera Tony.
Para los que no les gusta complicarse y quisieran probar estos platillos de semana santa, los pueden conseguir en el mercado Las Guayabas, ubicado a 50 metros al norte de los Tribunales de Justicia.
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