Opinión

El bellísimo arrecife del Jícaro ha muerto. Descansa, no sé si en paz

Oímos hablar de playa Jícaro, en Bahía Culebra, por una bella e interesante exposición arqueológica que presentó el Museo Nacional: “Vida y Muerte en el Valle del Jícaro”, alrededor del año 2017. Dicha exposición presentaba datos muy interesantes sobre los distintos pueblos que habitaron la cuenca que acompaña a la quebrada Jícaro en el medio de lo que hoy se denomina Península Papagayo, uno de los sitios de mayor desarrollo inmobiliario turístico de Guanacaste. 

Debido a su condición de sitio arqueológico, la cuenca del Jícaro y su playa se mantuvieron ajenas al desarrollo que caracterizó los últimos veinte años de la península Papagayo. Se conservó de manera íntegra su bosque, según lo pudimos comprobar en un sistema de información geográfica que nos facilitó el doctor Christian Golcher de la Universidad Nacional. En el área se protegía además de venados y una rica vida silvestre, a la quebrada del Jícaro, la cual mantiene agua aun en los meses más duros del verano. En el interior del bosque era común encontrar restos de tiestos, depósitos de conchas y algunos otros  elementos arqueológicos. 

Resultó que esa área silvestre también tenía otra función especial. Poco después de la exposición, un guía turístico nos señaló que en la costa de dicho sitio sobrevivía, de manera milagrosa, un extenso arrecife coralino. Y claro, en cuanto tuvimos oportunidad, nos pusimos las mascarillas y fuimos a visitarlo. ¡¡Impresionante!!: un arrecife vivo de alrededor de una hectárea de extensión, formado en su mayoría por un coral del género Pocillopora.  

Tal cual lo mostraban los videos que desde el famoso Cousteau se han presentado sobre estas formaciones, el arrecife mostraba una exuberante vida marina, incluyendo una buena diversidad de peces de colores, tortugas y otros organismos. Si bien, el arrecife era muy visitado por turistas que llegaban a practicar el esnórquel y en ocasiones algunos botes inescrupulosos le lanzaban sus anclas dejando las bellas rosetas de coral algo maltrechas, los corales en su mayoría se veían sanos, de un color mostaza-naranja muy hermoso. Y claro, hacía sentido, el coral se mantenía sano en ese lugar porque su principal enemigo, la erosión, estaba ausente. 

Era muy curioso… los pueblos nativos, después de 500 años, seguían siendo responsables de la supervivencia del último reducto de arrecife coralino en la zona. El colectivo ecologista liberiano entonces quiso apoyarlo un poquito también y organizó rifas y colectas para hacer rótulos y tratar de concientizar un poquito sobre la joya que teníamos en esa esquinita del mundo. Al movimiento también se integraron algunos operadores turísticos y guías. 

Sin embargo en setiembre del 2023, se empezó a vislumbrar nublados sobre esa situación. Se empezaron a ver movimientos de tierra y movimientos de maquinaria pesada en la parte alta de la cuenca. También se inició la construcción de un camino de acceso a la parte baja del vallecito.

Este enero, después de año y medio sin visitar la zona, fuimos con la ilusión de siempre de ver el arrecife y revisar los rótulos pero… cuál fue nuestra sorpresa: el arrecife estaba totalmente muerto. Después de varios miles de años de lento crecimiento, después de sobrevivir a los múltiples arrecifes similares que uno a uno han sido destruidos por la erosión y la contaminación en toda la costa de Bahía Culebra y sus alrededores, después de aguantar el paso de por lo menos dos huracanes en la última década… el bellísimo arrecife del Jícaro había muerto… descansaba…  no sé si en paz. 

Durante la visita en la que descubrimos la dolorosa muerte del arrecife del Jícaro, también observamos algunas casas inmensas cuyas siluetas afloran hoy  en medio de la cuenca del Jícaro, y vimos también a grandes camiones que bajan por la ladera del valle 

No tenemos pruebas científicas que establezcan una correlación entre la muerte súbita del precioso arrecife y la urbanización del valle y las montañas, pero nos parece válido para el interés público lanzar algunas preguntas:

¿Qué habrá pasado con el estatus de protección arqueológica de la zona?, ¿qué habrá pasado con los programas de siembra de coral que contaban con el apoyo del CIMAR de la UCR en la zona?, ¿qué dirá el comité ambiental de Península Papagayo?, ¿qué nos tiene que decir el SINAC de esta zona costera cuya protección es su responsabilidad?

 

Javier Baltodano es biólogo. Miembro de la Asociación Ecologista Costarricense 1989-1995, y de CoecoCeiba – Amigos de la Tierra Costa Rica 1995- actualidad, Coordinador del Programa de Bosques de la Federación Amigos de la Tierra 2004-2007. Actualmente es productor lecheo utilizando prácticas de ganaderia regenerativa y conservación de bosques en La Finca El Encanto, Liberia. Miembro fundador del Colectivo Ecologista Liberiano 2015-2025


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