Los riñones de Inés Fernández ya no funcionan como deberían. Desde setiembre, una ambulancia la traslada cuatro veces a la semana desde su casa en La Cruz hasta el Hospital Enrique Baltodano en Liberia para hacerse la diálisis, un procedimiento médico que sustituye la labor de estos órganos.
Tiene 43 años, tres hijos, solía limpiar casas, es una de las 115 personas con Enfermedad Renal Crónica (ERC) que atiende el hospital de Liberia y de las 177 pacientes que hay en todos los hospitales de Guanacaste.
Inés está en una modalidad intermitente en la que los especialistas le enseñan a ella y a unos 20 enfermos más a hacerse los baños, como le dicen a la diálisis peritoneal.
En esta modalidad, tanto enfermos y especialistas aguardan a que los pacientes puedan construir en sus casas un espacio óptimo para dializarse. Cuando lo logran, pasan a la modalidad ambulatoria, en la que los enfermos se dializan en sus casas. Ahorita 92 personas del hospital de Liberia son ambulatorias.
Si logra acondicionar el cuarto, con cielo raso, lavatorio y baño, Inés podría llegar a vivir hasta seis años, la esperanza de vida aproximada de una persona con ERC que recibe tratamiento ambulatorio. Pero lograrlo no es fácil.
“La gran mayoría de nuestros pacientes viven en condición de pobreza y pobreza extrema. Por eso, la diálisis intermitente es una creación específica para Guanacaste, porque muchos de los pacientes que requerían la diálisis como tratamiento no tenían condiciones habitacionales”, explica la doctora en familia, Mónica Espinosa, una de las especialistas que atiende a esta población.
Carlos Gómez, de 43 años, es parte de la unidad de diálisis en la modalidad intermitente en Liberia.
Inés, como muchos otros, espera poder acondicionar su casa. Está tratando de reunir ¢2 millones con la ayuda de dos de sus hijos y con la incapacidad que le pagan sus antiguos patrones. Pero también la pone intranquila el diario vivir. Dice que es difícil seguir la dieta que debería, por la falta de recursos.
“Nadie quiere esto y uno no piensa que le va a pasar. Ya con esto uno no puede trabajar”, dice mientras se sienta en su camilla y un líquido le entra por un catéter colocado a nivel abdominal.
Atención insuficiente
En este cuarto hay otras siete personas. Todos tienen cara de angustia, por cansancio o porque pasan pensando cómo solucionar su situación.
“La unidad de intermitente, que es de ocho camas y debería estar para manejar ocho pacientes, maneja ahorita hasta 20”, dice la doctora Espinosa, y explica que deben turnarlos para lograr atenderlos a todos, pero que eso no es garantía de una óptima atención.
Y esto se repite en las otras dos unidades, la del Centro de Atención Integral en Salud de Cañas y en la del Hospital La Anexión en Nicoya, que atienden a 36 y 26 personas respectivamente.
De las tres unidades existentes en la provincia, la de Liberia es la que atiende a más guanacastecos con este mal: 115 en total. Fue la primera que se habilitó, en el 2006, y además es la que la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) renovará en el 2019 con la construcción de un edificio para atender a esta población enferma, con un costo de $2.800.000.
Con ese nuevo edificio se aumentará a 21 la cantidad de camas para los intermitentes, se habilitarán ocho camas para pacientes que vienen a consultas y se innovará en el servicio de hemodiálisis con seis camas.
En este momento, aquellos que requieren la hemodiálisis tienen que trasladarse hasta el Hospital México en San José. Algunos salen de sus casas desde la madrugada, y vuelven hasta la noche.
“En términos de calidad de vida, para los pacientes de nuestra región es demasiado agotador, porque la hemodiálisis es un tratamiento más invasivo y grosero. Pasa agotado, se aleja de su familia, come a nivel hospitalario y en general está más institucionalizado”, dice la doctora Espinosa.
Los profesionales que atienden a estos enfermos esperan que se abra también una nueva plaza para nefrología, porque desde el 2015 y hasta ahora solo hay una especialista en la región y esta solo atiende a quienes consultan en Liberia y en Cañas. Los pacientes de Nicoya deben ir al México.
Guanacaste es la provincia que registra el mayor índice de hospitalización por esta enfermedad, 112,9 por cada 100.000 habitantes, según datos de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).
Las tres unidades de la provincia tienen en común la saturación del servicio y un reducido número de profesionales a cargo. Esta sobrepoblación en las unidades desencadena una atención limitada.
“Aquí por tener el paciente solo tres días dializando — en modalidad intermitente —, lo que recuperamos, lo retrocedemos. Porque no se dializa ni viernes, ni sábado, ni domingo, ni los días feriados”, explica la enfermera Pilar Montiel del Hospital La Anexión, que atiende a los enfermos de los cantones de Santa Cruz, Nicoya, Nandayure y Hojancha.
En la unidad de Liberia trabajan ocho personas: un médico general, un médico de familia, cinco enfermeras y la única nefróloga que hay en la región. Este personal médico atiende diariamente a los pacientes de intermitente y los de ambulatoria que una vez al mes tienen cita. A esto se le suman los nuevos e inesperados ingresos de cada semana.
Además, cada lunes y martes visitan a los enfermos de ambulatoria, para evaluar las condiciones en las que están viviendo.
“Cuando teníamos 40 pacientes podríamos ir cada dos meses. Ahora que hay más de 100, pueden pasar seis meses y no los visitamos”, lamenta la doctora Espinosa.
Será hasta el siguiente año, cuando inicie la construcción de la nueva unidad en el Hospital Enrique Baltodano, que se amplíe el servicio a hemodiálisis y que se logre atender de mejor forma a mayor cantidad de pacientes. Mientras tanto, solo la esperanza alivia el día a día de ellos.
Procedimientos e incomodidades
Los riñones de quienes padecen la ERC han dejado de funcionar. Por eso, todos quienes se hacen la diálisis están a la espera de una donación de riñón.
La diálisis consiste en un tratamiento sustitutivo de la función de los riñones que permite eliminar los desechos de la sangre y el exceso de líquido en el cuerpo. Las dos modalidades de diálisis son la peritoneal y la hemodiálisis.
En la primera se coloca un catéter a nivel abdominal que permite el ingreso y el egreso de líquidos a través de la membrana peritoneal del abdomen. En la hemodiálisis, esta función se cumple a través de un acceso arteriovenoso.
En la unidad del Enrique Baltodano, cada paciente tiene al lado de su camilla un soporte de metal donde colocan las bolsas con el líquido, un basurero repleto de toallas, una botella de spray con alcohol y un cuaderno rojo.
El proceso, aquí y en las casas, es el mismo: cada ciertas horas (dependiendo de lo que le prescriban a cada uno) tienen que lavarse las manos y antebrazos durante minutos, toman muchas toallas, caminan hasta su camilla, rocían con alcohol las bolsas que contienen el líquido que ingresará a sus cuerpos y el soporte de metal.
Luego, con las toallas, secan todo y las echan a la basura. Colocan la bolsa en el soporte y se conectan el líquido con el catéter.
“Nosotros hemos tenido gente que ni siquiera sabe leer o escribir, y la enfermera es una artista educando. Tiene que enseñarle desde el cero hasta el 20 para que logren llevar el balance en el libro de registro, el rojito”, explica la doctora Espinosa, quien en medio de los apuros trata de resolver los problemas de salud y de infraestructura de sus pacientes.
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