El viento corre suavemente y la marea está secando. Sobre la arena hay una tabla, un remo y agua y frutas: todo lo necesario para zarpar hacia la isla desierta que tengo frente a mí, a mil metros de distancia.
Kenneth Suárez, conocido como Pato, es el encargado de Pato´s Surf School y capitán de mi viaje ida y vuelta remando hasta Isla Chora, una pequeña formación rocosa frente a playa Sámara declarada Refugio de Vida Silvestre desde el año 2002.
La isla está rodeada por arrecifes que vuelven más retador su acceso a los turistas, quienes se aventuran para alcanzar su playa en bote, kayak o como yo, en stand up paddleboard (SUP), la práctica de remar de pie sobre una tabla.
Pato saluda con la sonrisa escondida bajo un bigote espeso, tiene la piel tostada por el sol y el pelo teñido por el agua salada. Las manifestaciones típicas de una vida entre las olas.
Me invita a subir a su Toyota Land Cruiser lleno de arena, tablas y remos para ir hasta el final de la playa. El tour que estamos a punto de hacer es uno de los más populares entre los turistas que visitan Sámara.
Aunque podríamos remar desde el centro, recomienda que para alguien que nunca ha hecho paddleboard lo mejor es hacerlo desde el punto más cercano a la isla.
Además de Isla Chora, cuando la marea sube y se adentra varios kilómetros en los manglares, se puede remar corriente abajo por los ríos Ora y Buenavista y observar lagartos, aves y tortugas de agua dulce.
En la playa, Pato dibuja con el remo una tabla en la arena y me da instrucciones sobre dónde, y cómo debo pararme. Rodillas flexionadas para lograr estabilidad, brazadas fuertes con el remo profundo dentro del agua y la vista en el horizonte para evitar el mareo.
Antes de saltar al agua, me pongo un chaleco salvavidas para mantenerme a flote en caso de alguna emergencia, y un leach (la cuerda que va del tobillo a la tabla) para no irme demasiado lejos si caigo al agua. Ahora sí, todo listo.
Al mar
Justo antes de entrar al agua aparece el némesis del paddleboard: una ráfaga fuerte de viento por la espalda.
“Por hacer plata muchos se van a hacer tours con estos ventoleros y después tienen que ir a buscar a la gente en bote”, dice Pato mientras el viento desaparece tan rápido como llegó.
Cuando se rentan tablas para paddleboard se recomienda usarlas sólo dentro de la bahía y se pide a los usuarios estar mínimo a 100 metros de distancia del arrecife. Los tours a la isla sólo pueden hacerse con guías, pues cualquier rafaga de viento puede empujar a las personas mar adentro.
Por esta razón, siempre hay que hacer una reserva con un par de días de anticipación. También para saber a qué hora hay marea baja y si las condiciones del clima permiten ir a la isla.
Ya con el agua por los tobillos, Pato advierte que no debo levantar mucho los pies porque podría haber mantarrayas bajo la arena.
Superadas las primeras olas con la planta del pie intacta es hora de brincar a la tabla. Primero toca gatear hasta el medio de la tabla para lograr estabilidad. Luego, un segundo salto para ponerme en pie. Esta es la hora de la verdad, si no consigo mantener el equilibrio, tendré que ir a la isla en kayak.
Lo más difícil es mantener el balance con el movimiento del agua bajo la tabla, poco a poco las piernas se acostumbran a las oscilaciones. Cada segundo en pie es una victoria, esto es como aprender a caminar de nuevo, pero sobre el agua. Mientras remamos mar adentro la velocidad se vuelve más constante y el movimiento más natural.
Después de 15 minutos de remo y varias inmersiones hacemos un giro para bordear las rocas y llegar a una pequeña playa en Isla Chora donde “atracan” kayaks, tablas y botes. De haberlo hecho desde el centro de Sámara, el viaje hubiese sido de 35 minutos como mínimo. Por lo general, el tour dura alrededor de tres horas y, durante la temporada alta, se hace tres veces al día con guías locales certificados.
Tan pronto sacamos el agua y la fruta, las iguanas ruedan a toda velocidad por la colina a esperar su porción, los visitantes las alimentan a pesar de que hay rótulos del Sinac que piden no hacerlo.
Después de descansar unos minutos bajo alguna de las pocas sombras que hay en la isla, volvemos al agua para hacer snorkel.
Existen varios puntos alrededor de la isla donde practicarlo pero cada vez son menos.
Pato recuerda que hace cinco años era más fácil observar vida marina pero que, tras el terremoto del 2012, el nivel del agua bajó dejando expuesta parte del arrecife. “Aquí antes había mucha vida”, dice.
De regreso a la isla recogemos la tabla y el remo para volver a Sámara. Salir de la isla es un poco más complicado porque el viento sopla en dirección contraria.
Una tortuga carey asoma la cabeza y se vuelve a sumergir. Remamos a toda máquina para alcanzarla sin resultado pero obtenemos la velocidad necesaria para ganar la otra costa rápidamente.
De vuelta en tierra firme suelto el remo y la tabla. Miro triunfante la isla que hace poco conquisté, y recuerdo mi parte favorita del texto “Instrucciones para buscar aventuras” de Alejandro Dolina: “No podemos pensar que las aventuras vendrán a nosotros. De nada sirve esperar lo imprevisto mirando vidrieras o sentados en el umbral. Es necesario que uno mismo provoque sucesos extraordinarios”.
No se lo pierda
El tour a Isla Chora cuesta entre $50 y $60 por persona. Estas son algunas de las empresas que lo ofrecen:
Samara Adventure Company: 2656-0920
La Isla Surf School: 8860-8921
Pato’s Surf School: 8761-4638
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