En playa Panamá todavía esperan el prometido “pueblo turístico”
De lejos da la impresión de ser una pintura al óleo con una típica escena de pueblo costero: Un hombre –pescador quizás– de sombrero de paja y barba de varios días, inmóvil, contempla el mar. Tras acercarnos a la playa y empezar a escucharlo, Gadi Amit se nos revela más bien como un tipo sabio, inversionista renegado y ambientalista tozudo.
Su barba es blanca, blanquísima, impoluta. Sus ojos diminutos y vidriosos. Su sarcasmo, ácido.
Nos espera en playa Panamá, con el viento en la cara y el sombrero bien amarrado, listo para convertirse en algo así como nuestro guía turístico, pero tras unas horas y varios kilómetros de polvo pegados al cuerpo, la experiencia no puede ser más antagónica a la de un paseo placentero: “Aquí desplazaron a pobladores… Aquí contaminaron… En la bahía, los corales patalearon por el aceite de los yates… Por allá cerraron el acceso público a una playa… Aquí se robaron el agua de la comunidad…”. Más o menos así se podría resumir el tour que espantaría a cualquier visitante que hubiese llegado atraído por el marketing en Internet, ese que ofrece estadías en los más lujosos “resorts”, o casas en venta estilo “ocean view” (vista al mar), en comunidades exclusivas y con precios de cientos de miles de dólares.
Le gusta llamarse “ciudadano del mundo”. De padre ruso y de madre polaca, Amit nació en Argentina, vivió en Israel, donde obtuvo ciudadanía, y luego se mudó a Costa Rica.
Ha sido y ha hecho de todo. Criador de gallinas y agricultor en Israel; gerente de ventas para Centroamérica de una multinacional en Costa Rica. “En algún momento dije: ‘Me cansé de vivir en San José. Me voy a Guanacaste’. Cerré el chinamo allá y me vine a hacer un negocio”.
Como parte de la gran paradoja que es su vida, tuvo el primer emprendimiento dentro del proyecto Turístico Golfo de Papagayo. Seis hectáreas, 400 metros frente a la playa. Unas 600 personas acampaban ahí en una Semana Santa, recuerda.
“Pero no se puede trabajar con el ICT (Instituto Costarricense de Turismo), porque eso al ICT no le interesaba. Y entonces, como yo era el único que estaba, era el único que podía joder, y venía el director del Proyecto Papagayo, que haga esto, haga lo otro. Aguanté lo que aguanté y después de un tiempo dije ‘no’. Y entonces lo vendí e hice mi vida, y mi vida fue primero cobrarme las cuentas con el proyecto Papagayo y le puse todas las denuncias habidas y por haber a todo eso”.
Por allá de 1992, la Defensoría de los Habitantes abrió una oficina en Liberia y Amit empezó a trabajar dando capacitaciones a comunidades en coordinación con esa entidad. A partir de esos encuentros se formó un grupo de personas que terminó por convertirse en la Confraternidad Guanacasteca, el nombre en desuso de un partido político que existió hace casi un siglo y con el que no tienen nada que ver.
Ahora, el nombre de Confraternidad Guanacasteca se asocia más con recursos de amparo, investigaciones y denuncias “habidas y por haber” para proteger el ambiente. Amit es uno de los rostros más conocidos de esa organización.
Eligió playa Panamá (en Sardinal de Carrillo) para iniciar nuestro recorrido y está claro que no fue por casualidad. Al frente, apacible y majestuosa, reposa Bahía Culebra y, desde aquí, la vista panorámica permite observar todo el Polo Turístico Golfo Papagayo (PTGP), una zona entre los distritos Nacascolo del cantón de Liberia (en la parte norte de la bahía) y Sardinal de Carrillo (al sur). Abarca desde playa Cabuyal hasta playa Hermosa, incluyendo donde nos encontramos.
El PTGP es un conjunto de terrenos públicos que se concesionaron con el fin de llevar inversión y desarrollo a Guanacaste. El proyecto dio sus primeros pasos hace casi medio siglo con la creación de al menos tres leyes y, años después, se generó un plan maestro.
Un plan maestro que no sirve para nada y que lo cambian todos los días a gusto y piacere (placer) del mejor inversionista que aparezca o de cualquier interés que aparezca”, reprocha Amit.
Según relata, playa Panamá era la zona dedicada al turismo “de a pie”, un área para acampar, “pero lo borraron”, dice.
“Acampar no es negocio, la gente del pueblo no es negocio, el mochilero no es negocio. Lo borraron”, recalca con su evidente sarcasmo.
Papagayo comprende 1.658 hectáreas de las cuales 198 son áreas de protección y 1.460 se destinan al desarrollo turístico. Ahí se han otorgado más de una treintena de concesiones, aunque algunos inversionistas nunca construyeron las obras previstas, principalmente porque no tenían disponibilidad de agua.
Desde los inicios del proyecto, Ecodesarrollo Papagayo S.A. obtuvo una gran tajada de concesión (41% del área total) y levantó un importante desarrollo turístico en la parte norte del Polo, en el cantón de Liberia, donde se encuentra el famoso hotel cinco estrellas Four Seasons.
Esa sociedad le perteneció por varios años a la Fundación Schwan y en menor proporción la corporación costarricense Florida Ice & Farm (Fifco). Tras una serie de ventas, su dueño mayoritario es la firma estadounidense Gencom y la Fundación Schwan se mantiene como socio minoritario.
Nos movemos en carro por calles cercanas. “Aquí, aquí. Esa es la entrada”, señala Amit unos cinco minutos después, cuando ya no vemos el mar. Espera que constatemos una promesa incumplida por los impulsores del Polo Papagayo: la creación de un “pueblo turístico” en playa Panamá.
“Aquí entramos ya al pueblo de playa Panamá. Tenemos la cancha de fútbol, la iglesia, la escuela, la pulpería, el pozo que tenía la Asada y que pataleó”, describe.
Toma unos minutos descifrarlo y convencerse de que realmente este es el punto que buscábamos. Hay poquísima gente en la calle, el pueblo no tiene playa y definitivamente no es turístico. Las casas casi se pueden contar con los dedos de la mano.
“Vamos a la pulpería”, insiste Amiti, que conoce el barrio al dedillo.
El minisúper se llama Greisy y lo atiende su dueña: Grace Chavarría Soto, una mujer morena, de 60 años y ritmo pausado. Sus papás llegaron a esta zona décadas atrás y compraron una propiedad aquí, justo donde está la pulpería.
La familia de Grace y otros lugareños tenían propiedades también en la zona de playa, la que dejamos atrás hace unos cinco minutos. Ahí se dedicaban al comercio, pero con la llegada del proyecto Papagayo, el ICT los expropió, asegura Grace.
Eso fue lo que vino a traernos muchos problemas aquí, más que todo los que vivíamos en la zona de la playa. Nos expropiaron, prometieron una reubicación que nunca cumplieron y les pagaron a mis padres una suma bastante baja, lo que les dio la gana”, cuenta.
El ICT había dicho que indemnizaron a la gente lo que correspondía por estas expropiaciones.
Grace era adolescente cuando todo eso ocurría. Ahora ve hacia atrás y concluye que “hubo mucho engaño de parte de ellos”, o sea, de las personas que les prometieron una reubicación y nuevas oportunidades laborales.
La Voz de Guanacaste ya había publicado que el proyecto de un “pueblo turístico” en playa Panamá estaba contemplado desde la primera ley de creación del Polo. Ecodesarrollo Papagayo (que levantó el proyecto Península Papagayo) asumió el compromiso de elaborar unos planos.
Manuel Ardón, vicepresidente senior y director de Operaciones de Ecodesarrollo Papagayo, aseguró que ese compromiso se cumplió desde 1999.
“Es muy cierto que esa comunidad tiene que tener expectativas porque en el plan maestro existe la concepción de un pueblo turístico en playa Panamá. Nosotros, como Ecodesarrollo Papagayo Limitada, teníamos un compromiso específico de planificar, diseñar y entregar unos planos. Hasta ahí llegaba la obligación nuestra. Más allá de eso, ya es un cumplimiento del ICT, del Gobierno, de la oficina del Polo, en la ejecución de las obras materiales”, afirmó.
El Polo Turístico Golfo Papagayo funciona como un órgano desconcentrado en el ICT, por lo cual tiene su propia dirección ejecutiva, a cargo de Henry Wong.
Wong indicó que efectivamente el concesionario entregó unos planos constructivos y que el proyecto de creación de pueblo turístico sigue vigente: “El compromiso es trabajar con las instituciones y actores correspondientes para avanzar en este proyecto”, respondió.
El ministro de Turismo, William Rodríguez, describió a playa Panamá como una de sus principales preocupaciones y afirmó que ha tenido conversaciones con la comunidad para conocer sus necesidades. Detalló que se está construyendo un embarcadero y que se han atendido otros reclamos como la construcción de una delegación policial y capacitación en distintas áreas. “Por lo menos desde que yo asumí, le hemos dado mucha atención a la gente de Panamá”, sostuvo el ministro.
Mientras tanto, Grace afirma que ha visto cómo “hoteles en la playa han querido quitar al pequeño vendedor”.
Digamos, la señora que llega a vender comida rápida, o al que llega a vender sombreros, pañoletas o cualquier ceviche”, relata Grace.
Según cuenta, la gente del pueblo se dedica a ofrecer tours en motos acuáticas, en cuadraciclos o a caballo para los turistas. También hay quienes viven de la pesca.
A ella, la pulpería le ha permitido sacar adelante a sus tres hijos. Eso sí, cuando los dos mayores llegaron a la universidad, tuvieron que sacar préstamos de estudio, y ahora que la menor terminó el colegio, probablemente ocurra lo mismo.
Por eso Grace cree que sería ideal que el turismo se expandiera a este pueblo, así como llega a Playa Hermosa, Playas del Coco o Tamarindo. Suelta esa idea y de inmediato se cuestiona ella misma: “Aunque con eso vienen muchas otras cosas dañinas para la juventud, porque si hay progreso, vienen los vicios”, dice.
Su preocupación podría estar justificada en la experiencia de otras comunidades donde ha explotado el desarrollo. Si bien las estadísticas de distritos costeros no muestran un repunte en delitos en los últimos años, la violencia en toda la provincia sí ha aumentado cuando se mide por su principal indicador, que son los homicidios. Estos pasaron de 24 en el 2015 a 61 en el 2022 y el cantón más afectado es Santa Cruz.
Aunque no existe una única explicación a ese aumento en la violencia, las autoridades sí han mencionado la presencia de más organizaciones narcotraficantes y el narcomenudeo en las playas, que puede haber sido propiciado por el crecimiento urbanístico.
Para Grace, ni la falta de oportunidades laborales en el lugar podrían hacerla dejar su comunidad.
El otro día estaba un canadiense diciéndome que le vendiera y no quise. En primer lugar, tiene que pagarme hasta la cabanga, usted sabe, tantos años de vivir aquí… Hasta se me hace un torozón en la garganta”, dice.
Mientras en playa Panamá todavía aguardan por un pueblo turístico prometido, allá en el otro extremo del Polo Turístico Golfo Papagayo (PTGP), el desarrollo inmobiliario y turístico es evidente.
Datos del Colegio Federado de Ingenieros y de Arquitectos (CFIA) muestran que el distrito Nacascolo, en Liberia, (la parte norte del PTGP) tuvo el mayor crecimiento de intención de construcción, en términos porcentuales, en los últimos ocho años. En el 2014 la intención de construcción fue menor a 6.000 metros cuadrados, mientras que el año pasado fue de 59.035 metros cuadrados.
Conflictos sociales
La relación de las personas oriundas de comunidades costeras con los megaproyectos turísticos ha mostrado manifestaciones de un fenómeno llamado overtourism, que el investigador Ernest Castañeda, de Alba Sud España, explica como un malestar y rechazo de los habitantes hacia el turismo por sentir que hay saturación.
Castañeda se refirió a este concepto en un artículo publicado en el 2019 y titulado “Conflictos por el agua en Guanacaste, Costa Rica”. Allí menciona un episodio que nos trae de vuelta a Gadi Amit y que él relata de viva voz:
“Lo que hay que entender en este desarrollo de Papagayo, y de playa Panamá en específico, es el tema del agua. Al haber planificado el desarrollo para un número limitado de gente y haberse aumentado esa cantidad, el uso del agua fue aumentado totalmente. El acuífero de playa Panamá fue sobreexplotado y agotado al máximo. Llegó a salinizarse”, recuerda.
En el 2016, las familias de las playas Hermosa y Panamá se quedaron sin agua cuando se cumplió lo que investigadores habían advertido desde tres lustros atrás y que Gadi narra ahora: en tiempo de sequía, el agua dulce disminuyó y el acuífero quedó salinizado, inutilizable para consumo humano.
Era algo que en la Confraternidad Guanacasteca ya sospechaban de sobra que podía ocurrir. Por eso, desde el 2008 le habían pedido a la Sala Constitucional que obligara a la Municipalidad de Carrillo, al Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) y al ICT, a que tomaran medidas para cuidar los acuíferos ante el impacto del desarrollo inmobiliario y turístico. Desde aquel momento, la Sala le había dado la razón a la Confraternidad.
Se lo pasaron por el rabo. Se terminaron el agua de playa Hermosa, se empezó a nutrir de playa Panamá y playa Panamá colapsó”, expresa Amit, contundente.
Las autoridades tuvieron que tomar algunas medidas de emergencia como distribución de agua con camiones cisterna y la ampliación del acueducto de playa Panamá y Hermosa. Ya en el 2019 se inauguró el acueducto Las Trancas-Papagayo con el que el Gobierno prometió volver a dotar a estas comunidades pero además cubrir al Polo Turístico, ahí donde algunos inversionistas alegaban no poder realizar sus obras precisamente por la falta de recurso hídrico.
Pero ese pasaje narrado por Gadi Amit es solo uno de los muchos que ejemplifican la conflictividad ambiental profundizada por el desarrollo turístico e inmobiliario.
En un repaso veloz, se puede mencionar que, hace más de una década, vecinos de Playas del Coco expresaron preocupación porque se llevaría agua desde esa comunidad hasta playa Ocotal para abastecer un proyecto de más de 300 residencias de lujo llamado Azul Paraíso, en el cual se habían vendido propiedades incluso sin contar con agua potable.
También se puede mencionar la construcción de pozos ilegales en condominios y desabastecimiento en otras zonas de Sardinal, así como sobreexplotación de caudales en Tamarindo y conflictos por la administración del agua en playa Potrero (estas últimas dos comunidades en el cantón de Santa Cruz).
Hasta la fecha, la necesidad de agua potable continúa siendo un problema tan urgente para la provincia de Guanacaste, que el Gobierno anterior dejó en marcha el proyecto Paacume, componente del Programa Integral de Abastecimiento de Agua para Guanacaste (PIAAG), con el que se pretende mejorar la distribución de este líquido a los cantones de Carrillo, Santa Cruz y Nicoya.
Un episodio más reciente sobre los conflictos por la gestión del agua y los enfrentamientos con desarrolladores ocurrió en el pequeño poblado de Marbella, en Santa Cruz de Guanacaste, un escondite de paradisíacas playas. Ahí residen alrededor de 200 familias y la comunidad ha empezado a ver brotar un próspero negocio que se queda en manos de un par de desarrolladores.
En el 2017, La Voz de Guanacaste dio a conocer que el inversor estadounidense Jeffrey James Allen fungía como presidente de la Asada Posada del Sol, y a la vez como uno de los desarrolladores de proyectos urbanísticos de Marbella. Hasta la fecha, Allen afronta una investigación penal por irregularidades como el otorgamiento de cartas de disponibilidad hídrica sin estudios. Este medio intentó conversar con él pero en su oficina indicaron que no estaba disponible para responder consultas.
Ese fue uno de los hechos que el investigador José Arturo Silva recopiló en su más reciente publicación Reactivación Turística y Conflictos Socioecológicos de Guanacaste, en el cual analiza los casos de las comunidades de Marbella, San Juanillo, Ostional y Nosara.
A todo esto se le suma la contaminación ambiental documentada a lo largo de los años. En aquel 2008, cuando la Confraternidad Guanacasteca ya se preocupaba por las consecuencias del desarrollo turístico en el Polo, el Ministerio de Salud clausuró el hotel Allegro Papagayo, ubicado en playa Manzanillo, por contaminación con aguas residuales.
En Tamarindo, desde el 2007 se registraba evidencia del mal manejo de aguas residuales; sin embargo, el alcantarillado sanitario no llegará hasta el 2026. Lo mismo ha ocurrido en Playas del Coco ante la ausencia de un sistema de alcantarillado sanitario.
Y en Bahía Culebra, donde nos encontramos con Gadi, la cobertura de coral vivo pasó de un 80% en 1991 a 5% en el 2021, según datos recopilados por Ojo al Clima.
Manuel Ardón, vicepresidente senior y director de Operaciones de Ecodesarrollo Papagayo, dijo a La Voz de Guanacaste que si bien es cierto el desarrollo turístico del país ha traído cosas buenas y a la vez impactos, es importante hacer un “análisis específico de los proyectos” y no valoraciones generales.
Porque no todos hacemos las cosas de la misma forma y algunos salimos siendo criticados por generalidades”, expresó.
Ardón aseguró que el proyecto Península Papagayo ha tenido desde su inicio una estrategia de “triple utilidad”, “en donde la parte social, la parte ambiental y la parte económica están claramente establecidas”. Aseguró que se plantean metas de sostenibilidad en las cuales se considera la opinión de personas de áreas aledañas y que actualmente cuentan con una asociación llamada Creciendo Juntos por medio de la cual tienen una relación “muy cercana con 19 comunidades alrededor de la Península Papagayo”.
Entre los beneficios para las comunidades, Ardón mencionó la generación de casi 1.700 empleos, de los cuales el 90% son ocupados por personas de comunidades cercanas, según indicó. También destacó el impulso a la educación por medio de apoyo tecnológico y programas para enseñanza del inglés, entre otros.
Según dijo, el proyecto tampoco está “quitándole el agua a nadie” porque desde antes de su construcción se determinó la cantidad de recurso hídrico requerida, las fuentes y la forma de gestionarla. Aseguró que eso no ha cambiado y que el agua se recicla para irrigación.
El director de Operaciones de Ecodesarrollo Papagayo sostuvo que la empresa tiene un compromiso ambiental y que incluso ha financiado los estudios con los cuales ha sido posible determinar la disminución de corales.
“No se puede llegar a la conclusión de que lo sucedido en Bahía Culebra es exclusivamente por el desarrollo turístico. Hay una serie de factores. En el mundo ha habido un blanqueamiento general de los corales debido al cambio climático. Ahora bien, todo desarrollo tiene un impacto ambiental, el que diga que no es así, está mintiendo, pero con el desarrollo sostenible hacemos muchos esfuerzos para medir esos impactos y buscar la forma de minimizarlos o anularlos”, manifestó Ardón.
Como ejemplo, indicó que desde hace dos años son parte de un programa para replantar corales en la bahía.
Las playas son públicas
Cerca de playa Hermosa subimos por lomas desiertas desde las cuales se puede tener la mejor y más envidiada vista del Golfo Papagayo. Del otro lado se alcanzan a identificar tejas rojas de condominios lujosos. El sociólogo José Arturo Silva, de la organización Alba Sud, describe a muchas de esas viviendas como “segundas residencias”, es decir, casas de personas con ingresos altos que las usan para vacacionar o alquilar.
Silva considera que el fenómeno de la gentrificación en la zona costera de Guanacaste está en gran medida relacionado con ese tipo de desarrollo inmobiliario. Según su análisis, ocurre cuando inversionistas llegan y cambian el uso de suelo de una región, construyen edificios lujosos y empujan a residentes históricos de la zona a concentrarse en zonas más pobres, para dar espacio a los nuevos vecinos acaudalados.
Gadi nos recuerda que algunas de esas lujosas construcciones se levantaron años atrás, cuando ni siquiera contaban con disponibilidad de agua potable. Luego, explica que muchas de esas viviendas son parte de un “cambio de paradigma turístico”.
“Antes el turismo era beach front, el hotel, la pensión, el lugar frente a la playa. Ahora llegan turistas extranjeros, gringos básicamente, y quieren construir segundas residencias en un modelo que se llama Ocean view. Quieren tener vista al mar desde la casa, no les interesa estar cerca de la playa. Cuando quieren, bajan a la playa, pero quieren vista al mar”, dice describiendo desde su observación lo que investigadores también habían documentado.
En Internet abunda la publicidad de bienes raíces con frases claves como ocean view (vista al mar) y gated community (barrio cerrado). El nuevo modelo de desarrollo turístico es notorio en las estadísticas sobre construcción, pero también en los tejados rojos y paredes altas que sobresalen en lugares altos dentro de esta zona costera. Allí donde haya una lomita, perfecto para un nuevo y exclusivo residencial.
El investigador Silva explica que la conflictividad social y ecológica ha sido parte del impacto que ha tenido el modelo de desarrollo turístico en la costa guanacasteca. También es un indicador del fenómeno de gentrificación, señala él.
Tiempo atrás, cuando el desarrollo turístico en esta provincia estaba más enfocado en los grandes hoteles cerca del mar, algunos de los conflictos más sonados se relacionaron con cierres de accesos a playas, que se interpretaron como intentos solapados de privatización.
Uno de los casos más mediáticos fue el del Hotel Riu, en playa Matapalo, en el 2011, cuando la comunidad denunció que se intentaba cerrar un acceso público a la playa. El dueño de ese hotel, Luis Riu Guell, está a las puertas de un juicio por daños ambientales ante denuncias de la Confraternidad Guanacasteca.
En Brasilito de Santa Cruz, vecinos realizaron una manifestación en el 2018 porque aseguraban que su vecina, la Reserva Conchal, cerró el acceso para apropiarse de la playa. La empresa, por su parte, dio a conocer que demandó al Estado por el daño ambiental ocasionado con el paso de vehículos, que esa era la razón de haber colocado unos tubos de metal y que no pretendía impedir el paso de los peatones.
Sin embargo, dentro de las manifestaciones de la gentrificación, los cierres de vías a playas son de los conflictos más fáciles de resolver, porque usualmente los inversionistas se ven obligados a permitir el paso, afirma Silva. No obstante, en ocasiones se mantendrán ciertas restricciones al tránsito bajo argumentos como el de impedir daños ambientales, o bien, los caminos habilitados no son precisamente los más accesibles.
Por situaciones de ese tipo ocurridas a lo largo de los años, los rótulos de “paso prohibido” o cercas colocadas en puntos que se conocían como accesos a playas no dejan de generar suspicacias.
Aquí, donde nos parqueamos, es Punta Cacique, en Carrillo, una calle como de tres kilómetros de largo por donde se llega a playas como Penca y Calzón de Pobre.
“La entrada a esta calle estaba cerrada con un portón de una construcción. Nosotros, investigando, averiguamos que esta era calle pública, denunciamos y logramos demoler todo ese portón y habilitar esto como calle pública. Fue hace como unos 10 años. La gente pensaba que esto era propiedad privada, entonces empezamos a traer alumnos, turistas, empezamos a hacer la costumbre y todo el mundo empezó a entrar aquí”, nos cuenta Gadi con una sonrisa imposible de disimular.
En la pura punta de Punta Cacique, en playa Penca, se construye actualmente el hotel de lujo Waldorf Astoria de la cartera Hilton, el cual desarrolla la firma costarricense Garnier & Garnier, una empresa inmobiliaria con importantes inversiones en Guanacaste.
El hotel tendrá 190 habitaciones y 25 residencias, según la información que ha difundido la empresa.
La maquinaria de la construcción es el motivo por el que recientemente el paso ha estado regulado. Eso se lo explica a todo el que llega Fidel Espinoza, un excomandante de Fuerza Pública pensionado que en su vida laboral se dedicó a vigilar el área de Zona Marítimo Terrestre y ahora cuida carros para ganar algo de dinero extra. “Cuando el hotel se termine, igual habrá paso”, repite el hombre que luce una gorra con letras amarillas donde se puede leer: Security.
Se lo comentó hace unos minutos a unos turistas nacionales que llegaron desde Alajuela y que se mostraron preocupados por el eventual cierre de ese acceso a la playa, a la que no se podría llegar de otra forma más que por mar en este momento.
Fidel no tiene ninguna relación con la construcción ni con la empresa hotelera, pero ofrece información a los visitantes como en sus tiempos de oficial en la ZMT. Cree en la necesidad del desarrollo turístico para que se generen nuevas opciones laborales, pero como a casi cualquier guanacasteco, le preocupan dos cosas: el impacto en la naturaleza y que “en unos años, no va a haber agua”.
Tras conversar con Fidel seguimos el viaje hacia Playas del Coco. A pesar del bochorno y las horas de conversación, a Gadi Admit se le ve relajado. Parece estar acostumbrado a dar excursiones guiadas de overtourism en Guanacaste. No se cansa, ni siquiera cuando el sol furioso le apunta sobre la cabeza. Está protegido por su sombrero de paja.
Créditos
Fotografía: César Arroyo Castro
Edición: María Fernanda Cruz y Noelia Esquivel Solano
Diseño: Roberto Cruz
Coordinador de audiencias: Rubén F. Román
Traductora: Arianna Hernández
Comentarios