Como cada mes de Julio desde que tengo memoria, nos visitó el Presidente de turno en Nicoya. Vino con su caravana de carros brillantes con chofer y agentes de seguridad con gafas de sol; y claro, cargando una buena ristra de promesas que es muy probable, no cumplirá. Promesas de esas que el papel aún soporta pero que ya nadie cree. Promesas que llegan en Julio como los vientos alisios que llegan en Diciembre, naturalmente, sin sorprender a nadie y marchándose sin que suceda nada tampoco.
El pueblo guanacasteco es el más noble de las siete provincias -o el más ingenuo- creerán algunos, porque por décadas y décadas se ha utilizado el mes de Julio y para ser más exactos, el veinticinco del mes, para con ocasión de la Anexión del Partido de Nicoya darle falsas esperanzas al pueblo. Exaltando las bondades de la provincia, de su herencia, de su indeleble legado a la identidad costarricense, en fin, de sus muchos e invaluables aportes a la Suiza Centroamericana; el Estado hace prestidigitación con la mano derecha para ocultar lo que tiene en la izquierda, olvido y desinterés.
Guanacaste sin lugar a dudas no recibe en la misma proporción que da; su aporte en entrada de divisas por turismo es inmenso pero la inversión estatal que se realiza en infraestructura para apuntalar esa producción es ínfima. Las promesas incumplidas al pueblo del Guanacaste no son susceptibles de recuento porque no alcanzan estas líneas para enumerarlas; son mucho más fáciles de enlistar las palpables necesidades que aún siguen ahí sin ser resueltas, sin atender y casi abofeteándonos, como si el tiempo no pasará o como si no necesitáramos soluciones. Como el problema omnipresente del agua que ya alcanza proporciones épicas siendo el Godzila de nuestros problemas, el retraso en la reparación y creación de nuevas vías de comunicación acordes con el desarrollo inmobiliario que ha puesto en el mapa a este destino turístico de ensueño, la falta de más y mejores fuentes de empleo que tanto demandan los jóvenes guanacastecos que cada día son más calificados, pero terminan teniendo que dejar la provincia para buscar alguna oportunidad.
Es necesario hacerle una llamada de atención al Gobierno y decirle que tanta firmadera de papeles no resuelve nada y ya no nos convence más. Los guanacastecos necesitamos obras concretas y serias que vengan a palear el retraso tan grave en el que estamos metidos por la inercia de este y todos los Gobiernos anteriores, que colectan los impuestos puntuales pero no se dignan en invertir nada aquí.
Para poner a caminar la provincia no es necesario celebrar el Concejo de Gobierno en el parque de Nicoya, ni es imperioso un desfile de vehículos de lujo cada doce meses con Ministros, Diputados, Vicepresidentes y todos sus asistentes. Para hacer lo que hay que hacer y resolver lo que hay que resolver, solo es necesario que el Gobierno haga su trabajo y cumpla sus promesas antiguas sin hacer nuevas, con políticas serias y concretas. Para que creamos en el Gobierno no es necesario que vengan a sentarse bajo el abrazador sol de Nicoya a ver bailes típicos luciendo claramente incomodos con el calor; basta con que hagan lo que les toca.
Guanacaste si es alegría, es baile típico, chorreada con natilla, buñuelos, tamales, tortilla con queso, la marimba tocando el punto, las bellas playas de Puerto Carrillo, Sámara y Tamarindo y sobre todo es su gente que lo representa y lo quiere desde el alma, pero no todo es fiesta y algarabía. Es preciso que nuestros gobernantes dejen de pensar en Guanacaste como el lugar donde vienen a turistear cada séptimo mes -y semana santa y navidad- y comiencen a pensar en él como un proyecto inconcluso que tiene todos los elementos para ser una obra de arte, un ejemplo, una joya.
Las consecuencias graves de la actual sequía apenas se comienzan a ver y todas las voces dicen lo mismo: el Gobierno no actúo a tiempo (¿O quizás no le importó?). No aplica aquí aquel refrán: “A sequía anunciada no muere ganado”. Pero estamos a tiempo de pedir que se rindan cuentas, que nos cumplan y que de una vez por todas nos tomen en serio. Solo espero que el próximo mes de Julio no venga el Presidente disfrazado de Sabanero y montado a caballo, con calabazo de agua y machete, diciendo que todo cuando ofreció lo cumplió.
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