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Las promesas recicladas, ¿cuáles compromisos siguen sin cumplirse en el bicentenario de anexión?

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Es 25 de julio de 1824 y un grupo de unas 25 personas nicoyanas, en su gran mayoría de mulatas, están redactando un acta en el cabildo, un gran caserón de adobe y bahareque. En el papel están poniendo por escrito sus expectativas al incorporarse a un país recién nacido.

Una de las cosas que anotan es “la participacion ynmediata y resiproca de los beneficios y adelantamientos que se palpan en el estado de Costarrica [sic]”.

Esa es la escena en la que se redactó el Acta de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, hace 200 años. Ese escrito es hoy uno de los eventos más importantes de la historia de Costa Rica

¿Qué demandó el entonces Partido de Nicoya al anexarse al país? ¿Y qué pidieron en el centenario de la celebración, en 1924? En La Voz de Guanacaste viajamos en el tiempo para desgranar esos dos momentos históricos y verlos con los lentes de hoy, en el marco de la celebración del bicentenario de la anexión. 

Las expectativas

El grupo realmente no exigió una demanda hacia Costa Rica, considera la máster en historia y docente de la Universidad de Costa Rica (UCR), Gina Rivera.

“Lo que se puede leer o analizar, es [que pidieron] ser parte integrante de esa oportunidad económica y política que Costa Rica estaba ofreciendo”, dice la historiadora, una oportunidad distinta a la que ofrecía Nicaragua, que estaba en una constante guerra civil. 

“Eso no significa que en Costa Rica no haya golpes de Estado, que no haya rencillas entre la oligarquía cafetalera”, añade.

¿Y cuáles eran las principales ambiciones? La estabilidad política y las facilidades económicas, principalmente con un proyecto cafetalero y con comercio por el “Puerto de Punta de Arena”, hoy Puntarenas.

El flujo económico entre Nicoya, Puntarenas y el Valle Central es muy importante para determinar esto, por ejemplo, los estancos de tabaco o de aguardiente”, explica Rivera.

En otra línea más en el papel escribieron que deberían “ser protegidos los mismos Pueblos de este Partido Para la creación de las escuelas”.

Esa sería una de las pautas del acta de la cual en un par de décadas empezó a ver resultados.

En 1846, el Ministerio de Relaciones y Gobernación  —no existía en ese entonces el de Educación Pública— ordenó construir escuelas en Nicoya, Santa Cruz, Bagaces y Cañas.

En ese año, en Guanacaste había 707 estudiantes y 12 maestros, una cifra “relativamente alta comparada con la del resto de Costa Rica y con la población en esta y de las demás provincias”, reseñó décadas después Victor Cabrera, un periodista y educador josefino.

De vuelta al cabildo, los mulatos escribieron en el acta que “se hayan [sic] absolutamente en una deplorable situación sin fondos y sin armas para sostenerse”.

Paradójicamente, ese cabildo en donde se encontraban terminó desplomándose 100 años después por abandono.

El Diario de Costa Rica reseñó en sus páginas del 18 de julio de 1925 que “se había hundido el Cabildo de Nicoya, edificio antiquísimo situado frente a la plaza y considerado como reliquia histórica”.

Y lo que empezó como motivaciones de los firmantes del acta para incorporarse al país, se fue transformando en reclamos de parte de las élites políticas locales y una prensa guanacasteca emergente.

100 más tarde

En 1924 la decisión de celebrar la anexión del Partido de Nicoya pareció ser más por fines politiqueros que otra cosa. Así lo analizó la historiadora Soili Buska en una investigación llamada “Guanacaste: el surgimiento de un discurso regionalista”.

En el texto, explica que la primera iniciativa para conmemorar el centenario de la anexión surgió en julio de 1923, un año antes del centenario. 

La campaña electoral para la presidencia estaba por iniciar —las votaciones eran en diciembre de ese año— y las discusiones en el Congreso Constitucional buscaban ganar votos, y no al reconocimiento de las preocupaciones y las necesidades de la provincia.

Una de las decisiones del congreso para conmemorar el centenario fue destinar un presupuesto importante para «obras de fomento para el Guanacaste»

El diputado Ricardo Jiménez Oreamuno —quien se convertiría en presidente en 1924— propuso un paquete de proyectos de infraestructura para la provincia entre las que destacaban: la construcción de cañería, escuela y edificio municipal para Nicoya; hospital para Santa Cruz; reparaciones del muelle de Puerto Jesús; y el puente sobre el río Tempisque entre Carrillo y Liberia.

Solo un mes más tarde, el Diario de Costa Rica criticó que los montos asignados para cada obra resultaban muy bajos.

Las primeras propuestas de conmemoración y la sugerencia de formas de cómo llevarla a cabo vinieron de parte de dos nicoyanos: el diputado Leonidas Briceño y el maestro Higinio Vega. Este último había recibido una beca para estudiar en la Escuela Normal en 1907 y estaba entre los primeros promotores del orgullo guanacasteco en la prensa nacional.

Retrato del maestro nicoyano Higinio Vega, principal propulsor del libro de la conmemoración del centenario de la anexión.Foto: Archivo Nacional de Costa Rica

Vega propuso la elaboración de un libro de historia de Guanacaste para futuras generaciones, ya que, “cien años después, la mano del progreso habría borrado todo”, creía. 

Importaba el pasado, pero también el futuro: como en 1924 era importante reconocer los próceres de la provincia, en 2024, habría que volver la mirada a la Guanacaste de antes”, dijo.

Ese documento llegaría a materializarse en 1924 bajo el nombre de “Libro Conmemorativo del Centenario de la Incorporación de Nicoya a Costa Rica”, un trabajo del periodista y educador Víctor Cabrera.

Es una recopilación de crónicas coloniales, mapas, fotografías, censos e información general sobre la provincia desde la conquista hasta el primer centenario. El libro también menciona cuáles eran los tropiezos durante los primeros 100 años de anexión.

Si nos devolvemos a lo escrito en el acta, ¿se recibieron “los beneficios y adelantamientos que se palpan en el estado de Costarrica” [sic], como pidieron los firmantes?

Sobre los caminos, documentó que son relativamente buenos, pero tenían la desventaja de que durante la estación lluviosa se convertían “en largos y continuos fangales o en verdaderas lagunas”.

Además, un corresponsal guanacasteco en la Prensa Libre criticó en 1900 el estado de los caminos. 

“Lo apartado que se encuentra el Guanacaste de los centros de población y las dificultades que existen para comunicarnos con la capital de la República por falta de vías expeditas y cómodas para viajar son causas más que suficientes para que marchemos tan lentamente por la sendas de la civilización”, reseñó.

Y continuó con su reclamo hacia los políticos reprochándoles que “para colmo de desgracias ni las principales autoridades que han gobernado la provincia jamás se preocuparon por el bienestar y adelanto de estos pueblos que debieran, por muchas causas, ser los más florecientes del país”. 

La ley de caminos ha sido ineficaz y nunca se ha cumplido”, criticó.

La historiadora Gina Rivera afirma que esta queja ha existido desde tiempos coloniales.

“Es interesantísimo, pero desde el siglo XVI la gente que vive en territorio costarricense se queja de que no hay vías de comunicación terrestres apropiadas. Y hay que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX, para que nosotros realmente tengamos una comunicación directa con el Valle Central a través de carretera, aunque se nos estén cayendo a cada rato”, subraya Rivera.

Retrato del diputado nicoyano Leonidas Briceño.

En un apartado llamado Proyectos ferroviarios del libro del centenario, Cabrera explica que en Guanacaste hay dos trazados de líneas férreas, “las que una vez ejecutadas, la pondrán en rápida, pronta y cómoda comunicación con el interior del país y con la República de Nicaragua”.

Uno de los proyectos se llamó Ferrocarril Internacional o Panamericano, y proponía cruzar Liberia, Bagaces y Cañas. Y el otro se llamaba Ferrocarril al Norte, y pasaría por la depresión situada entre el Miravalles y el Tenorio, y por la ciudad de Liberia para terminar en el Puerto del Coco, hoy Playas del Coco, en Carrillo.

Como si no fuera bastante ambicioso, en la misma página menciona que mediante leyes especiales de 1912 y 1916 se propondría la construcción de otro ferrocarril en que recorra los cantones de Nicoya, Santa Cruz, Filadelfia y Liberia, terminando igualmente en el Puerto del Coco.

En el tema económico, el libro señala que el ‘desenvolvimiento económico de Guanacaste ha sido relativamente lerdo, sobre todo en la región Norte de la provincia’.

El comercio por el “Puerto de Punta de Arena” resultó útil para cantones de la parte sur de la provincia como Nicoya y Santa Cruz. Los productos de estos cantones que llegaban solo a los mercados puntarenenses, pudieron comercializarse hasta el centro del país tras la construcción del Ferrocarril al Pacífico.

Esto no ocurrió en otros cantones como Liberia, Filadelfia y Bagaces. El libro asegura que para la mayor parte de esos pueblos era más cómodo recurrir a los mercados de Rivas, en Nicaragua, que a los del interior de Costa Rica.

¿Y sobre “la creación de las escuelas”? Un capítulo llamado Régimen Escolar señala que los beneficios de la Ley General de Educación Común han sido menos intensos en la provincia de Guanacaste que en el resto del país, debido a lo apartadas que están las poblaciones en la provincia y sus condiciones topográficas y comunicativas.

La historiadora guanacasteca Dorian Chavarría refuerza este incumplimiento del estado costarricense con otro ejemplo.

En el campo de la educación, incluso un siglo después no se veía ese avance, ¿hasta cuando tenemos el primer colegio en en la provincia? No es sino hasta 1948. Eso es muchísimo tiempo después”, enfatiza Chavarría.

La promesa de un fiestón

La misma investigación de la historiadora Buska resalta que los intelectuales y activistas guanacastecos que promovieron el centenario de la anexión, lograron que su propuesta de una celebración a lo grande fuera bien recibida en el congreso. Aunque nuevamente, lo más probable es que las razones tuvieran que ver con un interés electoral inmediato y no por el desarrollo de la región a largo plazo.

El gobierno central trasladó la celebración oficial del centenario a febrero de 1925, para preparar “el regalo oficial” con suficiente tiempo, y para que pudieran concurrir «los altos funcionarios a los mencionados actos.”

El corresponsal de la Nueva Prensa en Nicoya no estaba muy convencido de que fuese a suceder algo en su pueblo quince días antes de la celebración.

«Posiblemente las fiestas del Centenario han pasado al catálogo de las idealidades amables, porque a estas horas no hay más que preparativos de lengua. La comisión es una figura decorativa que mejor se hallaría en un portal”, publicó.

Al final, el centenario terminó celebrándose únicamente en Nicoya y no en todo el territorio nacional. Tampoco se celebró el 25 de julio. Lo aplazaron a febrero de 1925 a la espera de que pudieran acudir altos funcionarios. Finalmente, la representación fue “insignificante y sin consecuencias positivas”, documentó la historiadora Buska de un artículo de la Nueva Prensa.

Un nicoyano llamado Juan Guevara publicó un artículo de La Nueva Prensa el 2 de marzo de 1925 para referirse a la poca altura de la celebración.

«El olvido, el menosprecio en que vivimos y se nos relega cada vez más, engendra en nuestras almas sentimientos de protesta que no tardarán en cristalizarse en hechos reales para reclamar nuestros derechos a merced de nuestros malquerientes”, escribió. 

Juan Guevara tenía razón. El sin sabor que generó la celebración del centenario en intelectuales y activistas de Guanacaste dio paso a una organización política regional, que surgió con fuerza una década después: el partido Confraternidad Guanacasteca, fundado por el doctor y benemérito de la patria Francisco Vargas Vargas.

El hito no volvió a repetirse, según la historiadora Gina Rivera.

“No hemos trabajado en Guanacaste en un proyecto para generar sucesores políticos. No como la varita mágica de ‘yo te escojo a ti como mi sucesor’, sino un proyecto de educación política para que realmente nosotros podamos desarrollar las regiones”, asegura.

Sobre esta idea, Dorian Chavarría también considera que la población guanacasteca debería estar más involucrada en el progreso de la provincia.

“Que sea una fecha que nos sirva para reforzar nuestra identidad y para reforzar también que en ese devenir histórico a lo largo de estos años, no todo lo tenemos que esperar que nos caiga del cielo”, opina.

 

Nota de la editora: Este reportaje fue editado el 25 de julio para aportar el dato más reciente del porcentaje de exportaciones que Guanacaste representa para el país, con información proporcionada por Procomer.

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