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¿Qué sería de la vida sin música?

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La escuela de artes musicales del Sistema Nacional de Educación Musical en Nicoya cumple cinco años democratizando la enseñanza de la música para niños y jóvenes provenientes de todos los rincones del cantón, que con gran ilusión se acercan a dar sus primeros pasos ahí, haciendo taquigrafía de sus emociones con melodías de violín, trompeta o fagot. La labor educativa y de sensibilización artística que viene realizando esta escuela -abierta e inclusiva- es motivo de orgullo para todo el pueblo nicoyano que se deleita con sus frecuentes presentaciones dentro y fuera de la región. Mi reconocimiento público para su equipo directivo y pedagógico integrado por músicos y pedagogos comprometidos con la causa.

Un derroche de talento es lo que despliega cada vez que toca la orquesta sinfónica 25 de Julio, producto del trabajo constante de esta escuela que articula los esfuerzos de sus profesores, familias nicoyanas y los más de 90 jóvenes que hacen vibrar al público que los escucha. En tres ocasiones los he visto presentarse en el teatro popular Melico Salazar de San José, siendo siempre ovacionados por los muchos espectadores que saben reconocer en Ellos no sólo su talento, sino su esfuerzo y pasión por la música.

Ensayos frecuentes, prácticas rigurosas, lecciones de disciplina, trabajo en equipo y afán por expresarse mediante acordes que cambian vidas, son constantes que se pueden observar, escuchar y sentir cuando visitamos la escuela de artes musicales de Nicoya, que funciona en un recinto amplio, limpio y digno para la enseñanza y práctica de tan noble oficio. La Casa de la Cultura de la ciudad se ha convertido en el cuartel de muchas jóvenes promesas artísticas de nuestros pueblos. Allí se dan cita para construir nuevas utopías de lo que será el futuro de éste pueblo, uno que ahora prioriza en la inversión social, que cree en el fomento del arte como catalizador de la creatividad y el desarrollo, y en una educación más integral que logre cultivar valores importantes en la mente y el espíritu de sus ciudadanos con más años por venir.

El 23 de Mayo pasado -con voluptuosa imaginación de un futuro promisorio para todos- aplaudía sonriendo a tantas muchachas y muchachos que empuñaban orgullosos sus instrumentos como estandarte, como mapa de una ruta hacia una vida adulta más sensible, exitosa y comprometida.

Es noche y veo subir a un bus tres muchachos rumbo a sus casas con el pecho hinchado de orgullo y el rostro iluminado de satisfacción por el deber cumplido mientras imagino para Ellos con gran ilusión el futuro que quiero para más y más nicoyanos, un futuro mejor.

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