La mona no era el único personaje que vivía en la cabeza de Ronald Díaz en aquellos días de infancia a principios de los años 80. También coexistían los protagonistas de Mazinger Z, una de sus series animadas favoritas. De su cabeza saltaban a las calles de tierra de San Roque, el barrio de Liberia donde vivía con su mamá y sus seis hermanos.
Sus manos boceteaban estos personajes con un palo a falta de lápiz y papel. Y tan pronto tuvo cuadernos para la escuela, en vez de llenarlos con la materia de clase, los saturó de dibujos, lo que le valió más de un regaño por “estar de vago”.
Décadas más tarde y sin que nadie le enseñara, Ronald empezó a hacer cómics y se convirtió en el autor de la primera novela gráfica de Costa Rica, llamada Desafíos. Pero faltaría un tiempo más para que encontrara su propia voz, y lo lograría uniendo las dos cosas que más disfrutó de niño: el dibujo y las historias de su bisabuela.
¿Cómo lucen estos artes en las sodas de Guanacaste y qué dicen sobre nuestra identidad?
Estamos en la biblioteca de una escuela en Potrero, Santa Cruz. Ronald ocupa un espacio en la feria del libro del centro educativo. Ronald está en su charco, rodeado de letras y dibujos. Cuando habla, lo hace de forma pausada y es minucioso en los detalles. Tantos años de contar historias le han enseñado a hilar los relatos con paciencia de artesano.
Heredó de su bisabuela el gusto de narrar, por eso no se conformó con dibujar; quería hacer algo con ellos. Entonces empezó a capacitarse para aprender a contar historias.
Bocetear el camino
Con los pocos ejemplares de cómics que llegaban desde Estados Unidos a Liberia, Ronald empezó a aprender sobre la narrativa gráfica.
“Yo me aseguraba de que el dibujo fuera de calidad, porque realmente esos eran mis maestros: Frank Miller, Will Eisner, Milo Manara”, enlista Ronald.
El cine y las series animadas japonesas también fueron dos grandes escuelas para él. Veía los efectos, los encuadres, los ángulos, e imaginaba cómo aplicarlos a sus cómics.
En mi niñez y adolescencia dedicarme a esto profesionalmente era un sueño. Era un sueño que en algún momento yo vería una de mis obras en la vitrina de una librería”, recuerda.
Ese sueño empezó a materializarse en el año 98 cuando debutó en la tercera y última edición de una revista josefina llamada Camaleón. En esa oportunidad publicó el cómic de un personaje llamado Rodicab (Ronald Díaz Cabrera), un alias que ha sobrevivido hasta la fecha y con el que firma sus obras.
José Ulloa, editor de Camaleón, la describe como una revista con historias de humor, ficción y aventuras irreverentes que convocaba a varios artistas para que publicaran sus cómics, pero solamente lanzó tres ediciones.
“La mayoría de los proyectos no se concretaban, costaban mucha plata, esfuerzo de distribución y había pleitos en los grupos. Escuchábamos el drama de los cómics de afuera, queríamos ser tanto como ellos que empezamos a reproducir los conflictos sin que valiera la pena”, relata José.
Más adelante aparecieron otros esfuerzos similares a Camaleón, pero Ronald no quiso regresar a esa dinámica. Juntó algunos ahorros y empezó su travesía para publicar en solitario.
El mayor desafío
Año 1975. Un dibujante de la policía llamado Carlos Pincel cruza con su Ferrari las calles de Alajuela, su trabajo es hacer retratos forenses y combatir el crimen.
Ese dibujante es el personaje de un cómic y su autor es un joven de 17 años que firma con el mismo nombre de su protagonista.
Carlos Alvarado, más conocido como Pincel, fue la primera persona en crear un cómic de acción en el país. Publicaba una tira diaria en el periódico Excélsior. Antes de la suya, todas las tiras del país habían sido de humor político.
Al igual que Carlos, Ronald también rompió un paradigma. En el año 2004 publicó Desafíos, una historia sobre superación personal y artes marciales, con una gráfica muy similar a sus referencias de adolescente: Dragon Ball y Caballeros del Zodiaco.
El ejemplar de Desafíos que Ronald expone está impecable aunque tiene casi 20 años de impreso. Es uno de los cinco que le quedan y no es ninguna casualidad que lo cuide tanto pues se trata de una reliquia.
“Dentro de lo que yo puedo encontrar hasta el día de hoy, Desafíos es la primera novela gráfica: un cómic contado como una novela. En un momento en que ‘no dábamos pie con bola’ y todos los proyectos se cancelaban, él pone una marca en lo que tendríamos que hacer: contar las historias completas”, explica José, que además es productor audiovisual y actualmente produce un documental sobre la historia del cómic en Costa Rica.
En poco tiempo Ronald aprendió, y de la peor forma, que lo más difícil no era conseguir los fondos para la publicación de los 1.000 libros, sino la distribución. No existían aún las redes sociales para vender su libro sin intermediarios, dependía completamente de la televisión o los periódicos para promocionarlo.
“Entonces me encontré con un montón de ejemplares sin la capacidad de venderlos. [Era] la primera novela gráfica que se publicó en Costa Rica, pero por esas limitaciones en ese momento no tuvo renombre”, lamenta Ronald.
La primera y única edición de Desafíos agotó sus números más de una década después. Aunque ya no está a la venta, Ronald aprovecha las cuentas de redes sociales dedicadas a difundir el cómic nacional y los eventos de la cultura geek para que las personas conozcan la novela.
“Llegó gente el año pasado durante la Feria Internacional del Libro solo a buscar Desafíos, pero ya está agotado, eso me convenció de que tengo que volver a hacerlo”, cree.
De la voz de bisabuela a la voz propia
Ronald acomodó sus tres libros en orden cronológico. El que está en el medio tiene una carreta con bueyes, una mona y una llorona en su portada. Es un collage de leyendas teñido por el velo azul de la noche, en la parte superior dice “Leyendas Sabaneras”.
“Antes de Desafíos nunca se me ocurrió empezar por las leyendas, que fueron las historias con las que yo crecí. No reconocía eso con el valor que ahora le veo, nuestro legado cultural era algo cotidiano”, comenta Ronald.
Empezó a recopilar historias de la tradición oral de la provincia para transferirlas al cómic. El primero que hizo fue para el periódico El Sabanero. Su editor le propuso hacer una tira relacionada con la cultura guanacasteca y recordó la historia de un santacruceño llamado Chú García que peleó con el diablo. La publicaron y fue muy bien recibida por el público. En ese momento Ronald entendió que podía usar el cómic para promover las historias de la región.
Cuando uno como artista se da cuenta de que tiene una responsabilidad ya no es el mismo, ya no piensa solo en lo que a uno le gusta sino qué aporte va a brindar a la cultura”, explica.
José opina que Ronald es un muy buen referente del uso del cómic para educar y documentar.
“No es solamente que cuenta la leyenda, sino cómo le está contando, se ve toda una forma de vida: cómo es una cantina, cómo se ensilla un caballo, el vestuario. Entonces cada detalle, cada cada viñeta es una educación indiferentemente de la historia que cuente.” explica.
El último libro sobre la mesa es El Dueño del Monte, la leyenda del espíritu que protege el bosque de los cazadores. A diferencia de Leyendas Sabaneras, este libro no se queda con la versión de nuestros abuelos y abuelas, sino que la toma como base para crear una historia original.
“Yo ubico la historia en el Guanacaste actual, con la problemática de la caza furtiva y el tráfico ilegal de especies, donde ya ese respeto a los espíritus del bosque no existe, entonces eso que hacía el Dueño del Monte para protegerlo ya no sirve”, explica Ronald.
La estrategia que utiliza el espíritu del bosque es aliarse con un niño indígena para materializarse. Según el autor, lo que pretende con estos personajes es que las personas indígenas y de zonas rurales se sientan representadas. Además de la conservación del ambiente, el libro trata temas como el bullying, la discriminación y la corrupción política.
José considera que uno de los motivos por los que seguimos manteniendo vivas estas expresiones de la tradición oral, como el Dueño del Monte, es debido a que las personas se han apropiado de ellas.
“No solo hay una parte purista que las ha mantenido, sino que la ficción las ha ido retomando de alguna forma, agregándole y actualizándolas. Creo que vale la pena hacer las dos: es importante el valor educativo que tiene la historia original, así como es muy válido decir ‘¿cómo podemos hacer crecer esta historia?’”, opina.
Más manos dibujantes
Personas indígenas, monstruos del bosque, Lloronas y Ceguas con vestidos finitos. Así son los personajes que encarnan las historias de Ronald. Para él, el diseño de estos arquetipos es muy importante.
“A veces somos muy criticados por eso, pero hay cosillas ahí que por lo menos trato de respetar para llamar la atención. Yo empecé tratando de dibujar bien, todos los personajes en los que yo me inspiraba mantenían esa estética”, asegura Ronald.
Las críticas que Ronald menciona tienen que ver con la sexualización de los cuerpos femeninos en el cómic.
La editora de la revista geek costarricense The Couch, María José Madriz, explica que este no es un fenómeno únicamente del cómic, también ocurre en otros tipos de formato como series, películas, videojuegos y animé.
“La cultura geek desde su nacimiento tiene un enfoque súper masculino. Entonces las mujeres llevan años sin verse representadas. Antes no existían protagonistas femeninas, siempre eran el interés romántico [de otro personaje]”, explica.
Cuando empezaron a aparecer protagonistas femeninas lo hicieron como una tarjeta de cambio, explica María José.
“Entonces ahí es donde comienza esta herramienta de la sexualización para conseguir ventas y es una cosa por la otra. ‘Ok mae muy chiva tu personaje, súper bien escrito, pero bájele el escote para que se venda’”, añade.
María José opina que la sexualización ha sido históricamente un gancho para llamar la atención, pero con el paso de los años lo que ha sostenido a los y las lectoras son las historias y la profundidad de estas protagonistas.
El segundo gran cambio que señala María José es que empiezan a entrar más escritoras y dibujantes a crear su propio contenido. Esa inclusión de género también vino acompañada de una diversidad en nacionalidades, edad y orientaciones sexuales que sumó a la complejidad de los personajes.
La conciencia de género y el feminismo también ha permeado las narrativas de los cómics y otros productos de ficción, por eso María José no se aventura a juzgar de entrada una historia cuando observa estas representaciones de cuerpos femeninos.
“Yo no voy a asumir siempre que viene de una mala intención. Necesito ver la historia y ver qué rol cumplen esas mujeres, y de ahí tomar decisiones sobre mi criterio también. Creo que hay una diferencia entre un personaje sexualizado y un personaje con poder sexual. Puede ser el mismo dibujo al final, pero el fondo y la forma se notan”, explica.
María José, Ronald y José coinciden en que estamos viviendo un auge en la producción de cómics en el país y que este formato es un buen mecanismo para transmitir historias de la memoria oral, pero también para crear historias originales con total libertad e independencia.
“Lo más interesante me parece a mí, es cómo vos podés hacer un producto que se sienta global desde tu vivencia personal”, opina María José.
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