– ¡Sí pasamos, mira! Si evitamos esas piedrillas…
– Pero si hay un arenal ahí, nos vamos a quedar atascados.
Rosa Alpina y su hermano Dimas negocian dentro de un Land Rover en la rivera de uno de tantos ríos sin puentes hacia Sámara de Nicoya. Es la Guanacaste de la mitad del siglo XX. Los caminos son trochas de piedra y lastre que cumplen su propósito, con costos, en los meses de verano.
El carro va repleto de curas españoles tímidos y sin dinero con la misión de bautizar y casar gente. Con Rosa y Dimas también van sobrinos inquietos con otro propósito: encontrar una playa o un río donde bañarse.
– No no no, andá… ¡Tratemos!- insiste Rosa Alpina.Así la llaman quienes no la conocen. Quienes sí, le dicen Pina o Pinín.
Persiste en la idea de cruzar el río pedregoso porque cuando piensa que debe hacer algo lo hace y nadie debe contradecirla. Es una mujer dulce y cariñosa, pero de carácter fuerte en sus decisiones.
Fue esa personalidad insistente la que la llevó a ser la primera mujer diputada por Guanacaste, entre 1958 y 1962 con el Partido Liberación Nacional. También fue la primera mujer en Costa Rica en repetir como legisladora, cuando volvió a la Asamblea Legislativa en 1970.
Por su trabajo como diputada, maestra y enfermera conoció las necesidades de esos pueblitos en los cuales los curas le pidieron ser guía e interlocutora. A mitad de los cincuentas y en la orilla del río, puso en práctica la habilidad negociadora que le valió la aprobación de los proyectos de ley que propuso.
Después de todo, este no es el único obstáculo que superó.
De la finca al plenario
Rosa Alpina Aiza Carrillo nació en San Lázaro de Nicoya en 1911. En Santa Cruz hizo la escuela, el colegio y cursó Enseñanza Superior que la convirtió en profesora de primaria. Su formación como educadora y un entrenamiento de enfermería la llevaron a recorrer de punta a punta las comunidades. En esa época solo había una Unidad Sanitaria para toda la zona de Guanacaste y Rosa trabajaba en ella. Poco a poco, llegó a ser una líder de la bajura.
A la finca donde vivía con su mamá, Isaura Carrillo y su papá, un mercader de telas y ganadero de origen libanés llamado Elías Aiza, llegaban otros comerciantes y políticos de la zona. Entre ellos Daniel Oduber, que era dueño de Hacienda La Flor en Liberia, donde se dedicaba a la agricultura y la ganadería.
Cuando conoció esas figuras, fue abriéndose camino en la política. Fue así como José Figueres Ferrer y Francisco J. Orlich la nominaron para diputada en la Asamblea General del Partido Liberación Nacional.
Su familia no estaba de muy acuerdo con la idea. Querían que cuidara de la finca y de su mamá. Se oponían, también, porque hacer campaña no era barato y Rosa lo tenía que hacer con el dinero de lo que su familia producía en la finca.
“Cada vez que te metés en política es un dineral el que se va”, le reprochó alguna vez su hermano Dimas.
No solo le pesaba la oposición de su familia, también tenía sus propias dudas.
“De la noche a la mañana me vi ante un escenario que no me produjo ningún placer, sino al contrario mucho miedo y esa noche no pude dormir”, dijo en una entrevista en 1969, durante la Convención Nacional del PLN, en el Gran Hotel Costa Rica en San José.
Aún así, Pina llegó al Congreso el 1º de mayo de 1958, sin experiencia política. Eso no la detuvo para sacar adelante varios de los proyectos que propuso en ambos períodos legislativos.
Una de sus más fuertes luchas fue la creación del cantón de Nandayure. También perteneció a la Comisión de Educación. Desde ahí luchó porque se convirtiera en ley la Dirección General de Artes y Letras y para que se construyeran el Liceo Nocturno García Flamenco de La Cruz, dos instituciones de enseñanza agropecuaria y técnica en Bocas de Nosara y Sámara, y la escuela Cacique Nicoa en Nicoya.
También presentó el proyecto de ley para la creación de los distritos de Quirimán, Nosara y Sámara.
En el libro “Historia de un pueblo a través de una familia” el escritor Arístides Fuentes describió a Rosa como una mujer que “se robusteció atravesando bosque, ríos, bajando pendientes y a veces precipicios”. Eso, dijo Fuentes, coincide muy bien con su otro nombre: “Alpina”.
Pina Aiza murió a los 103 años en su pueblo natal, San Lázaro. Vio materializados sus sueños de tener comunidades con carreteras construidas, nuevos puentes y centros educativos.
Este perfil de Rosa Alpina Aiza se construyó con la semblanza parlamentaria elaborado por la Asamblea Legislativa y entrevista con su sobrina Alia Delgado Aiza.
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