Una mesa, seis sillas, la bandera de Costa Rica a un extremo y la de la iglesia católica al otro. Son las 7 p.m del 11 de diciembre en la parroquia de Cartagena en Santa Cruz, Guanacaste.
El párroco Rodolfo Araya parece adelantarse a futuras críticas de sus feligreses y del pueblo: “No estamos ante la presencia de Jesús sacramentado, entonces hoy esta parroquia se convierte en un aula para el ejercicio cívico”. Y sentencia: “El señor Obispo también fue comunicado”.
Minutos antes, Araya daba instrucciones a seis de los siete candidatos que luchan por la alcaldía del cantón de Santa Cruz para el periodo 2020 -2024. Casi en el centro del círculo, con su 1,60 metros de estatura aproximada, el padre tiene la atención de todos.
Los candidatos solo asienten y se reparten sus puestos en la mesa con manteles de los colores patrios para contestar preguntas previamente elaboradas por los organizadores y otras tantas del público.
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Por un momento, la iglesia parece quedarse corta de espacio. La regidora Ana Yancy Contreras, parte del comité organizador, asegura que invitaron a “todos” los pueblos de la costa y que “eso dio resultado”. Aunque cuando levanta más la mirada, y hace un barrido más amplio de lado a lado, lamenta no ver a muchos vecinos suyos en el lugar.
El contraste es extremo entre los asistentes. Es fácil distinguir entre los que llegan como simples oyentes de las propuestas de los candidatos y los que ya eligieron por quién votar. Estos últimos toman las primeras bancas del recinto, portan banderas y hasta camisetas con los nombres de los partidos y del candidato que los representa.
“¿Somos más de 100 verdad?”, dice una vecina de la localidad a unas tres bancas de la mesa principal. Su bandera verdiblanca está en el mismo descansa pies que, minutos antes, otra vecina usaba para hacer una plegaria.
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La dinámica es clara. El debate deberá girar en torno a temas de seguridad ciudadana, género, salud, educación, deporte y recreación, cultura, ambiente y ordenamiento territorial.
Todos los aspirantes deben responder la misma pregunta en un máximo de dos minutos. Si no lo hacen, un silbato, cual partido de fútbol, les señala que excedieron el tiempo.
“Como si fuera un estadio esto”, reacciona uno de los vecinos presentes al ensayo de cómo se va aplicar el silbato. Lo dice en voz baja, pero lo suficientemente alto para que las personas sentadas en la banca de adelante y detrás de él se echen una carcajada.
El moderador Carlos Arrieta lanza la primera pregunta: «¿Cómo van a fortalecer los concejos de distrito?»
Todos, palabras más, palabras menos, coinciden en una idea central: dotar a los síndicos de espacios físicos para sus encuentros.
Debemos construir casas de concejos de distrito en las principales comunidades”, dice Arcadio Carrera, candidato por el partido Integración Nacional, mientras todos asienten.
Dos preguntas más tarde, la discusión toma tintes más técnicos y Arrieta invita a los candidatos a hablar sobre ordenamiento del territorio santacruceño.
La necesidad postergada por décadas de tener un plan regulador cantonal es mencionada por cada uno de los representantes de los partidos.
Aunque Mauricio Mexicano, del Partido Acción Ciudadana (PAC), se atreve a dar algunas cifras, y asegura que un plan regulador urbano tiene un costo de entre ¢80 y ¢100 millones de colones, por lo que es necesario hacer alianzas estratégicas para costearlo. De quedar electo, promete, ese plan será una prioridad para él.
“Lo que yo voy a hacer es promover alianzas estratégicas con Inder, Dinadeco, para unir recursos y materializarlos”, puntualiza Mexicano.
El tema que sí divide la opinión de los aspirantes es el de la red vial cantonal.
Jorge Arturo Alfaro, del partido Auténtico Santacruceño, es del criterio de que la municipalidad debe empezar por la compra de maquinaria para trabajar los caminos y “dejar de hacer concesiones que solo generan malos recuerdos”.
Marco Vidal de Nueva República parece continuar con la respuesta de Alfaro y agrega, cada vez con un tono más eufórico: “No podemos despilfarrar el dinero que entra al cantón… tenemos adoquines, podemos adoquinar los pueblos”, sentencia ya al filo de que suene el silbato.
El candidato por Liberación Nacional, Iván Ramírez, ha pasado ya cuatro años como vicealcalde de Santa Cruz. Critica la propuesta de Vidal argumentando que antes de “hablar de compra de maquinaria” hay que hacer un diagnóstico del verdadero estado de las calles del cantón. “Hablar de compra de maquinaria sin ese diagnóstico es sumamente arbitrario y demuestra falta de conocimiento en materia de infraestructura vial”.
“Buena esa”, grita un señor en la primera banca. Y de ahí en adelante, lo sigue gritando con todas las respuestas que da el candidato verdiblanco.
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Están por cumplirse las tres horas de debate. Son casi las 10 p.m. y el moderador anuncia que es el turno de los vecinos. La mitad de ellos ya se fue.
Algunos de los presentes abren los ojos, dejan de bostezar, regresan a sus asientos, buscan a sus hijos entre las bancas de la iglesia y, los más comprometidos, se sientan más erguidos para quemar los últimos cartuchos de aplausos y gritos.
Marjorie Contreras es la primera en tomar el micrófono y en lugar de una pregunta, lanza un consejo: “No se olviden lo que ustedes plasmaron en sus planes de gobierno. Si llegan a la alcaldía, dejen de lado la bandera de sus partidos”.
El cansancio parece desaparecer luego del comentario entre los asistentes que quedan. Hasta los candidatos que minutos antes miraban sus relojes insistentemente, dan señales de estar listos para más.
Pero cuando parecía que la noche iba a terminar sin sobresaltos, un vecino pide la palabra y martilla los oídos de todos con gritos: “Amárrense los pantalones, nos han dado la espalda, no nos vengan con cuentos. Amárrense los pantalones”.
“Es un insolente”, dice una señora unas cuantas bancas atrás. El moderador con el ceño fruncido, toma otra vez el micrófono, le atraviesa unas palabras y dice tajante: “El ejercicio está cumplido”.
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