“Ese es un cinco negritos, ¿verdad pa…?”, pregunta Minor Cascante a su papá, Javier, mientras atraviesan la finca La Gloria y recitan el nombre de decenas de árboles y plantas, como dos botánicos revisando que no les falte ninguna.
Minor y Javier son parte de las doce familias que integran el proyecto agroecoturístico Loma Larga, una organización que busca devolverle protagonismo a las comunidades de Ortega y Bolsón de Santa Cruz mediante el turismo rural.
Aquí es donde los turistas firman su paso por finca La Gloria. La recepción del proyecto Loma Larga es un rancho rodeado de huertas, gallineros, naranjales y fogones humeantes.
Hasta la mitad de la década del 60, aquí funcionaron los dos principales puertos que tuvo la provincia (Ballena y Bolsón) para salir hacia la meseta central por el Río Tempisque. Tras la construcción de la carretera Interamericana, cambió la ruta del comercio y, con ello, vino el estancamiento económico de estos pueblos, condenados al desempleo, las sequías y las inundaciones… hasta ahora.
“Los integrantes de La Gloria quieren recuperar la historia de lo que pasó en Puerto Ballena y Bolsón. Por aquí cruzó toda la economía de Guanacaste hasta el 65.” dice Javier Cascante.
Fotos borrosas, tiempos mejores
En La Gloria, de 64 hectáreas, hay un mural fotográfico con imágenes fotocopiadas de tiempos mejores, al menos para el distrito. Fotos borrosas de embarcaciones y de los expresidentes Alfredo González Flores y Ricardo Jimenez, que alguna vez pasaron por Puerto Ballena y Puerto Bolsón, tratan de convencer a sus visitantes de que a pesar de lo poco que se ve al llegar a Ortega, este fue un lugar de mucha importancia para Guanacaste.
Todavía me subo en las carretas pero ya me da miedo, por eso estoy enseñando a mi nieto (Juan Andrés, de 20 años) a boyear para que trabaje con la carreta y los bueyes en finca La Gloria.”, dice don Donaldo Villegas de 85 años.
“Cuando nos arruinó el huracán Mitch en el año 1998 tuvimos que levantarnos con una nueva idea, la que estamos montando ahorita”, dice don José Villegas, presidente del proyecto.
El desastre que les arrebató 40 hectáreas de caña y 250 cabezas de ganado los obligó a pensar en otro modelo de negocio.
Para llegar al corral donde se ordeñan las vacas hay que atravesar un claro donde se está construyendo el restaurante y además un bosque secundario dentro de Finca La Gloria, terreno que forma parte del proyecto agroecoturístico Loma Larga.
Sabían que para subsistir no podían depender solo de los trabajos temporales que les daban en las meloneras o en los cañaverales y que tampoco podían “apostar solo a la canasta de los huevos del turismo” pues los ingresos llegan solo en una temporada.
“Antes un cortador de caña también podía ser productor, ahora se quedó solo en cortador de caña”, dice don José.
Por eso desarrollaron esta idea de turismo sostenible, con el plan de amalgamar una propuesta en que los visitantes conozcan la comida autóctona, la vida rural guanacasteca con todos sus matices y hasta cómo se ordeña una vaca.
Turismo con historia
A Enilda Cascante Ruíz (71 años) le dio bronquitis hace un mes y por eso no puede trabajar en el fogón, pero ayuda con las demás tareas de la finca porque asegura que la hace sentir mucho mejor estar aquí que limpiando en la casa.
Loma Larga es un proyecto que se enfoca en no dejar de hacer lo que estas familias mejor saben: agricultura y ganadería. Estas 12 familias producen mantequilla de maní para el hotel Calaluna, papel reciclado de fibra natural y también buscan migrar hacia una agricultura orgánica y sostenible. Al mismo tiempo, sus miembros quieren rescatar la parte histórica del distrito y convertirla en una oferta turística.
El tour consiste en un viaje en lancha por el Río Tempisque partiendo del Refugio Cipanci, que está lleno de biodiversidad y aves típicas de los humedales. Después, regresan a la finca La Gloria, hacen senderos, ven una reseña histórica de Ortega y Bolsón en el fotomural y visitan la granja y la huerta donde se puede cosechar cuando hay producción. Finalmente, pasan a una parcela donde los turistas siembran un árbol y se convierten en un socio ambiental del proyecto Loma Larga.
A ambos lados del camino hacia el Refugio Cipanci, entre agua anegada se pueden ver varias especies de aves acuáticas como garzas blancas y garzas rosadas pico de espátula.
Más que guías turísticos, dentro la finca puede encontrar personas comprometidas y enamoradas de sus raíces. Dispuestos a explicar con paciencia y orgullo quiénes son, quiénes fueron y de qué forma buscan reconstruir sus glorias pasadas.
Don Javier Cascante se detiene junto a los árboles que plantan los turistas cuando visitan Loma Larga. Algunas de estos árboles son especies en riesgo. “Muchos de nosotros ya estamos bastante avanzados en edad y queremos que se involucre más la juventud porque esto es de ellos. Queremos que haya fuente de trabajo para que no tengan que irse a otros lugares”, dice Javier.
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