Medio Ambiente, General

Un planeta sin basura

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En el mundo natural no existe “la basura”. Todo lo que la naturaleza produce es, finalmente, un recurso valioso para ser reutilizado. Cuando una planta o un animal muere, por ejemplo, los restos sirven de nutrientes y energía para otros animales y microorganismos, un verdadero ciclo sostenible que se ha perpetuado por millones de años. Todo crece, vive, muere y es utilizado una y otra vez. Una fórmula exitosa, ¿verdad?

Los seres humanos, por otro lado, estamos convirtiendo nuestro hermoso planeta en un verdadero basurero. Océanos, ríos, playas y comunidades: ninguno se escapa de la gran cantidad de productos que hemos creado sin planear qué pasaría con ellos al final de su vida.

El reciclaje es un buen intento para recuperar y reusar parte de los residuos que producimos; pero, ¿será suficiente para salvar nuestro planeta de la creciente contaminación?

Como se puede comprobar,  en la naturaleza existe un modelo cíclico de los recursos: estos son siempre reutilizados;  mientras que el ser humano utiliza un modelo lineal en el cual los recursos se toman, se usan y se desechan.

La Fundación Ellen MacArthur propone una idea que repiensa y rediseña nuestro futuro, al plantear una economía cíclica en la que nuestros residuos crean capital en vez de reducirlo.

Proyectan crear materiales de empaque seguros y biodegradables que, en vez de contaminar, ayuden al final de su vida a convertirse en un recurso para el suelo. Como no todo puede ser biodegradable, se sugiere que a los aparatos eléctricos y electrónicos como refrigeradoras, celulares y computadoras, por ejemplo, se les dé un ciclo específico a los materiales que los componen (metales, polímeros, aleaciones y otros), para que mantengan su calidad y puedan aprovecharse una vez que el aparato ya no funcione. Todos estos productos se fabricarían para poder desensamblarlos y reconfigurarlos, y no para ser desechados.

 La Fundación sugiere repensar, además, sobre “la estructura de propiedad” de nuestro modelo actual. Este apunta a que, en vez de ser los dueños de un aparato como nuestro celular, más bien contemos con una licencia del fabricante, al cual se le devolvería el artículo al final de su vida útil, para que el productor pueda reutilizar sus partes.

 Este modelo realmente ayudaría a que cualquier producto creado sea de mejor calidad, de mayor duración, y que desde su diseño se planee cómo reutilizar cada pieza con la que se construye. Estaríamos copiando a nuestra sabia madre naturaleza que, por billones de años, ha sabido mantener un perfecto balance, sin generar “basura”.          

 Los consumidores, por otro lado, tenemos tanta responsabilidad, o tal vez aún más, que el productor. Nuestra demanda impacta la oferta. Las compañías producen lo que los individuos compren.  Un consumidor consciente de su impacto en el planeta, evitará materiales como el estereofón, o productos como las vajillas y cubiertos desechables, que tardan miles de años en desaparecer. Sustituirlos es cuestión de elección.

 Con gran imaginación e innovación, el ser humano fue capaz de llegar a la luna y ha logrado descifrar muchos de los misterios de nuestro universo. Un planeta sin basura no es un sueño inalcanzable: es, más bien, el futuro que cada uno de nosotros debemos ayudar a diseñar. 

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