Regional, Nicoya, Medio Ambiente

Viaje al centro de la tierra en las cavernas de Barra Honda

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Desde la cima mirábamos un foso oscuro. Apenas se podía ver la curva de una escalera de metal que desaparecía en aquel hoyo negro. Dos guías nos aseguraron los arneses y nos ataron a una cuerda para descender 17 metros a la entrada de Terciopelo, una de las 42 cavernas subterráneas que se han descubierto hasta ahora en el Parque Nacional Barra Honda.

Las cuevas están compuestas de calcita o carbonato de calcio y eran originalmente arrecifes de coral con capas de microorganismos y depósitos minerales que gradualmente formaron las cuevas debido a la presión y a las altas temperaturas. Todo esto estuvo favorecido por la actividad sísmica de las placas tectónicas del Cocos y del Caribe durante un período de 70 millones de años, según el administrador del parque, Dorian Méndez Guevara.

Méndez nos cuenta que los indios Chorotegas utilizaron las cavernas para sacrificios humanos, así lo demuestran los huesos y otros artefactos encontrados allí. En tiempos más recientes se utilizó la zona para ganadería y agricultura hasta 1974, cuando se formó el parque nacional de 2 300 hectáreas. El parque beneficia a las comunidades cercanas de Barra Honda, Santa Ana y El Flor y a una asociación de guías locales de estos tres municipios que se encarga de llevar a los visitantes a las cuevas, además de servir como bomberos forestales.

Jose Ángel Rosales Acosta, uno de los guías y bomberos locales de El Flor, recuerda haber jugado en la zona y montado a caballo para juntar el ganado antes de que la tierra se convirtiera en parque nacional. Cerca de 1965, cuando la tierra aún era propiedad privada, algunos miembros del club de montañismo de la Universidad de Costa Rica comenzaron a explorar las cavernas profesionalmente. Rosales dijo que desde que el gobierno compró la tierra y formó el parque todo ha mejorado, ya que la gente ha aprendido a cuidar de la tierra.

En el parque habitan aproximadamente 28 especies de murciélagos, 17 de anfibios, 86 diferentes tipos de aves y alrededor de 23 mamíferos. Actualmente, se están realizando  investigaciones nacionales e internacionales  en las cavernas para estudiar aves, mariposas, árboles y murciélagos. Unas 100 personas participan cada año en el programa de voluntarios del parque y vienen principalmente de Europa y Canadá, ayudando en programas como educación ambiental y mantenimiento del parque.

Abajo, el interior de la cueva es un poco fangoso y frío pero Méndez nos dice que pronto se secará y que generalmente hace calor. Luego enciende una linterna y alumbra alrededor señalando largas estalactitas que semejan carámbanos que crecen a un promedio de 5 000 años por centímetro. Algunas formaciones parecen cortinas, otras supuestamente papayas y otras palomitas de maíz. Vemos una roca que brilla a medida que continuamos el descenso. Bajamos otra escalera a la segunda sala y, a este punto, hemos descendido un total de 72 metros. Aquí apagamos las linternas para experimentar la oscuridad absoluta.

A los visitantes sólo se les permite entrar a dos de las cavernas: Terciopelo y Cuevita, que es una cueva pequeña más accesible para los niños. Otras cavernas pueden ser vistas desde arriba durante excursiones. Después de volver a subir la escalera y salir de Terciopelo (un buen entrenamiento físico) nos dirigimos a otra de las atracciones del parque: el Mirador de Nacaome. Desde este punto privilegiado, podemos ver el amplio valle  rodeado de colinas reforestadas y el Golfo de Nicoya, Isla de Chira y otras islas. Es impresionante.

Para llegar a las cuevas hay que caminar 3,5 kilómetros en gran parte cuesta arriba, pero durante la estación seca se puede conducir la mitad de la distancia y estacionar el vehículo. La caminata total es extenuante y la visita guiada dura por lo menos cuatro horas, así que hay que comenzar temprano. Se recomienda llevar buenos zapatos para caminar y repelente contra insectos. Los cascos y las linternas de cabeza son proporcionados, pero quizás quiera llevar un cambio de ropa adicional o un foco.

Para llegar al Parque Nacional Barra Honda desde Nicoya, siga directo pasando el Burger King, donde la carretera se vuelve de lastre, continúe unos 12 kilómetros, siguiendo las indicaciones marrones del parque nacional. El parque está abierto todos los días de las 8 de la mañana hasta la1 de la tarde para visitar las cuevas, y de 1 a 3 de la tarde para caminar por los senderos. El costo, incluyendo la visita a las cuevas, es de $25 (12.500 colones) para extranjeros y $15 (7500 colones) para los nacionales, con descuentos para estudiantes y para grupos de 10 o más personas. Para visitar solo los senderos, el precio es de $10 (5000 colones) para extranjeros y $2 (1000 colones) para los nacionales. Para obtener más información  llame al 2659-1551.

Pase por el Café Kura para disfrutar bocadillos caseros

Durante su visita al Parque Nacional Barra Honda, pase por el Café Kura, una colorida cafetería  administrada por una dama alemana llamada Andrea S. Toda la comida es preparada con anterioridad, así que no hay que esperar mucho tiempo por su orden. Café Kura se especializa en helados caseros, queques y empanadas, además de ofrecer smoothies, batidos, jugos naturales, café y capuchino.

Los precios son razonables, con queques que van desde 800 a 1 200 colones. Empanadas de vegetales, espinaca, pollo y queso de 800 colones y helado hecho en casa por 1000 colones. Para algo un poco más abundante, pruebe la lasaña de 2 200 colones.

Café Kura, que abrió sus puertas en junio del 2011, fue catalogado número uno en la zona de Nicoya en Trip Advisor. Andrea cree que una de las cosas que diferencian su café de otros lugares es su estilo personal con los clientes. Ella habla con ellos y les ofrece información y asesoramiento. Ella también vende souvenirs, incluyendo joyas hechas por mujeres locales en El Flor, así como cerámicas y camisetas. La cafetería está situada a 700 metros antes de la entrada del parque en el lado derecho y está abierta desde las 11 a.m. hasta las 5 p.m. todos los días.

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