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Fernando Matamoros, el menor de cinco hermanos varones, desde la niñez se diferenció de los otros cuatro, que eran esencialmente agricultores y empezó a esbozar sus primeros dibujos. Llegada la adolescencia a los dieciséis, partió de casa a estudiar y conocer otros países, sus hermanos solo recuerdan que mencionó Cuba y Panamá, pero quién sabe dónde mas habrá estado. Él siempre volvía a su casa, sorprendiendo con regalos, pintaba nuevas obras que quedaban plasmadas en paredes y azulejos y volvía a partir.
Prácticamente su vida la hizo en San José, lugar donde estudió en la Casa del Artista; entre sus visitas a su pueblo creó para la Iglesia de las Delicias de Garza, un Cristo emanando un rayo azul y otro rojo del corazón posado entre flores tropicales, obra que consideran lo más valioso del pueblo. Y es que reconstruir a aquel que se fue, a aquel que era artista entre gente humilde y de campo, es adentrarse en misterios hondos; de él queda una foto manchada por la humedad pues él era el que con su cámara regalaba memorias para que no se perdieran en el desteñir del tiempo.
Fernando tuvo un propósito que varias veces tuvo que aplazar por falta de recursos económicos y era el de crear una escuela de arte para su comunidad y los visitantes de la zona; el pintar murales religiosos en múltiples lugares del país además de mosaicos y proyectos en lugares públicos y privados, no bastaba. Tal vez será por su carácter generoso que siempre tuvo y que su hermano presenció hacer tres veces con los ninos del barrio (regalarles el cambio de monedas que tenía) la última semana de su vida. Y es que es esto lo que se debe saber de un hombre que entregó su vida al arte, su forma de vivir la vida.
El día que le esperaba llegó y don Fernando a la edad de 60 años hizo sus labores diarias, visito a los hermanos, se afeito y aseo, tal vez presintiendo que era tiempo de dejar el cuerpo que le había acompañado a tantas jornadas y partió como sol al atardecer…. sin pausas y sin prisas, a causa de un ataque cardiaco. Pinceladas de luz, palabras hermosas dedicadas a la poesía, lo sacan de la sombra y lo ponen, quien sabe por cuánto tiempo y a quien quiera verle, vivo y apasionado, como habrá sido. En paz estás Fernando Matamoros, en paz viviste y en paz te vas.
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