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Opinión: Por una Guanacaste incluida en todo momento, no solo en las elecciones

El lunes 5 de febrero Costa Rica despertó como una familia muy grande que tenía meses peleando, ofendiéndose, gritándose en la cara sus defectos. Sin una explicación clara, éramos conscientes de que algo sucedió con los resultados electorales… o algo que ya venía sucediendo se terminó de consolidar: se rompió la burbuja.

Algunos integrantes de esta familia pensábamos que el domingo 4 de febrero todo se solucionaría y que, al día siguiente, podríamos desayunar juntos y tranquilos. Pero eso no sucedió: nos habíamos lastimado tanto que no éramos capaces de convivir en la misma mesa.

Ante los resultados, no tardamos en buscar a los responsables. Según el Tribunal Supremo de Elecciones el abstencionismo alcanzó el 34,4%, un 2% más que las elecciones del 2014. En Guanacaste un 40,77% de los empadronados decidieron no salir a votar, en Puntarenas un 44,5% tomó la misma decisión y en Limón 42,97% se sumó a los abstencionistas. El top tres de cantones con mayor abstencionismo lo ocupan Golfito, con un 49,93%, Talamanca con un 49,5% y La Cruz con un 48,42%.  Los que decidieron no votar fueron más que los votos que individualmente obtuvieron los dos partidos que alcanzaron la segunda ronda.

Las cifras de abstencionismo dejaron en evidencia a uno de los “culpables”. En las redes sociales abundaron quienes acusaron a Guanacaste, Puntarenas y Limón de “darle la espalda al país y obligarle a una segunda ronda”, algunos le sumaron reproches como “ser los lugares que primero piden ayuda cuando hay un desastre natural y donde más apoyo social se reparte”. Las zonas rurales fueron acusadas de ser las culpables de que la familia peleara por dos meses más.

Aparecieron quienes acusaron a los electores de estas provincias de “ignorantes” y “dejarse llevar por el clientelismo”, de apoyar a un candidato si les ofrecían diarios de comida, latas de zinc o el mismo almuerzo del día.

¿Le han dado Guanacaste, Puntarenas y Limón la espalda al país? ¡No! Costa Rica y sus gobernantes llevan décadas dándole la espalda a las costas. Un simple análisis estadístico respalda la información.

Según el Índice de Progreso Social (IPS) 2017, que mide cómo se convierte la riqueza de los países en desarrollo para todos sus habitantes, los cantones con menores índices pertenecen a las provincias periféricas. Golfito ocupa el puesto 72, Talamanca es el último en el puesto 81 y La Cruz se encuentra en el puesto 80.

Una de las dimensiones que mide el IPS es la de necesidades humanas básicas, que incluye mediciones en seguridad personal, vivienda, agua y saneamiento, nutrición y asistencia médica básica. Talamanca también ocupa acá el puesto 81, Golfito sube al 65 y La Cruz se encuentra en el 79.

Otros datos confirman el olvido en que están las zonas rurales. Según la Encuesta Nacional de Hogares 2017, el 20% de los costarricenses se encuentran por debajo de la línea de pobreza (de ingresos mínimos). Pero si nos vamos a la zona rural, la cifra sube a 24,21%.

A pesar de lo anterior, estas zonas no le han dado la espalda a Costa Rica. En el 2015, el turismo representó el 5,8% del PIB y el 27% de la fuerza laboral, generando $3,4 mil millones (incluyendo el costo del tiquete). En el 2016 ingresaron al país 1,69 millones de turistas y el 53% tuvo como destino Guanacaste.

En la región Chorotega se ubican plantas eólicas, hidroeléctricas y geotérmicas. Y no podemos dejar de lado al sector agropecuario y su aporte al PIB: en el 2013, la OECD indicó que la agricultura seguía siendo el segundo empleador más importante para Costa Rica. “(…) una estrategia de crecimiento orientada hacia el exterior, ha llevado al desarrollo de un sector competitivo a nivel internacional, que representa casi el 40% de las exportaciones”, dijo el organismo.

 

«Tampoco les acusemos de ceder ante el clientelismo, es muy fácil juzgar con el estómago lleno».

 

Entonces, ¿por qué más del 40% de los electores de las zonas rurales se abstuvieron a votar? Las soluciones para las personas que viven en pobreza en la zona rural se gestan en su mayoría desde un escritorio en el Área Metropolitana.

Pese a esfuerzos como Avancemos, Las Redes de Cuido y Puente Al Desarrollo, hemos excluido a las zonas rurales. ¿Por qué saldrían a votar? Sus habitantes se han cansado de que, campaña tras campaña, se les prometa un desarrollo que nunca llega. Los líderes comunales de los partidos políticos no se ven en la necesidad de innovar en su discurso, siempre se promete el mismo puente, la misma carretera, las mismas opciones de empleo que no llegan.

No les pidamos el  voto a personas que por décadas han confirmado que ese voto se vuelve inútil. No sin antes exigir a los gobernantes inclusión real, territorialidad del desarrollo, oportunidades reales de empleo, dejar de ver a las costas como el balneario para vacacionar o el lugar remoto a donde donar regalos en navidad. Tampoco les acusemos de ceder ante el clientelismo, es muy fácil juzgar con el estómago lleno.

Antes de buscar culpables, seamos empáticos, analicemos la realidad de aquellos que deciden no salir a votar y busquemos soluciones más allá de exponerles el plan de gobierno.

El  próximo domingo 1° de abril votaremos de nuevo y tal vez el 2 de abril podremos reconciliarnos. En el futuro, no nos olvidemos de los primos lejanos a los que solo vemos en vacaciones.

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