Nota especial: Guanacaste Ocean View

Guanacaste Ocean View: una vida de lujo… pero ¿a qué costo?

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Guanacaste Ocean View: una vida de lujo… pero ¿a qué costo?

Te vas a tomar una semana de vacaciones. Tenés unos cuantos cientos de dólares. Empezás a planear: buscás una casita cerca de la playa en alguna plataforma en línea, seguramente un Airbnb en El Coco o Marbella. Te ofrece cocina, excelente conexión a wifi, una pequeña piscina para refrescar el calor del mediodía. No está frente a la playa pero lo suficientemente cerca para ir a surfear o correr en las mañanas. El precio semanal es tres o cuatro veces más de lo que ganaría ese mismo propietario si lo alquilara todo un mes a un solo inquilino, pero eso no te molesta porque igual vos ganás en dólares. Hacés los cálculos y decidís quedarte allí una semana más, quizás un mes. Quizás te antojás y sigás viajando así por Costa Rica. 

O tenés mucho más dinero, digamos unos cuantos millones de dólares que querés invertir en Costa Rica en un desarrollo inmobiliario de segundas residencias. Decidís comprar un terreno en Nosara, en El Coco, en Villarreal. No te vas frente al mar como lo harían los inversionistas de antes. Te vas a las montañas o incluso a los pueblos cercanos donde antes nadie invertía. Quizás el terreno esté frente a un barrio con poquísimos recursos, pero no te preocupás demasiado: sabés que conforme lleguen más expats a tu desarrollo, más presión habrá para que esas personas vendan sus terrenos y se reubiquen en zonas más alejadas.  

O digamos que sos originario de la zona. Y empezás a ver cómo el auge de los nómadas digitales y del boom inmobiliario trae más de eso que conocemos como desarrollo: notás cómo la muni empieza a arreglar las calles, cómo llegan los servicios básicos que antes no existían, cómo se instalan las compañías de internet, los supermercados de lujo, las actividades culturales. Notás que incluso se generan empleos para quienes antes no tenían ni ₡2.000 al día para sobrevivir. 

Pero también ves a tu comunidad cambiando, quizás más de lo que te gustaría. Ves a desarrolladores apropiándose de acueductos comunitarios, comenzás a notar que hay agua para los hoteles, pero que vos abrís el grifo y no te sale nada, empezás a notar construcciones ilegales en plena zona marítimo terrestre a vista y paciencia de la muni, te das cuenta de que las aguas negras están llegando al mar, los comercios cercanos comienzan a cobrarte en dólares y te recetan menús en inglés…

Guanacaste está llena de esos contrastes que no se ven en los anuncios de Airbnb o de bienes raíces. La industria turística sí es la gallina de los huevos de oro de Costa Rica (le aporta más al Producto Interno Bruto que cualquier exportación agrícola), pero  hay muchas razones para pensar que los dólares que invierten los nómadas digitales y los habitantes ocasionales en esos pueblos muy pocas veces le generan igual riqueza a la población y en muchos casos más bien la desplazan. 

Estas desigualdades están en el centro de lo que conocemos como gentrificación: el desplazamiento de comunidades originarias por otras que llegan con más recursos. No es un fenómeno exclusivo de Costa Rica. Por el contrario, ejemplos como los de Ciudad de México, Harlem en Nueva York, o Tulum en el caribe mexicano retratan bastante bien el camino que está siguiendo Guanacaste. 

En este especial vas a encontrar crónicas, reportajes y semblanzas que evidencian esta desigualdad. Comunidades a las que el prometido desarrollo llega a cuentagotas o del todo nunca lo hace. Los primeros reportajes sobre El Coco, Marbella, playa Panamá y Brasilito son apenas el inicio de una serie que La Voz de Guanacaste producirá a partir de ahora como uno de sus pilares de cobertura. En las siguientes etapas de esta investigación verás reportajes sobre Nosara, Sámara, San Juanillo y otras zonas costeras de Nicoya, Santa Cruz, Carrillo, Liberia y La Cruz.

Créditos

Investigación: Hulda Miranda

Fotografía: César Arroyo Castro
Edición: María Fernanda Cruz y Noelia Esquivel Solano

Diseño: Roberto Cruz
Coordinador de audiencias: Rubén F. Román
Traductora: Arianna Hernández

 

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