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Rey en triciclo

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Abrí la refrigeradora y no había absolutamente nada para desayunar. No tenía muchas ganas de ir a comprar algo al supermercado y recordé, justo en ese momento, que un compañero de trabajo tenía el número de un señor que vendía empanadas o, como les dicen algunos, “pasteles” (porque están hechas a base de harina de trigo).

“¡Suéltelo mi rey!”. Así me contestó el teléfono, como si fuéramos amigos de toda la vida. En menos de dos minutos estaba el famososo “Mi Rey”, cuyo nombre de pila es Daniel Herrera, frente a mi casa, contando no sé cuántos chistes improvisados mientras yo sacaba la plata para pagarle.

En casi nada, Mi Rey convirtió mi frustrada mañana sin nada qué comer y cero ganas de cocinar en un día lindo con desayuno de campeones -porque su pastel lo tiene todo: pinto, huevo, queso y hasta plátano maduro.

Así le alegra las mañanas él a decenas de nicoyanos, que todos los días lo llaman, lo buscan o se lo topan en la calle y le compra este manjar de reyes (reyes que aman los carbohidratos y la grasa, eso sí). Su producción asciende ya a las 80 empanadas diarias, pero nunca se come ni media porción. “Desde el tercer día ya no quería ni un pastel más”, cuenta con una sonrisa grandísima.  

Mi Rey siempre está feliz. Amanece como un conejito Duracell, con demasiada energía. Por eso es muy querido en Nicoya, porque donde quiera que vaya con su triciclo y su silbidito singular, reparte besos, saludos y bromas. Y a todo el mundo le dice, por supuesto, “mi rey”.

Él también es así en su casa. Su esposa Carmen Campos, con quien tiene 29 años de matrimonio (aunque siempre parece que están en plena luna de miel) y sus hijos Héctor y Fernando lo confirman. No hay día en el que Mi Rey no esté riéndose o cantando su música cristiana a todo galillo.

Huyendo del Sandinismo

Carmen y Daniel nacieron en Nicaragua. Las pocas opciones de trabajo y los conflictos por el Sandinismo -que incluso lo metieron preso durante unos cuantos días- los obligó a venir a vivir a Costa Rica hace 28 años y aquí tuvieron a sus hijos.

Sus primeros años los pasaron en Los Cuadros de Goicoechea, en San José. No hubo noche en la durmieran tranquilos, pensando en que a sus hijos les pudieran hacer algo, dada la inseguridad del barrio. “Yo les compraba sus carajaditas de juegos de video, para que no vivieran encerrados como presos”, cuenta Mi Rey.

Hace 12 años, decidieron acabar con la tortura y mudarse a Nicoya, donde se han sentido como en su natal Nicaragua.

“Solo mi Dios sabe lo que a mí me ha gustado Guanacaste”, dice Mi Rey, quien es buen narrador: cada historia de su vida es una mezcla de detalles y humor con un ingrediente que nunca deja de lado: alguna lección cristiana.

Además de llamar a sus clientes “mi rey”, también usa mucho “mi brotherrrrr” o “brotherrrrcito”. Así, con el acento de la erre bien marcado.

Los pasteles de oro

Cuando Mi Rey se mudó a Nicoya, llegó con una mano adelante y otra atrás; sin nada de plata, pero con familia para mantener. Aunque en Nicaragua y sus primeros años en Costa Rica su fuerte era la construcción, no le tenía miedo a cualquier trabajo, por lo que se le ocurrió vender jugo de naranja en las mañanas.

Los jugos se vendían bien, pero notó que no era competitivo, así que decidió vender frescos. Él salía a la calle y Carmen se encargaba de la producción en casa. Fue precisamente ella quien vino con la idea de hacer empanadas.

Al principio, Carmen no estaba tan conforme con su producto. Empezó a observar a los clientes potenciales y vio que en el pueblo la gente prefería las empanadas de trigo por encima de las de masa, así que cambió la receta y… ¡vaya receta!

Desde entonces el negocio empezó a crecer. Tanto, que Mi Rey pudo pagar los estudios de ingeniería en sistemas de su hijo Héctor en una universidad privada y los cursos de mecánica de Fernando, el menor.

Los pasteles tienen tan buen pegue, que ambos hijos llevaban al colegio y a la U para venderle a sus compañeros y profesores. “Siempre he dicho que la carga de la casa la llevamos juntos los cuatros. Somos una familia”.

El Alabao

Mi Rey no es de muchos pasatiempos. No le gusta el fútbol aunque a veces ve las grandes ligas del baseball. Lo suyo es la iglesia. Es evangélico y muy creyente, al igual que toda su familia.

Es tan cristiano que algunos excompañeros de construcciones le decían Alabao.

A sus 53 años se siente relajado, pues ya tiene a sus hijos grandes y les pudo dar el estudio. Hoy su sueño es poder comprar la casa en la que vive, en San Martín de Nicoya.

Quizás Mi Rey no sabe mucho de marketing ni de posicionamiento de marca, pero sus pasteles y su personalidad son un concepto difícil de imitar en Nicoya. En él, los fiebres de las empanadas (o pasteles) encontramos a nuestro propio rey. Mi Rey.         

 

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