Identidad

Si Bagaces tuviera un trofeo se llamaría Llanos del Cortés

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En Costa Rica hay dos tipos de cataratas: las que hay que sufrir, sacrificarse y caminar hasta más no poder para llegar a ellas y las que simplemente se disfrutan. Llanos del Cortés es la segunda; lo tiene todo y solo hay que dejarse llevar por el sonido del agua.

La llegada no es nada complicada. De Bagaces son 6 km en dirección a Liberia. Allí se observa un letrero a mano izquierda que conduce al sitio y de allí se recorre aproximadamente un kilómetro.  No se necesita un vehículo 4×4 ni tener piernas de acero. De hecho, es el lugar perfecto para quienes quieren dejar el carro en el parqueo, caminar un par de minutos, contemplar la belleza y gozar de un chapuzón.

Desde la entrada del letrero se escucha que la catarata es impresionante y eso que, con la sequía, los vecinos afirman que está más pequeña.

 

 

La cascada pertenece al cantón de Bagaces, en la comunidad Llanos del Cortés (de ahí su nombre) y  parte del Río Potrero, que luego de caer conduce el agua por más de un kilómetro. El lugar es un bien municipal, por lo tanto es un lugar público y solo hay que dejar una contribución voluntaria.

Por ahora, la Iglesia Llanos del Cortés, el Patronato de la Escuela de Bagaces y el Comité de deportes del cantón, se turnan las semanas para que les quede a ellos las ganancias por las visitas. Sin embargo, ya la Muni está construyendo una casetilla oficial.

Minutos antes de que el atractivo turístico cierre por el día, niños y adultos se divierten a orillas del agua en una tarde de Mayo.

De acuerdo con Janine Atencio, directora del departamento de Gestión Urbano Rural de la Municipalidad de Bagaces, el municipio invirtió un poco más ¢29 millones en la construcción de casetillas y de baños públicos que se terminarán a mediados de junio. No obstante, la funcionalidad de los servicios podría tardar hasta cinco meses más, pues están esperando los permisos de Setena para perforar un pozo. Una vez terminadas las casetillas, será el gobierno local el que administre el sitio, pero se está definiendo qué porcentaje se destinará a la comunidad.

De cara con el agua

Son pocos los escalones que hay que bajar para llegar al agua, no son ni cinco minutos, pero para un adulto mayor podría ser algo complicado. Atencio asegura que para final del 2016  pretenden construir accesos universales para los visitantes.

Durante los meses de verano muchas familias guanacastecas visitan la catarata pues es de las pocas zonas en las que corre agua todo el año.

Luego de las gradas, una arena blanca, como de playa, toca los pies. El sonido del agua se convierte en el centro de atención y una brisa húmeda empieza a refrescar la cara. De pronto, ahí está ella. La catarata es hermosa, es fuerte y también es serena.

Sin duda, es la joya de Bagaces, es su trofeo. No hay un dato oficial de su altura (algunos locales dicen que mide 19 metros mientras que otros dicen que 21 metros).  No son medidas exhuberantes, pero las cortinas de agua que dibuja en el paisaje son más sorprendentes que las dimensiones.

Todo el sitio está rodeado de vegetación. Frente a la catarata hay una especie de playón en donde los turistas pueden poner sillas o esteras para tomar el sol y llevar su hielera para pasar un buen día con familia o amigos.

Justo ahí está Gerardo Rizo, conocido como Lalo, quien desde hace seis años tiene un puesto de carnitas a la parrilla, granizados y refrescos. De entrada, tiene cara de pocos amigos, pero conforme conversa, uno se da cuenta que sus camisas floreadas de colores no fueron pura coincidencia.

“Lo mejor de estar acá es que uno ve al mundo pasar. Hay gente que viene de países que uno no se imagina y salen encantados con la catarata. Aquí los días corrientes pueden venir unas 300 personas, pero hay días que llegan hasta 1.000”, dijo Lalo.

Desde adentro

El calor de Guanacaste toma fuerza y yo me consumo en la poza que se forma en la catarata. El agua es fría de primer impacto, pero luego seduce. Conforme más camino, más profundo es. Se dice que la poza tiene hasta más de cuatro metros de hondo.

Flotar en el agua es como olvidar que el mundo pasa. Desde adentro el agua es transparente, y aunque con el movimiento de la cascada no se puede ver el fondo, sí se ven los pececillos que nadan a mi lado.

La mejor parte es ponerse debajo del agua. La fuerza golpea la espalda, relajando los músculos. Diez minutos debajo de la caída del agua es igual a una hora de una sesión de masajes privados.  La única recomendación es que, si el día anterior llovió fuerte, no es buena idea nadar debajo del agua, porque podría caer algún tronco o roca.

La  cascada también genera otra poza más, que está como a cinco minutos caminando de la grande y en ella muchos locales hacen clavados y piruetas en el aire.

Unas cinco horas en el sitio bastan  para salir con la piel más limpia, con la espalda más relajada y con una inexplicable y repentina sensación de alivio.

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