Comunidad, Identidad

Una comunidad en La Cruz decide cambiar el destino de las tortugas en vías de extinción

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Ricardo Obando cuidó botes durante dos años y medio en Playa El Jobo de La Cruz. Había vivido siempre ahí pero hasta que empezó a pasar las noches en la playa se dio cuenta de que las tortugas llegaban a su orilla a anidar. “Nadie les daba importancia. Más bien, uno se topaba a la gente con los sacos de huevos robados”.

Él y el compañero con el que trabajaba decidieron salir por las noches para esconder los huevos. Tiempo después, vieron las primeras tortugas nacer y enrumbarse al mar.

Hasta me dieron ganas de llorar”, recuerda con una sonrisa gigante en su rostro.

Además de los hueveros, algo andaba mal: a principios del 2015 empezaron a circular unas fotos en las que aparecen unas tortuguitas apiñadas en un recipiente y con un montón de gente alrededor. El hotel Dreams Las Mareas, ubicado también en El Jobo, había organizado una fiesta en la playa y las luces las habían desorientado de sus nidos.

Desde el Valle Central, una bióloga llamada Maike Heidemeyer vio las fotos e, indignada, le envió una carta al gerente para que le diera explicaciones. El gerente dijo que no volvería a hacer fiestas en la playa y le aceptó la propuesta de hacer un taller de concientización con empleados y vecinos.

Alisher Obando explica con toda propiedad cada paso del proceso de monitoreo de rayas. Foto: César Arroyo Castro

En octubre hicieron el taller y Maike conoció a Kembly y a Randall Mora, esposa y cuñado de Ricardo. Ellos se acercaron a Maike para pedirle ayuda para proteger a las tortugas, pero ella les dijo que no. “Me dijeron que habían muchas tortugas todo el año, pero todo mundo siempre dice eso”, recuerda Maike.

Sin embargo, estaban decididos a no cruzarse de brazos y proteger el mar a como pudieran y  a finales del año, Kembly, Ricardo, Randall y otra decena de vecinos iniciaron procesiones nocturnas desde sus casas hasta las playas, que quedaban hasta a tres km de distancia.

Estuvieron cuatro meses patrullando la playa y registrando datos básicos como el tipo y la cantidad de tortugas y nidos para enviárselos a la bióloga y demostrarle que no mentían, que sus costas eran ricas en especies marinas.

No era fácil para ellos iniciar solos un proyecto de conservación. Esta es una comunidad pobre, que pertenece al cantón con el penúltimo puesto en el ranking del índice de progreso social (IPS) del país. La mayoría de hombres son pescadores y las mujeres amas de casa.

Con los datos, la bióloga e investigadora empezó a pensar en cómo el compromiso de la comunidad podría funcionar para hacer investigaciones sobre las tortugas marinas.

«Tenemos un gran vacío relacionado al estudio de los sitios de alimentación, porque no tenemos dinero para estarlas monitoreando: se necesitan botes, redes y personas”, dice Heidemeyer.

Maike volvió a la casa de Kembly, y con varias familias empezaron a darle forma a un proyecto en que comunidad y biólogos trabajaran por la investigación y conservación de las especies.

Hoy, el grupo de vecinos hace patrullaje de tortugas en cinco playas de la comunidad. Maike les enseñó a tomar los datos. Luego encontraron un nombre y formaron, oficialmente, una organización no gubernamental (ONG) integrada por expescadores, amas de casa, niños y biólogos: Equipo Tora Carey (ETC). Su nombre viene justamente de las tortugas que estudian: negra o tora, carey y verde.

Poco a poco fueron agregando a sus actividades el monitoreo de rayas y la captura de tortugas mar adentro. Con todas tienen un mismo protocolo: las miden, las pesan, les toman fotos, muestras de sangre y de tejido, las marcan y, finalmente, las liberan ilesas.

“Es una marca única para cada animal”, explica Randall. Y todo lo registran para enviarlo a la Red Integral de Tortugas Marinas (Ritma), al Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (Cibcm), al Centro de Investigación de Ciencias del Mar (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR) y al Laboratorio de Biología Molecular (Biomol) de la Veritas.

Científicos, turistas y comunidad forman una triada clave. Los turistas, usualmente estudiantes extranjeros, sostienen económicamente el proyecto con el pago del hospedaje en las casas de las familias de El Jobo y de las actividades de excursión. La ONG también tiene una cuenta abierta en la que recibe donaciones.

«Estamos buscando participación de más estudiantes y turistas nacionales», destaca Maike.

Biólogos como Maike analizan la información de las especies para idear acciones comunales y política pública para protegerlas.

Las comunidades, según Maike, son clave para revertir el proceso de extinción de las especies.

Si uno no involucra a los actores con la fauna, los datos no van a servir para nada”, explica esta alemana con un español casi perfecto.

A la orilla de las playas y mar adentro, los turistas, voluntarios y estudiantes se convierten en los asistentes de investigación junto a los miembros de la comunidad. Sostienen los animales durante el muestreo, ayudan a subirlas a las lanchas, las pesan, las miden y las liberan.

También involucran a los niños. Cada miércoles, en la escuela de la comunidad, reciben clases de educación ambiental; los sábados limpian las playas y aprenden a reciclar.

Tras dos años de trabajo de ETC y según sus propios registros, los nidos de tortugas están protegidos en un 98% y los pescadores locales tienen cuidado si en sus redes capturan accidentalmente una raya. También hicieron un convenio con el hotel Dreams Las Mareas, que les apoya con dinero y ellos les hacen informes sobre el patrullaje nocturno en la playa donde está ubicado.

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El patio de la casa de Kembly y Ricardo es el centro de operaciones de ETC. Tiene muchas sillas, un par de mesas, el motor de una lancha y equipo de esnórquel que utilizan para los muestreos.

«Aquí han hecho hasta taxidermia, y han abierto tortugas y tiburones”, cuenta Kembly, quien actualmente coordina la alimentación y el hospedaje de los voluntarios y turistas en ETC.

Alisher (hija de Ricardo) anota los datos que su papá y Ariadna Ayén (estudiante española) toman muestras de una de las rayas que capturaron. Foto: César Arroyo Castro

Todo esto, dicen ellos, es un reto. Necesitan construir un espacio adecuado para guardar el equipo y las muestras que toman, para hacer los talleres y charlas de protección ambiental. También contratar patrulleros y comprar más equipo. Para ello, saben que tienen que fortalecer su modelo de donaciones y visitas de turistas.

Pero los frutos del proyecto son buenos. Como los turistas locales y extranjeros se hospedan en las casas de la comunidad, las familias han mejorado su economía.

Una de ellas es la de Grace Rodríguez. Es una señora tímida y muy sonriente que nunca ha salido de La Cruz a visitar otras partes de Costa Rica. En cambio, el mundo llega a su casa cuando recibe a estudiantes estadounidenses  y europeos. Los lazos que se forman durante el hospedaje hacen que luego de irse, los estudiantes la contacten para saber de ella y su familia. “Eso se siente lindo en el corazón”, dice.

Su esposo, al igual que la mayoría de hombres de la comunidad, se dedica a la pesca.

Hay veces que el mar se pone difícil y con esto ahora tenemos otro ingreso”, cuenta Rodríguez.

Esto también ha cambiado la visión de los niños que antes soñaban con ser pescadores, como sus papás, y hoy anhelan ser biólogos.

“Nosotros no decimos que vamos a cambiar la mentalidad de todo el pueblo. Lo que estamos haciendo ni siquiera lo vamos a ver nosotros. Van a ser nuestros hijos que en 25 o 30 años conocerán a las tortugas que nosotros anidamos”, dice Randall.

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“La primera vez que intenté atrapar una raya duré tres días”, recuerda entre risas Ricardo luego de capturar tres en una mañana de octubre. Luego las libera y las mira mientras se alejan nadando hasta que se pierden en el mar.

Hoy Ricardo es el encargado de monitorear rayas en las playas de El Jobo, incluso con los pronósticos más desfavorables como  cuando la lluvia enturbia el mar y Ricardo apenas puede ver sus brazos en el océano.

 

*El número de resolución del Área de Conservación Guanacaste que permite hacer las investigaciones de Equipo Tora Carey es el R-SINAC-ACG-PI-012-2018

 

 

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