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Editorial – ¿Hasta cuándo en el limbo?

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La Cruz se ha convertido en un limbo para las personas que salen de sus países en busca de trabajo y de un sueño llamado Estados Unidos. Los vecinos de este cantón, el segundo más pobre de Costa Rica según el Índice de Progreso Social, se sienten aislados del proceso de introducción de los grupos que llegan todos los días a barrios como Las Vueltas o El Jobo y se quedan allí con sus niños y sus pocas pertenencias hasta que encuentran una nueva esperanza para cruzar la frontera.

Algunos logran traspasarla, exponiéndose a los peligros habituales de la selva: mordeduras de serpientes, caídas en ríos, insoportables dolores musculares. Otros muchos regresan al lugar con las manos vacías, literalmente.

Cuando visitamos la frontera, a mitad de julio, notamos un clima hostil entre vecinos y migrantes. Algunos son serviciales, les prestan corriente eléctrica para que carguen sus teléfonos, los acompañan a sacar dinero que les envían sus familiares o los invitan a tomar café. Sin embargo, otros se sienten molestos porque aseguran que nadie les pidió “permiso”.

Una situación muy diferente a la que vivieron los migrantes cubanos, a quienes el pueblo acogió de buena manera, casi festiva. “Probablemente por racismo”, nos dijo el presbítero de la comunidad, Orlando Figueroa.

Lo más preocupante es que estas personas están viviendo en condiciones difíciles, se están quedando sin dinero y no tienen pasaportes. ¿Qué va a pasar con ellos? Ni siquiera el Gobierno lo sabe realmente.

Aunque sabemos que es una situación que ningún país ha sabido cómo resolver, el Gobierno y las autoridades podrían incluir a la comunidad en las conversaciones y en las decisiones que tomen. No para expulsarlos, como seguramente les pedirán, sino para buscar una solución en conjunto. Si este es un problema que va para largo, será mejor comenzar a buscar soluciones complementarias.

En un país en el que la población envejece rápidamente, los demógrafos han insistido en que la migración es determinante para dinamizar la economía. ¿Y si comenzamos por formalizarlos en vez de seguirnos quejando?

 

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