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El respeto es la clave de la felicidad para una mujer nicoyana madre de cuatro generaciones

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Simona Villegas Cortez era madre en grado superlativo. Dio a luz doce veces (seis hijos y seis hijas) y vivió para ver el nacimiento de treinta nietos, diecinueve biznietos y, en agosto del 2010, el nacimiento de su primer tataranieto. El jueves 5 de marzo del 2015, Simona nos dejó.

Este es un artículo publicado por nuestro periódico en Agosto del 2011, en honor al día de la madre.

 

El respeto es la clave de la felicidad para una mujer nicoyana madre de cuatro generaciones

Simona está feliz y orgullosa de ser la matriarca de una familia tan numerosa en la que además todos muestran gran respeto, tanto por ella como entre ellos mismos. 

“Gracias a Dios somos muy unidos,” cuenta con orgullo.  Se aman y respetan los unos a los otros, no tienen vicios, todos han estudiado y trabajan. Sus hijos han elegido carreras en derecho, educación, trabajo social, radiología e ingeniería forestal. Ella atribuye su increíble respeto al ejemplo que ella y su esposo han dado para ellos. “Tanto él como yo somos respetuosos de la religión y serviciales a la comunidad, y eso lo enseñamos a nuestros hijos,” explica.  

Sus primeros años

Simona nació el 24 de marzo de 1917 en Quebrada Honda de Nicoya y ya lleva cumplidos  94 veranos.  Terminó el 5to grado cuando tenía aproximadamente 12 años y, como no habían profesores disponibles para continuar más allá de ese nivel, se quedó en casa ayudando a su madre hasta que se casó. Simona sonríe mientras relata cómo se enamoró mientras bailaba con su futuro esposo, Juan Guevara Matarrita, quien es sólo un mes más joven que ella. «Las costumbres de antes eran muy distintas a las de ahora», recuerda. En ese entonces no había ningún contacto durante el cortejo y la comunicación era limitada ya que no habían teléfonos. Juan venía a visitarla a caballo y se enviaban papelitos el uno al otro.

Tenían 23 cuando se conocieron y después de un año de salir se casaron. Simona tuvo que hacer algunos cambios. «Era muy orgullosa», relata. Provenía de una familia de comerciantes y había disfrutado de muchas comodidades. Por su parte la familia de su esposo trabajaba en la agricultura y la ganadería y, a pesar de contar con algunos recursos, vivían con lo básico. Además, no podía comprar cosas en sitios cercanos y debía mandar a traerlas desde Puntarenas. Por suerte su suegro era muy cariñoso y le compraba cosas, incluyendo una máquina de coser, lo que permitió a Simona explorar su creatividad en la moda. «Veía una moda y la guardaba», explica mientras señala hacia su cabeza. Diseñaba distintas prendas de memoria. Conforme su familia fue creciendo vestían bien con las creaciones de Simona. Una de sus hijas, Nuri Guevara Villegas, siguió el ejemplo de su madre y se hizo costurera.

Simona tuvo su primer hijo a los 24 años. «No sabía lo que era ser mamá», explica. Pero aprendió. Vivían en una finca en Caballito de Nicoya. No había televisión pero Simona le cantaba a sus hijos. Su esposo recorría 37 kilómetros hasta Nicoya a caballo para comprar cosas para la familia, trayendo de regreso dulces o granizados y, aunque éstos se derretían de camino, su familia disfrutaba su sabor.

Aunque ella y su esposo provienen de familias muy distintas, Simona está agradecida porque supieron cómo entenderse y respetarse. «El no toma, no fuma y no me trata de tonta», mencionó. Y es atento con ella.

Las penas y alegrías de la maternidad

Los momentos más tristes en la vida de Simona han sido la muerte de tres de sus hijos. Uno murió al nacer y otro a los cinco meses, pero lo más difícil fue cuando uno de sus hijos murió a los 28 años. Murió de cáncer de garganta en un hospital en San José. Estaba sola con él cuando murió y tuvo que regresar a casa sola con el cuerpo de su hijo para enterrarlo, pasando en autobús por Liberia ya que en aquel entonces aún no existía el Puente de la Amistad. Luego, tres de los cuatro hijos de su hijo vinieron a vivir con ella y ella los crió como si fueran propios.

Actualmente Simona vive en barrio Virginia de Nicoya. Ella y su esposo han estado casados durante 70 años y están rodeados de su familia ya que la mayoría de sus hijos viven en el mismo barrio y los visitan a diario. Dos de sus hijos viven en San José y uno en Tilarán, pero los visitan cada mes.

«Somos muy fiesteros», asegura sonriendo su hija Nuri, mientras ella y Simona describen la forma en que la familia celebra los días especiales como cumpleaños y el Día de la Madre. Se reúnen para almorzar, compartiendo sonrisas, chistes y vacilando entre ellos sin ninguna malacrianza.

«Como madre ha sido ejemplar», cuenta Nuri con orgullo. Les inculcó muchos valores, incluyendo el respeto por ellos mismos y por los demás, respetando las decisiones y opiniones de otros. Por ejemplo, cuando su padre dividió la finca entre ellos, todos respetaron sus decisiones sin cuestionar qué parte se le dio a cada uno.

A sus 94 años Simona tiene diabetes leve y recientemente se fracturó la muñeca al caerse en el baño, pero su vista no se ha debilitado y con orgullo muestra sus piernas libres de várices. Su vitalidad es evidente mientras recibe y abraza con fuerza a sus visitantes y, con tantos hijos, nietos y bisnietos ¡tiene de sobra a quien abrazar!

 

 

 

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