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Gabriel Serra, el cineasta que retrató un mito entre fronteras

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Un tren se arrastra por San José llevando un mito en su interior y lo extiende lentamente hacia todas comunidades del país.

Ese tren es una metáfora de nuestra historia, y también el vehículo que pone en marcha el primer largometraje dirigido por el cineasta nicaragüense Gabriel Serra: El Mito Blanco. 

El director documentó la historia de tres familias con orígenes migratorios y cómo sus distintas realidades están unidas por años de invisibilización. 

Nicaragüenses, afrodescendientes e indígenas son los protagonistas de estos relatos. Ellos y ellas desde lo íntimo de su cotidianeidad y sus historias sobre migración e identidad nos confrontan con la realidad: existe el mito de que la población de Costa Rica es mayoritariamente blanca.

El Mito Blanco es un mosaico de paisajes y de rostros que reflexiona sobre la construcción de una nación y su identidad. 

Desde la educación oficial y la cultura popular nos enseñan que el origen de lo costarricense es una mezcla entre indígenas y españoles, y que los ticos son mayoritariamente “blancos”. La cinta intenta desarmar esta noción a través de las historias de vida de Janis, Emerita, Milagros y sus familias. 

La Voz de Guanacaste conversó con el director nicaragüense sobre cuál fue su experiencia al cruzar la frontera con un coyote, cómo la pandemia cambió su película, y qué podemos hacer para desarmar este mito. Aquí les compartimos parte de la entrevista: 

LaVoz: Parte de la investigación para el documental fue cruzar la frontera con un coyote. ¿Podés contar un poco sobre todo este proceso?

Gabriel Serra: Era muy importante para que yo pudiera hablar de esto, que conociera a las comunidades y esas fronteras. El flujo de migrantes es grandísimo, tanto legal como el que no tienen papeles. Te digo un dato, en diciembre por el trillo que queda al lado de la frontera pasan alrededor de dos mil personas a diario. Me encantó meterme en esa vara. Yo fui en la madrugada cuando pasan con los celulares para ver por los trillos. Lo caminé en distintos momentos, de día y de noche con un coyote. 

Entonces los fronterizos ticos te esperan en la carretera. Cuando se montan a los buses a unos metros revisan a todos. Y si no traen la cédula, los echan presos. Yo no traía mi pasaporte y me echaron preso. Me metieron a una perrera con unos chavos nicas y yo les dije ‘tengo un pasaporte, pero no lo traje porque ando en el proceso de investigación’ y no me creían. Por supuesto que no le creen a nadie porque todos mienten. 

Me llevaron en una perrera, cerraron la puerta donde no tenía oxígeno y yo le digo ‘loco, yo no puedo respirar en un lugar tan cerrado, me vas a matar’. Cerró la perrera y yo iba cagado porque no podía respirar. Son perreras muy pequeñas donde entra muy poca luz. Y ahí iba, platicando con varios nicas que tampoco tenían pasaporte. Pero bueno, era parte de la experiencia y yo quería vivirlo también.

 LV: Antes tenías una historia de San Vito que ya no aparece en la película ¿Hiciste algún cambio?

GS: No estaba contento con esa película y aparte, se le enviaba como un par de gente y nunca me decían nada. La envié a un par de festivales y no la aceptaban. Vino la pandemia y yo dije: “Tengo que agarrar al toro por los cuernos. La película la tengo que reeditar yo”. Entonces me senté, y me puse aquí en la casa tres meses a darle, a probar nuevas estructuras, a darle más protagonismo al tren. En fin, hice una nueva película para serte muy sincero. Básicamente eso fue lo que me permitió la pandemia, como obtener más claridad.

LV: ¿Qué tienen en común estas comunidades?

GS: Los indígenas, los nicas y los afros tienen este vínculo comunitario, porque sus familias son muy, muy, muy unidas. Ver cómo los niños viven y conviven en estos espacios desde lo lúdico del juego, de la inocencia. Lo naíf (ingenuo) en el sentido de que no entienden muy bien los problemas de sus lugares. Y yo creo que también lo que lo vincula a estos espacios es que de alguna manera tienen mucha falta de oportunidades. 

Hay algo un poco triste, que nos sorprendió a todos. En algunas comunidades la pobreza hace que algunos de ellos se sientan un poco avergonzados de sus orígenes y de que no, que no quieran seguir, digamos, con la tradición de sus orígenes. Sin embargo, no se nota tanto realmente en las tres historias, tratan de que sobrevivan sus raíces a pesar de sus condiciones socioeconómicas. 

LV: No se nota tanto porque fue una decisión tuya. 

GS: Exactamente. Por una cuestión ética, no me parece digno para ellos presentar a personajes empobrecidos, con un sentimiento de lástima, presentarlos con esa huella de olor que los marca para toda la vida y que no les permite seguir adelante. O sea, vas a ver la película al final, no te lo quiero decir, pero sí hay esperanza siempre. Sí hay amor, sí hay energía, sí hay fuerza para seguir adelante.

La película fue grabada en diversas localidades de Costa Rica (San José Centro, La Carpio, San Vito, Madre de Dios y Limón), de Nicaragua (Masaya) y en la ciudad fronteriza con Panamá (Paso Canoas). Crédito: Melisa ValarinoFoto: Melisa Valarino

LV: Existe una perspectiva de que la migración tiene una cara muy masculina. Siempre en muchas narrativas quienes migran son los hombres para trabajar y mandar plata, ¿qué suma para el documental tener estos personajes femeninos?

GS: Yo quisiera pensar que a veces no elijo a los personajes por el drama de cada uno de ellos. No, de las personas y de las historias me interesaba que tuviera su dolor, pero me interesaba el alma, el amor y la vida que existe todavía en ellos. En la inocencia que puede existir todavía en estas familias y en estas historias. Y este sentido de luchar por su cultura, por tener derechos en una sociedad donde se habla de avances, pero sólo están en papel, no están ejecutados en la vida de estas personas y de esta comunidad. 

Para mí que sean mujeres muy importante, el mundo es más pesado en un sistema capitalista y machista. Me parece que son historias todavía más profundas por esta carga social que se les ha dado. Es el tipo de mujer con la que he crecido: mi madre, mi abuela, mi tía. Yo crecí entre mujeres. Todas son mujeres que los hombres las han abandonado y que ellas han tenido que salir adelante. Y que yo me identifico con esa lucha.

LV: Has hablado anteriormente sobre el poder de imaginar espacios y situaciones ¿Cuáles cosas sucedieron como las habías imaginado y cuáles te tomaron por sorpresa? 

GS: La pandemia me dio como un momento de iluminación, de conectarme de nuevo conmigo mismo. Para mí, el cine sí es una vía donde uno abre el tercer ojo, que es esta capacidad de conectarte con tus sueños, con lo que deseás y con lo que vos aspirás. 

El tren es el corazón de esta película, es un viaje. Es un viaje por lo más profundo de la Costa Rica que no conoce todo el mundo. Cuando nos montamos a las seis y media de la mañana en el tren saliendo de Limón el fotógrafo, el sonidista y yo- a filmar todos los pasajes, yo iba llorando en ese camino. Iba llorando porque era algo que yo me había imaginado mucho. Fue como cumplir un sueño.

Siempre uno siente la memoria del pasado, siempre”- Janis, personaje afrocostarricense. 

LV: Como extranjero ¿sentís que te ayuda poder ver este tema desde afuera?

GS: Por ahí cuando uno es un local como que ya todo lo da por sentado, ¿no? Entonces, efectivamente, creo que como esta postura de outsider o de este otro, de este extranjero, de esta persona que no es local, como que a mí sí me se me hace relevante hablar de estos temas. A mí sí se me hace relevante en un contexto mundial donde hay un presidente como Trump y donde estamos parece retrocediendo en la historia y no hemos aprendido como seres humanos de todo lo que ha pasado. 

Que no se hable de estos temas en un país tan pequeño que se considera asimismo muy desarrollado, pero que está lleno de tantos contrastes en una región empobrecida y también robada, corrupta. 

Ahora como está el mundo, no podemos dar un mínimo espacio ni a una situación racista, ni a una situación machista, ni a una situación con un gobierno que excluye a los otros y que no le de su derecho. Me parece más allá de ser outsider o ser alguien de afuera, me parece importante que se diga. Que se diga desde una perspectiva visual, poética, narrativa y sensorial. 

«Me parece que hablar desde los oprimidos, desde los marginados, desde los invisibilizados, le da más potencia porque sus historias son muy fuertes. Me interesó mucho que la película al final tratara sobre los que no son blancos» – Gabriel Serra. Créditos: Melisa Valarino

LV: ¿Viste el mito blanco igual de encarnado en estas comunidades o pensás que es algo que tiene más fuerza en el centro del país?

GS: El mito es fundacional, creado por los políticos de este país y por una serie de científicos y de gente en las cúpulas más altas. Nace con la identidad nacional, con la idea de cómo vamos a construir. Nace del centro hacia las comunidades ¿dónde está centralizado el poder? En la capital. Aquí es donde están los dueños de los medios de comunicación, aquí donde está la construcción de los mensajes, es donde está la construcción del pensamiento. Aquí es de donde salen los textos escolares para el país.

Vos me podrás decir “Gabriel pero yo veo que en esa comunidad ellos no hablan de que existe una diferenciación racial”. Pero en la manera en que ellos están viviendo, la manera y las oportunidades que ellos tienen, que estamos hablando de que en esas zonas hay un monocultivo. La escuela es una escuela linda, pero no hay más. Como el acceso a las cosas es responsabilidad del Estado y eso está centralizado.  

LV: ¿Se puede desmontar ese mito?

GS: Una pregunta difícil. Creo que justo por eso hice la película. Primero, ver la película en el sentido de que puede ayudar a que se hable de eso, comenzar a poner el dedo sobre la llaga. El segundo paso para generar un diálogo con esta película ¿cómo vamos a cambiar esto?, pero que también esto tenga incidencia más grande en espacios como el senado u organizaciones, que las comunidades propias que empiecen a decir “cabrones, nosotros tenemos derecho”. 

Yo creo que la manera en que esto puede cambiar es que todo el mundo empiece a hablar de esto y que todo el mundo empiece a exigir. A exigir no sólo las comunidades afro, indígenas, nicas. Que todos como población también exijamos por ellos.

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