Regional, Vida y salud

Curas creativas para días de hospital

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Ian Jácamo Rodríguez sube y baja repetidamente del carro. Abre la cajuela, revisa los espejos, enciende el radio, menea su cabeza al ritmo de la música y le echa una risilla a su mamá Katherine Rodríguez, sentada cerca de él.

Ian, de dos años, no está estrenando un regalo de Navidad. Es uno de los pacientes del Hospital Enrique Baltodano, en Liberia, que hoy llegará motorizado a la sala de operaciones.

“Ian, ¿dónde están los papeles de ese carro?”, le pregunta la anestesióloga Matilde Moreno cuando llega a recogerlo al cuarto. Ian, de dos años, pone sus manos en el volante y se enrumba a sala de operaciones con la complicidad del personal médico. “¿Ese carro tiene marchamo?, “¿usted tiene edad para manejar?”, bromean con él mientras avanza.

El gastroenterólogo Jorge Vargas donó el carrito para modificar la escena diaria de ansiedad y apego extremo de los niños a sus padres antes de entrar a una cirugía, y que les dificultaba empezar el procedimiento.   

“Con esto el proceso anestésico se hace más agradable, porque la medicación ya no ocupa dosis tan elevadas”, explica el doctor Ramiro Batista, jefe de operaciones en el hospital. “Ha disminuido el nivel de estrés y tienen un despertar mucho más agradable”, agrega.

Mientras se dirigía a sala de operaciones, Alison Suárez robaba miradas y sonrisas a pacientes, acompañantes y personal del Hospital La Anexión. Foto: César Arroyo Castro

En el Hospital La Anexión de Nicoya, la Asociación Prohospital también dio uno. Lo donaron unos empresarios del cantón.

Esta no es la única solución que han procurado los mismos médicos de los hospitales de la provincia. Otros han sacado plata de su propio bolsillo para que los pacientes tengan un recuerdo agradable en medio de sus días de hospital.

Por ejemplo, en el 2016, el Hospital La Anexión inauguró su torre médica y el personal se propuso de inmediato que el parto de las mujeres fuera más agradable que en años anteriores. Una práctica que es conocida como “parto humanizado”.

“Las bolas les relaja los músculos del piso pélvico y entonces les ayuda a sentir menos las contracciones”, explica la enfermera Espinoza, de La Anexión, mientras Fiorella Bonilla se prepara para el parto. Foto: César Arroyo Castro

“Todas las obstetras de aquí se han capacitado en el tema, a raíz de que han habido muchas cosas de la violencia obstétrica”, explica la enfermera supervisora de sala de partos, Gloria Espinoza. Se refiere al maltrato que históricamente las mujeres han recibido en los hospitales antes, durante o después del parto.

Las enfermeras obstetras compraron bolas, difusores de aromas y un reproductor de música para que las embarazadas usen los implementos si así lo quieren.

Los adultos con alguna enfermedad también obtienen beneficios de las soluciones de los médicos. En las unidades de diálisis de la provincia, el personal médico se toma el tiempo de enseñarle los números y letras a las personas con enfermadad renal que no saben leer ni escribir. También buscan formas de que aprendan el proceso médico para hacerse la diálisis, que sustituye la labor de los riñones.

El personal médico de Nicoya construyó un recuadro para fotografiar a los papás con sus recién nacidos en la sala de postparto. Foto: César Arroyo Castro

“Muchos son de muy bajo nivel educativo. A veces inclusive no saben leer o escribir, entonces hay que apoyarse en otro tipo de recursos como símbolos y dibujos”, explica el nefrólogo del Hospital de Liberia, Javier Estrada.

Además, los doctores y enfermeras buscan ayuda económica del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) o de las municipalidades  para que los pacientes puedan acondicionar sus cuartos y dializarse en sus casas.

lgunas enfermeras de La Anexión, como Kembly Gómez, imprimen tarjetitas por cuenta propia para regalarle a los papás un recuerdo. Foto: César Arroyo Castro

Uno de ellos es Manuel Mercado. “Fíjese que yo estoy muy agradecido porque no podía ver a los hijos porque me lo pasaba en el hospital todo el día”, dice mientras sus cuatro hijos ven televisión en un cuartito hacinado, en el barrio Marina Bustos en Liberia. “Significa más tiempo en familia”, dice Manuel, su hijo mayor de 17 años.

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