Arrancó el curso lectivo en la Escuela Barrio Los Ángeles de Nicoya. A las 7 a. m., niños y niñas cruzan el portón y en la fachada se lee la frase “Orgullosamente guanacastecos”. Más adelante, los recibe un mural en cartulina que les dice “Bienvenidos” y bajo esas letras, tres niños de rasgos idénticos sonríen abrazados.
Los pasillos y aulas están adornadas con ilustraciones en su mayoría de niños con piel blanca, enormes ojos verdes y, en muchas ocasiones, cabello rubio. Muy pocos son de piel morena, como los que realmente corren por los pasillos de la escuela.
La Voz de Guanacaste visitó este y otros centros educativos para observar qué dicen las paredes sobre quiénes somos los guanacastecos.
Más allá del 25 de julio
Las escuelas no abordan la herencia racial de niños y niñas guanacastecas con ejemplos cotidianos y modernos, sino como un recuerdo histórico, dice el profesor de sociología del Instituto de Estudios para el Desarrollo Centroamericano, Gabriel Vargas.
“Es un rol exótico o folclórico que de alguna forma mitificamos”, dice Vargas, pues esa diversidad parece destinada solo a fechas específicas como el Día de las Culturas o el Día de la Anexión del Partido Nicoya.
En el Instituto Guanacaste en Liberia, por ejemplo, los rasgos indígenas se representan solo con imágenes pegadas en las paredes de hombres en tapa rabo en medio de un maizal, o casos excepcionales de superación como la líder indígena guatemalteca Rigoberta Menchú.
“La belleza tiene estereotipos, y las chiquitas bonitas no pueden ser las morenas, a no ser de que sea para el reinado del maíz”, dice de forma crítica Irina Umaña, profesora de artes plásticas de la Escuela de Barrio Los Ángeles de Nicoya. Ella ha utilizado sus lecciones para cuestionar esos conceptos de belleza en los alumnos, y que dejen de utilizar la palabra “negro” como un insulto.
Para ella, todos los dibujos que hacen de sí mismos sus estudiantes tienen que respetar su color de piel. El lápiz de color “rosado chanchito”, como ella lo llama, está prohibido para sus alumnos morenos.
Olvidar la Suiza centroamericana
Para Vargas, el primer paso para aceptar esa riqueza étnica que llevamos todos los guanacastecos es reconocer que hay un problema. Que nos creímos el mito de la Suiza centroamericana, el cual nos ha hecho pensar que somos más blancos que los países vecinos. Y que eso es motivo de orgullo.
“Entre la cultura costarricense y latina se practica mucho el “colorismo”, que entre más oscura sea tu piel, más feo sos. En las escuelas se reproducen esos valores”, dice el sociólogo.
Cambiar esas ideas tan arraigadas no es sencillo. Por eso Irina tiene otras tácticas para que sus estudiantes se valoren y se quieran tal y como son: “Estoy convencida de que cuando yo llevo una chiquita al espejo y le digo ‘¿usted sabía que usted es hermosa?’, y se sonroja y me dice ‘nadie me lo había dicho’. Yo sé que hay algo que ya cambió”.
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