Cuando Enzo Eleazar y Eltud Oguste dejaron su natal Haití, hace cuatro años, en busca del sueño americano, nunca se imaginaron que serían padres por quinta vez y menos que su bebé nacería en Costa Rica con cédula cinco.
A menos de un mes del nacimiento de su bebé, las prioridades de esta pareja de migrantes han cambiado drásticamente: ahora ya la meta no es llegar a Norteamérica sino lograr que su hijo o hija -desconocen el sexo- nazca y sobreviva en el Centro de Atención Temporal para Migrantes (Catem), El Cruce, ubicado sobre la ruta 1 a unos kilómetros del centro de La Cruz.
Este albergue fue habilitado el 27 de setiembre del 2016 y, según datos de Migración y Extranjería, llegó a albergar hasta 1.800 migrantes, provenientes de África, Cuba y Haití.
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Pero en julio de este año, la cifra bajó a solo unas 14 familias, en su mayoría haitianos como Enzo y Eltud.
Sin documentos ni trabajo
El principal obstáculo que enfrenta esta pareja de migrantes haitianos es la falta de documentos de identidad, lo cual les impide continuar su viaje y trabajar legalmente en el país.
Hace seis meses ambos perdieron sus pasaportes en Nicaragua, mientras intentaban cruzar la frontera.
Enzo, de 33 años, trabajó en construcción y carpintería y daría cualquier cosa por tener un trabajo que le genere ingresos a él y a su familia.
“A veces, cuando pienso que mi bebé va a nacer, pienso que es mejor la muerte. ¿Porque cómo voy a cuidarla a ella (Eltud) y al bebé?. Yo no tengo 500 pesos para comprarle una galleta y yo tengo dos brazos y dos pies para trabajar, pero no puedo”, relata con tristeza Enzo.
A sus 28 años, Eltud no habla español, solo el creole de Haití. Cuando Enzo le pregunta sobre cómo se siente de tener el bebé en Costa Rica, su mirada me transmite resignación.
De vez en cuando, alguien les regala ¢1.000, Enzo los usa para hacer una recarga a su teléfono y escribir un mensaje de whatsapp al resto de su familia en Haití para que sepan que todavía están vivos.
En sus cuatro años de viaje, tres los vivieron en Brasil donde trabajaron vendiendo refrescos y pulseras. Así pudieron mantenerse y ahorrar para el resto del recorrido entre Perú, Ecuador, Colombia y Panamá hasta llegar a La Cruz de Guanacaste, en Costa Rica.
-¿Se arrepienten de haber salido de Haití?, le pregunto.
-No, no, no. (Mueve la cabeza negando). En Haití no hay servicio (trabajo). Yo no salí para buscar más dinero sino para seguir viviendo”, afirma Enzo sentado en una piedra a la entrada del campamento.
Vivir en tiendas de acampar no es nuevo para ellos. Recuerdan que tras el terremoto que azotó su país en el 2010, parte de su familia tuvo que ser evacuada a un campo de refugiados.
Ambos agradecen la ayuda de los funcionarios de Cruz Roja, Migración, enfermeras y una pareja de traductores que trabajan y los cuidan en el Catem.
Enzo y Eltud esperan que, con el nacimiento de su bebé, su situación migratoria mejore, pues tendrá los derechos de cualquier costarricense.
“No quiero que mi hijo nazca y crezca en Haití. Si mi hijo nace acá va a tener la nacionalidad de Costa Rica. Creo que eso es bueno”, expresan con ilusión.
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