General, Espiritualidad

El coraje de ser vulnerable

“Vulnerabilidad suena como a verdad y se siente como a coraje. La verdad y el coraje no son siempre cómodos, pero no son nunca debilidades”  Brené Brown

Ya hace un tiempo vengo indagando profundamente en este tema, y gracias a la extraordinaria Dra. Brené Brown, investigadora y autora de varios libros en el tema de la Vulnerabilidad, he palpado de cerca el concepto y su vivencia.

Como muchas personas de esta sociedad moralista, perfeccionista y materialista, confieso que le he querido escapar a tan “malvada” vulnerabilidad toda mi vida.

Por haber nacido en un matriarcado y haber aprendido que solamente se llora por razones de extremo peso, crecí con la idea de que la vulnerabilidad no era nada más que una debilidad que debía eliminarse inmediatamente.

Al crecer con estas creencias, y ser reforzada por los medios, y las expectativas sociales, aprendí a hacer mi trabajo muy bien. Este radicaba en no indagar muy a fondo en mis inconformidades e inmediatamente solucionarlas con el camino más cómodo, aceptado por todos y muy importante, el que adormeciera el mal rato más eficientemente.

Vivimos en una sociedad que insiste en la perfección, que se enfoca en el que el que dirán, y éste que dirán pesa más de lo que dice mi corazón. La critica, el juicio, y la falta de perdón por parte de otros y de nosotros mismos, impulsan la letal VERGÜENZA y gracias a ella conseguimos algo que he llamo un Master en Adormecimiento. Este Master se especializa en tomar decisiones que complazcan ideas limitantes mías o sociales, a pesar de que vayan en contra de lo que soy y quiero.

Algunos ejemplos de lo que adormecemos es: querer pedir ayuda cuando no podemos solos, confesarle a alguien nuestros verdaderos sentimientos, poder decir “no sé…”, “no quiero…”, pedir disculpas cuando sabemos que hicimos algo mal, perdonarnos a nosotros mismos cuando hemos fallado, terminar esa relación laboral o sentimental, decirle a tus padres que escoges tu camino y no el de ellos, entre muchas cosas más que son incómodas pero que nuestro corazón nos pide a gritos hacer o decir.

Al adormecer nos sentimos insatisfechos, estresados, ansiosos y entonces decidimos refugiarnos en ciertas prácticas que cumplen su función de no sentir. Entre estas prácticas las más comunes son: exceso en drogas, alcohol, chismes (juzgo al otro para sentirme mejor acerca de mi), quedarse en relaciones disfuncionales que no van hacia ningún lugar, trabajar excesivamente, gastar compulsivamente, comer demasiado para llenar vacíos, sumergirse horas extensas en Facebook o enfrente de la televisión, sobre-socializar, o recluirse, etc.. y todo, para simplemente no tener que lidiar con el hecho de que decidimos no dejarnos ver tal y como somos.

Brené Brown define vulnerabilidad como: “dejarse ver completamente”, y cuando lo leí pensé: No, nunca ¡me juzgarán!, y este precisamente es el problema.

Creemos que si los otros nos ven, entonces seremos menos, seremos juzgados por débiles, y que además no nos amarán. Lo paradójico es que estudios demuestran lo contrario, además de que selectivamente no podemos adormecer nuestros sentimientos. Si adormecemos nuestra tristeza, la ansiedad, la incertidumbre y la vergüenza, al mismo tiempo estamos adormeciendo la felicidad, la autenticidad, la creatividad y el gozo por la vida.

Dejarse ver puede ser una de las cosas más incómodas que existen, pero en mi caso he descubierto que solamente cuando tomamos el coraje de decir la verdad, aunque nuestra voz tiemble y actuamos con el parámetro de éxito de nuestro corazón y no del éxito público, dejamos que nuestra alma evolucione y recoja los frutos de la valentía de ser vulnerable, los cuales son el amor incondicional, la plenitud interna y el éxito en todos los sentidos.

Ahora tú, lector, toma 5 minutos y escribe al principio de tu hoja: ¿Qué y cómo estoy adormeciendo? Escribe una lista de todo lo que jamás le confesarías al mundo, y cómo haces para lidiar con esto.

¿Ya lo escribiste? Ok, ahora, pregúntale a tu corazón: ¿Cuál es mi verdad? Enséñame a tener el coraje de ser vulnerable para darme el honor de vivir mi vida auténticamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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