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Invertir en el futuro, invertir en docentes

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Hoy se celebra el día mundial de los docentes, trabajadores incansables de la inspiración universal, porque educar bien es eso, inspirar.

En 1994 la UNESCO designó el 5 de octubre de cada año como la fecha conmemorativa para el día mundial del docente, y hoy, al llegar el vigésimo aniversario de esta celebración, le asigna como lema “invertir en el futuro, invertir en docentes”. No podría estar más de acuerdo con el enunciado que es tan cierto como necesario. Señala la UNESCO que son muchos los países donde la calidad de los proceso de enseñanza-aprendizaje se afectan directamente por la escasez de docentes. Según el Instituto de Estadística de la UNESCO, hay un déficit de estos profesionales que ronda los 1,4 millones en aulas del mundo entero, y esos profesores son indispensables para alcanzar la universalización de la educación primaria de aquí al próximo año. Hay en el mundo 250 millones de niños que aún no logran adquirir competencias básicas de lecto-escritura.

Pero a esa probada escasez debemos añadir otro problema aún mayor: la calidad de la formación docente. Y es que con frecuencia los profesionales de la enseñanza se ven obligados a trabajar sin los recursos básicos necesarios ni la adecuada capacitación. La formación docente debe ser un proceso continuo y cuidadoso que no se limite exclusivamente a los años de preparación universitaria. Requiere una constante actualización de las técnicas  y el fomento de las competencias de mediación pedagógica necesarias para un buen desarrollo de los estudiantes y los profesores mismos. La tecnología constituye entonces un aliado de gran valor para estos procesos dentro y fuera de las aulas. Computadoras portátiles, teléfonos inteligentes, redes públicas y abiertas de Internet, aplicaciones educativas y cursos en línea son elementos que conforman parte de una red de valor móvil, permanente y accesible para todos que propicia la mejora constante del sistema educativo, si sabemos aprovecharla. Esta red por sí sola no es suficiente. Los docentes deben procurar -con el apoyo del Ministerio de Educación Pública, universidades y organizaciones no gubernamentales- mecanismos y recursos para aprovecharla al máximo y sumergirse en el maravilloso mundo del aprendizaje continuo, globalizado, moderno, transversal e interactivo que ofrece la tecnología de hoy al servicio de la educación.

Los mejores maestros logran una conexión permanente y significativa con el conocimiento y con sus alumnos,  relaciones donde imperan la confianza y la admiración recíproca. Suelen ser campeones, súper héroes,  amigos y compañeros, puentes vivos que se reinventan con  nueva información y el aprendizaje de doble vía, maestros inspiradores. Pero los grandes retos del sistema educativo no son responsabilidad exclusiva de los docentes. Las universidades tienen su gran cuota de responsabilidad, los gobiernos, las comunidades y las familias, éstas últimas como fiscales y cogestores de la calidad de la educación que sus niños reciben, porque los valores también se aprenden en el hogar.

Una mejora significativa del sistema será posible cuando todos los actores tomen consciencia de la urgencia que este tema requiere para el desarrollo integral de nuestras sociedades. Debemos revalorizar el trabajo docente, darle la dimensión que realmente merece. Estoy convencido de que la calidad de nuestro sistema educativo siempre dependerá de la calidad de nuestros maestros y profesores.

¡Invirtamos en nuestros docentes! Invertir en Ellos es invertir en todos, hoy y mañana.

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