Ella no le tiene miedo a los juicios sociales. Lo que la gente pueda opinar de la vida de Ariadne Díaz es algo que no le quita el sueño, pues sabe que sus decisiones están basadas en el amor y no en los prejuicios. Hoy, su única preocupación es que su hija crezca sin temores, sin estereotipos y con la mejor educación.
Díaz es nicoyana y también es mamá de una niña de tres años— a quien La Voz prefirió proteger su identidad— y quien fue concebida por Fecundación In Vitro (FIV).
Por décadas, la FIV en Costa Rica fue ilegal. Los discursos éticos y religiosos iban y venían y la ley no se aprobaba. Fue hasta setiembre del 2015 que el presidente Luis Guillermo Solís, firmó un decreto que la legalizó; no obstante, la Sala Constitucional se la trajo abajo. Pese a todo ese lío legal, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó el pasado mes de marzo que se pusiera en vigencia el decreto que lo regulaba. Así las cosas, tanto los hospitales estatales como privados se preparan para arrancar con este tipo de tratamientos.
Mientras el país estaba entre debates y discusiones sobre la ley, otras parejas se daban cuenta que no podía procrear naturalmente, al igual que la nicoyana.
Ella, junto a su esposo español José Dabén, con quien contrajo matrimonio en el 2002 y vive en Estados Unidos, descubrió en el 2010 que tenía un tejido en sus trompas de falopio que maleaba al óvulo, rechazando la posibilidad de fecundar. Aunque recuerda esa etapa con lágrimas, pues hasta tuvo un aborto natural, Díaz valoró que el seguro médico de Estados Unidos le ofrecía la posibilidad de someterse al tratamiento de in vitro y les daba la oportunidad de tres intentos, pues el proceso no siempre es exitoso.
“Fue una decisión de pareja, no de la sociedad. La iglesia o el Gobierno no debe de meterse si yo quiero tener o no tener un hijo, así que decidimos someterme al proceso, pero casi no le contamos a nadie, no por las opiniones, sino más bien para no levantar expectativas en caso que no nos funcionara”, recordó la nicoyana.
Durante el embarazo y todo el proceso de Fertilización In Vitro, Díaz continuó con sus clases de baile y yoga, logrando que fuera un periodo tranquilo y sin estrés.
La ruta hacia el in vitro
Corría el 2011 y las conversaciones entre el matrimonio Dabén Díaz cada vez eran más sólidas en que querían realizar el tratamiento de FIV. Como cualquier proceso médico los riesgos siempre existen; sin embargo, los 40 años de edad de Díaz podían complicar las cosas.
El primer filtro que debió pasar la pareja para cumplir los requisitos con la FIV, fue una prueba psicológica para analizar si estaban preparados para ser padres, además de un estudio socioeconómico de la familia. Quizás esa fue la parte más sencilla del camino.
Hablar de aquellos días para la hoy mamá es como revivir la emoción y la aventura de su embarazo: sus ojos brillan y su tono revela felicidad de aquel momento, mientras no deja de mirar a su pequeña e inquieta hija cuando rebobina su cassette mental.
Luego de pasar las entrevistas comienza la etapa física. El tratamiento arranca con varias inyecciones de hormonas. Durante dos semanas Díaz tuvo que inyectarse todos los días hormonas para preparar su cuerpo; sin embargo, fue su esposo quien tenía que hacerlas de enfermero.
“Fue un proceso muy tranquilo, con mucha esperanza y con mucho amor. Ari es una persona muy optimista y yo también, entonces no recuerdo haber estado estresado.Si salía mal, lo volvíamos a intentar. Yo creo que estábamos tan relajados, que eso ayudó”, mencionó el español.
Tras la seguidilla de inyecciones la nicoyana tuvo que ir a la clínica para que le extrajeran los seis óvulos que había producido por las hormonas. Paralelamente, su esposo tuvo que dar una muestra de semen. Posteriormente, los médicos realizan la fecundación de los óvulos en tubos de ensayos y a la semana siguiente el matrimonio tenía dos embriones, que introdujeron en el útero de Díaz; de esos solo uno resistió.
En un primer intento de in vitro la pareja logró que ese embrión se convirtiera en feto y de ahí a la niña de tres años que es hoy.
“El proceso es tan maravilloso, porque realmente te das cuenta que el que uno nazca es el milagro de la vida, no por una cuestión religiosa, pero es un milagro que nazca un bebé, pues de todas las posibilidades pegó uno y tal vez, esas cosas lo damos por hecho”, dijo la madre.
Conforme los meses de embarazo pasaban, la pareja pensaba en quiénes serían los padrinos de su hija y eligieron al mejor amigo del matrimonio: Antonio Rivera, quien es costarricense y de orientación homosexual.
Sin prejuicios ni etiquetas
Ni Ari ni “Pepe”— como es llamado por su esposa— cuestionaron nunca el qué dirán acerca del padrino de su hija, es más, el que sea gay nunca fue un tema que importó.
“Nosotros no elegimos a un padrino gay, nosotros elegimos a mi mejor amigo. La persona que iba a querer a la niña igual que la queremos nosotros. Sabíamos que es la persona que por el amor que nos tiene a nosotros va a querer a nuestra hija”, explica Díaz.
En Costa Rica, durante el mes de febrero, un cura de Heredia impidió que un joven homosexual fuera padrino, pero a raíz de una revuelta mediática la Iglesia Católica lo terminó aceptando.
Para Rivera, ese tipo de acciones son reflejo del oscurantismo de algunos sacerdotes que no aceptan las diferentes orientaciones de los seres humanos.
“Creo que está más que claro que la preferencia sexual no va a interferir en el desarrollo de cualquier persona. Ya eso se trae. Yo soy gay y vengo de una familia heterosexual, entonces no tiene sentido, por eso no tiene sentido que se rechacen padrinos por su condición. Para mí ser padrino de la niña es un sueño”, contó Rivera.
Tanto Pepe como Ari nunca tuvieron miedo de ser solo ellos dos, sin hijos, pero la vida les jugó a su favor. Aunque para muchos su familia rompe con el status quo, para ellos son solo una familia más del millón.
“Mi familia es normal, no tiene nada de extraordinario. Para mí tener una niña in vitro y un padrino de la hija que es gay, es lo más normal del mundo. No me considero ni mejor ni peor. El aspecto principal que tiene que existir es el amor”, asegura el español.
Para dormirse, la pequeña toma el dedo gordo de su madre y duermen sostenidas de la mano.
La pequeña es la chispa de la casa. Pasa las mañanas en la guardería, pero cuando llega a su hogar es el vacilón y centro de atención de la familia. Con su corta edad, no entiende muy bien qué es in vitro ni qué es gay, pero sus padres esperan que sea más grande para que entienda y crezca sin estereotipos.
Hoy, con una legislación diferente en Costa Rica, muchas parejas guanacastecas podrían estar pensando si se someten al tratamiento o si dejan pasar la posibilidad de ser padres biológicos, por lo que Díaz recomienda que lo mejor es aislarse de cualquier opinión de los vecinos, amigos o familiares y decidirlo como pareja.
“El temor de que te juzguen no debería ser un factor importante en esta decisión, pues es un asunto de pareja. Aquí en Costa Rica la gente tiene mucho miedo, pues se ha vuelto una decisión de gremios: que si los católicos, los políticos, los diputados, pero no. Es un derecho que yo tengo como persona y como pareja”, concluye la hoy feliz mamá.
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