General, Estilo de vida

Más que una tabla con algo de cuerda

This post is also available in: English

Cada mañana me siento afortunada de poder caminar por la playa de Sámara con mi pequeño Border Collie con el que juego al frisbee mientras disfruto del agua, los de los cambios de la marea, de los colores del mar y del cielo… También me entretengo mirando qué tipos de pájaros hay en la playa cada día y comprendo que el mundo en que vivimos es increíble.

Una mañana de estas estaba caminando cerca de la escuela de español, Intercultura, y reparé en que la zona alrededor se mantiene como un parque, siempre bien cuidado.

Ahora, por suerte, se extiende más allá del Río Lagarto. Al lado del famoso bar Olas, la empresa Samara Surf Trip ha hecho un sendero bordeado de piedras blancas, y un poyo público para sentarse en la sombra.

Al lado se encuentra The Relaxation Spot, un lugar sereno que ha sido creado por una familia joven y encantadora y que te permite disfrutar  de un masaje con vista al mar y hasta alquilar un cuarto allí. Durante ciertos días, quienes ayuden a limpiar la playa pueden también gozar de un descuento en su masaje llevándole una bolsa de basura de playa a su dueña, Cheryl Adams. En el camino también hay canchas públicas de voleibol.

El cambio más grande se aprecia en el bar Olas.  En el pasado, yo hasta evitaba pasar por allí, pues me daba un poco de miedo. Hoy, el nuevo propietario lo ha cambiado totalmente.  El bar está limpio y la zona de cabañas está más cuidada, volviéndose así un lugar acogedor para disfrutar de las vistas a Isla Chora. Además, ahora hay un precioso columpio de madera al puro frente del mar.

Esa mañana estaba un poco melancólica. Era el cumpleaños de mi bebé, que está muy lejos. Debo explicar que mi hijo es un hombre de 1.90 metros, tiene una esposa adorable y una casa propia. Todo eso, sin embargo, no cambia el hecho de que él siga siendo mi bebé.

Justo en el momento en el que estaba pensando en él, miré desde la orilla a las palmeras y fue entonces cuando vi, en el columpio, a una joven con su bebé acurrucado en su regazo a quien abrazaba y se columpiaba al compás de las olas, entre risas y besos.  Cuando vi aquella escena recordé todos esos momentos únicos y maravillosos junto a mi hijo pequeño y pude sentir el calor de su cuerpecito y el aliento de su risa.

Cuando me acerqué, me di cuenta de que la madre era mi amiga María con su hija África. Nos vimos desde la distancia y ambas supimos exactamente lo que pensaba la otra.

Aunque de generaciones diferentes, compartimos el entendimiento y la experiencia de la belleza y la importancia de esos pequeños momentos: acurrucarte con tu bebé, cantarle mientras está en tu pecho -todas esas cosas que te dicen que tu niño está sano y que crece fuerte- sentir que tu bebé sabe que lo amas y que está seguro en tus brazos. Quieres que crezca, pero también quieres desesperadamente aferrarte a él, al amor más incondicional que existe.

Cuando ves a tu hijo aprender a mantener el equilibrio y a columpiarse solo, entonces entiendes que él tiene el poder de volar, simplemente estirando las piernas hacia adelante, luego metiéndolas debajo, impulsándose hacia adelante sobre el mar y luego hacia atrás entre los árboles. La madre se siente como un pájaro viendo a su polluelo aprender a volar.

Ese es uno de esos momentos agridulces que marcan el curso de la vida. En un abrir y cerrar de ojos, ese niño en el columpio será un adulto.

Un columpio tiene la magia de conectar a adultos y niños. En ese vaivén, se entrecruzan las miradas, se escapa un beso que se lleva el viento, se escucha el susurro de la risa y un rumor de olas que nos transporta en el tiempo y en el espacio al lugar más seguro del mundo.

Puede que parezca solamente una tabla y una cuerda, pero este columpio es un gran aporte a nuestra playa. Gracias a quien sea que lo construyó.

Comentarios