Un grupo de vecinos en Sámara aviva la cultura de esta comunidad costera desde finales del 2017 con actividades que van desde conciertos, charlas y exposiciones hasta presentaciones de danza gratuitas o baratas para los locales.
Cultura Sámara Vive es un comité conformado por ocho integrantes que trabajan como voluntarios con el apoyo del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) para llevar arte a este pueblo costero, donde usualmente las actividades eran privadas y con precios muy altos.
Lenina Araya, vecina de Sámara y directora de un centro educativo en ese distrito de Nicoya, se dio cuenta de que este grupo estaba organizando actividades culturales y no lo pensó dos veces para asistir. “Aquí no habían y si habían, eran privadas”, cuenta Araya.
Eso tenía que aprovecharlo para ella y para la educación de los niños de la comunidad, así que convocó a sus estudiantes a que fueran a una obra de teatro y después realizó un conversatorio sobre el tema de la obra en clases.
El comité aprovecha espacios públicos como el salón comunal y la plaza, que usualmente no se utilizan para estas actividades.
Antes el salón comunal siempre permanecía cerrado, solo cuando una asociación local lo utilizaba, pero no había un lugar donde ver un show. No pasaba nada cultural”, cuenta una de las líderes del comité, Beatriz Jirón, miembro del comité.
“Nosotros hacemos actividades gratuitas o cobramos un máximo de ¢3.000”
Según la gestora cultural del MCJ en la provincia, Vera Vargas, estas agrupaciones funcionan justamente como un puente entre las comunidades y la cultura.
“La idea con los comités es abrir posibilidades de pensamiento y de acción diversas en las comunidades”, dice. “Y que además de la herencia de Guanacaste, puedan verse otras propuestas escénicas que sean afines a los diferentes tipos de población de la zona”, agrega.
Progresar e integrar
Luego de un año de trabajo y de evaluación de sus labores, Jirón dice que este año tienen un objetivo claro: “No queremos ser solo organizadores de eventos, queremos dar algo más, actividades que les sean productivas para los vecinos”.
Este año el comité piensa diversificar su agenda con talleres de mascaradas y tallado de jícaros. En marzo, traerán “El monólogo de la vagina”, una obra que crea conciencia en contra de la violencia de género.
Sin embargo, el grupo tiene una preocupación constante: los recursos apenas les alcanzan para todas las actividades que hacen. “Es sumamente caro para nosotros porque tenemos que pagarle a más de 20 personas”, comenta Jirón. “En este momento tenemos ¢23.000 en la caja chica”, agrega.
Para poder realizar cada evento tocan la puerta de los comercios locales y de las asociaciones de desarrollo de la comunidad, pidiéndoles recursos económicos o humanos. También han tenido ventas de comidas para sufragar los gastos.
Todo esto les toma tiempo: cada jueves se reúnen para seleccionar las actividades, planificar actividades y pensar cómo conseguir recursos.
Jirón explica que otro de los retos es que la comunidad local y la extranjera convivan. A veces los extranjeros son los que más llegan a las actividades, como si la cultura les hubiese sido tan ajena a los locales que sienten que no les pertenece.
Pensamos conformar grupos de teatro y de baile folclórico para involucrar a los niños y a los jóvenes, así pensamos que sus familiares van a llegar a los eventos”, dice Jirón. “Uno de los grupos va a ser intercultural, de locales y extranjeros”.
El comité continúa buscando formas de darle sostenibilidad económica a las actividades, que según Vera Vargas tienen una fórmula: “que las instituciones, las empresas locales y los mismos vecinos continúen involucrándose”.
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