En un sofocante sábado de junio en Nosara, una fila de madres con niños en sus caderas y un puñado de voluntarios se amontonan en un centro comunitario en el centro de Nosara para recibir y dar cajas de alimentos.
Noylin García Álvarez, de 20 años y ojos brillantes, llega con su hijo de cinco años mientras su madre cuida a sus gemelos de 6 meses. Como cada mes, el Banco de Alimentos de Nosara le da arroz, frijoles, aceite, cereales, leche y, si tiene suerte, pañales. En agosto, 163 personas de la comunidad como ella fueron atendidos por esta organización.
La asociación sin fines de lucro está compuesta por voluntarios que distribuyen alimentos y otras necesidades del hogar a las familias que enfrentan inseguridad alimentaria. En setiembre, esa cantidad aumentará a 70 familias debido a la escasez de trabajo de la época.
«Es muy importante porque no trabajo y tengo tres hijos. Es difícil para mí «, dice García, que vive en una provincia en la que la desnutrición entre niños de seis y 12 años es la más alta del país. Luego de alistar el botín, García pagará un tuk tuk que la lleve a casa.
Aunque la fundadora del banco de alimentos Linda Tarlow regresó a Estados Unidos en julio, dos voluntarios ticos y tres expatriados liderarán el proyecto como un esfuerzo de equipo. La organización ahora está compuesta por Reagan Grant, Magda Hubbman, Seidy Juárez Rosales, Jill Ryan y Jo Ellen Nott. Esta última es la directora interina.
«La intención es ser lo más justos posible para que la mayor cantidad de personas reciba ayuda», dijo Nott.
En agosto, el banco atendió a unas 42 familias, compuestas en parte por 101 niños. Tarlow calcula que con las lluvias de septiembre, las familias atendidas serán unas 70, pues aumenta la necesidad debido a los pocos trabajos de la temporada baja.
Además de unos cuantos contenedores de comida que recolectan donaciones alrededor de Nosara, el programa generalmente recibe la mayor parte de sus productos del Banco de Alimentos en Santa Cruz, una organización sin fines de lucro que dice que distribuye 100 toneladas de alimentos cada semana en todo el país. Algunos de los alimentos que el Banco recibe son productos levemente dañados que aún son consumibles, pero no aptos para la venta.Una de las tres sedes de la organización se encuentra en Guanacaste, en la comunidad de Huacas en Santa Cruz.
El banco en Nosara solo gasta alrededor de ¢3.000 ($5) por destinatario cada mes, gracias a la colaboración de Banco de Alimentos. Terratour Nosara, un servicio de transporte, lleva los productos a Nosara gratis.
«Otras personas deberían hacer esto también»
Tarlow había donado dinero, alimentos y otros bienes a los lugareños que lo necesitaban incluso antes de retirarse en Nosara en el 2012. El nivel de hambre infantil en las afueras del paraíso de expatriados la sorprendió; ella sabía que sus donaciones personales no eran suficientes.
La verdad es que me cansé de comprar comida para la gente», dijo Tarlow. «Pensé, ¿sabes qué? Otras personas deberían tener que hacer esto también «.
Tarlow, quien también lanzó un campamento de verano gratuito para niños en el barrio de La Esperanza, compró la mayoría de los productos de su propio bolsillo durante los primeros días del banco de alimentos. El Fondo Comunitario para Guanacaste ayudó a emparejar la recaudación de fondos. Tarlow se paraba en el Super Nosara con un sombrero de Papá Noel en Navidad, repartiendo bastones de caramelo mientras recogía la comida donada por ticos generosos.
«Llenaba ese cubo en el Super Nosara tres veces al día», dijo Tarlow. «Fue agotador, pero valió la pena».
Diagnosticando la necesidad
Después que el banco de alimentos concluyó en junio de este año, Tarlow y la voluntaria Jackie Haile, subieron al auto de Tarlow cargadas con cajas adicionales de comida, con la misión de rastrear a las familias que no se presentaron.
Luego de brindar apoyo activo al Banco de Alimentos, Haile reflexionó sobre la gratificante experiencia del voluntariado. Ella se conmovió con lo poco con que la gente puede vivir en Nosara.
Llegué a casa después de mi primera experiencia en el banco de alimentos y revisé todo mi closet, y me deshice de un montón de cosas», dijo Haile.
La limpieza que hizo Haile en su closet muestra cómo Nosara es un escenario de extremos. Playa Guiones puede sentirse como el playground de los extranjeros, con su surf, yoga y hoteles; mientras que la familia promedio que recibe la ayuda del banco de alimentos gana menos de ¢200.000 al mes. Casi el 6% de la región Chorotega vive en pobreza extrema, un 2% más pronunciada que el Valle Central, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) del 2017.
Los datos del INEC reflejan que los más afectados son principalmente mujeres, niños y personas con discapacidad.
Otra de las voluntarias del programa nosareño es Jill Ryan, quien visita las casas de los candidatos que buscan recibir estas ayudas. Así, ella conoce a las familias y corrobora sus datos. Los solicitantes exitosos reciben una llamada y se les avisa sobre la próxima distribución de alimentos, usualmente el primer sábado de cada mes.
Con más de seis años de operación, el banco de alimentos se ha adaptado a las necesidades de los nosareños según la época. Alrededor del 75% de las familias beneficiadas son las mismas, mientras que otros son seleccionados como casos especiales, como las víctimas de la temporada de lluvias que no pueden ir a trabajar por culpa del mal tiempo. Si los fondos lo permiten, algunos voluntarios colaboran en encontrar a un trabajador social que ayude a los afectados a solicitar una pensión.
«Mucha gente, para ser sincera contigo, no sabe leer ni escribir, así que les tenés que ayudar a llenar la solicitud», dijo Ryan.
No solo son personas que no saben leer, según varios voluntarios, sino que a menudo estas mujeres son tratadas como ciudadanos de segunda clase en sus propias comunidades. Muchos tienen movilidad limitada y no pueden trabajar; algunas son madres ocupadas con hijos mientras que otras tienen maridos que no les permiten trabajar.
A Jo Ellen Nott le gustaría que el banco de alimentos colabore con grupos de apoyo a mujeres que lidian con los obstáculos de la pobreza. La pastora y anterior colaboradora del banco de alimentos, Seidy Rosales, les recuerda a las mujeres locales que los padres de sus hijos deben asumir la responsabilidad de contribuir al hogar, incluso si no viven bajo el mismo techo.
«Los niños son los que están en mayor riesgo», dijo Rosales.
Como el banco de alimentos debe rechazar algunas solicitudes cada mes, el desafío sigue siendo asignar bienes limitados a una comunidad necesitada.
«Lo más difícil que hacemos es elegir a quién alimentar», dijo Tarlow.
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