COVID-19

Migrante y homosexual: historias de doble discriminación por COVID-19

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David Montero llegó de España el 15 de marzo, le hicieron la prueba de covid y lo mandaron a cumplir el aislamiento domiciliar. Tanto su mamá como su abuela padecen enfermedades que se agravarían con el virus, así que decidió cumplir su cuarentena solo, en el apartamento desocupado de un amigo, en El Coco de Sardinal, cantón de Carrillo.

La noche que llegó, incluso antes de que supiera si tenía o no el virus, notó que dos personas estaban afuera viendo directamente a su ventana. También empezó a recibir mensajes por Facebook de gente desconocida:

“Mae, disculpame, pero dicen que vos andás acá en Playas del Coco. Que estás contagiado. Tu foto la tiene todo el pueblo”.

“La gente aquí en El Coco se está volviendo loca. Me han pasado su foto como 20 personas con especulaciones de que usted porta el coronavirus. Lamento mucho tener que escribirle pero sería bueno que si esa noticia es falsa, lo aclare por favor”. 

Los mensajes comenzaron a llegar después de que circulara un audio grabado por la síndica de ese entonces de Sardinal, Lilliana Rojas. Según él, ese fue el origen del acoso cibernético que vivió. 

En el audio, Rojas aseguraba que un muchacho se vino de Heredia en una avioneta, que traía el coronavirus y que estaba en un apartamento en Playas del Coco. Incluso comentó que Montero era gay. 

“Imaginate qué torta, qué hijueputa barbaridad que una persona haga una cosa de esas. Entonces parece que están viendo a ver si se permite divulgar la foto del hombre ese, parece que fuera como un surfista, pero también es gay”, decía la síndica en el audio.

Rojas aseguró a La Voz de Guanacaste que ese audio lo envió a un familiar suyo.

Yo en ningún momento lo hice para alarmar a la gente (…) pero esa persona [su familiar] llegó y lo publicó en una página [en redes sociales] que hay aquí en Playas del Coco”, dijo.

Según ella, lo que más le preocupaba era que ese nuevo caso no cumpliera la orden de aislamiento domiciliar. “No todos tienen esa capacidad de respeto al ser humano”, agregó.

Sobre su comentario relacionado con la orientación sexual de Montero, dijo que ella solo estaba compartiendo la información que le habían dicho a ella. “Yo no puedo jamás asegurar algo, pero todo lo que yo dije a mí se me dijo”. 

La mañana siguiente, Salud le notificó a Montero que su prueba había dado positiva. Él nunca supo cómo se filtró su diagnóstico ni cómo sabían el sitio específico en el que estaba. Desde su punto de vista, es lógico que la gente tenga temor, porque en ese momento era un virus nuevo del cual se conocía muy poco. Sin embargo, le indignan los comentarios de la exsíndica y la carga homofóbica que escuchó en el audio. 

“Es muy lamentable que cualquier persona, pero todavía más una que es servidora pública, tenga este tipo de mensajes y quiera poner a la población en ese nivel de tensión”, considera él.

Yo pienso que si usted tiene alguna información confidencial, usted no tiene que ir a hacer un audio ‘de que tal y cual, que es surfista, pero también es..’ y ya sale la otra connotación que ella le da al audio”, dice Montero.

Él no es el único paciente con COVID-19 que sufrió acoso en Guanacaste. Otra familia residente en Santa Cruz vivió lo mismo cuando uno de sus integrantes fue diagnosticado con COVID-19. En ambos casos, las comunidades vecinas tomaron fotos de redes sociales, las compartieron en grupos y páginas en Facebook, les escribieron o los llamaron para hacerles comentarios discriminatorios y amenazarlos con golpearlos. 

La Caja también ha denunciado el acoso que viven las personas diagnosticadas con el nuevo coronavirus. “Han reportado ser víctimas de estigma social desde su comunidad por ser COVID-19 positivos”, indicaba en un comunicado de prensa la entidad.

¿Vigilantes o incitadores?

El miedo a contraer la enfermedad mueve a algunas comunidades a actuar de maneras discriminatorias. La Unicef publicó un texto en conjunto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que señalan que el estigma social se produce por lo nueva que es la enfermedad y las dudas que despierta. «Frecuentemente le tenemos miedo a lo desconocido», señala el artículo.  

La Caja también indicó que, por ese miedo, las personas se convierten en “vigilantes de su entorno y de los demás, y eso provoca conductas despectivas”.

De hecho, la exsíndica de Sardinal, Lilliana Rojas, asegura que ella lo que quería era cuidar a su comunidad y, aún hoy, no se arrepiente de lo que su audio causó. “Si tuviera que volverlo a hacer, y tener que avisar o decir algo, lo digo y lo volvería a decir porque estamos para proteger a nuestro país”, dijo a La Voz de Guanacaste.

Las autoridades de salud del mundo y del país han llamado a la población a mostrar empatía por las personas enfermas de COVID-19, y a entender que no contraen el virus al propio.

Pero no toda la población acata el llamado o tiene la facilidad para entenderlo, lo cual termina generando una estigmatización constante. 

“Yo no me puedo poner en los zapatos de nadie porque yo a él no lo conozco (…) ¿Por qué se va sentir mal si sabe que estaba infectado? Y si no es gay, pues bendito Dios, que sea lo que él quiera, pero no tengo que ponerme en los zapatos de él porque yo no estoy ni siquiera tratando de que alguien se sienta mal”, agregó Rojas. 

La Voz de Guanacaste acompañó el miércoles 24 de junio del 2020 a un equipo de la Caja a tomar muestras en Nicoya y notó que algunos carros empiezan a seguir los vehículos de Salud para conocer hacia dónde van. El vehículo institucional da vueltas adicionales para despistar a los conductores, pero una vez en las casas, los vecinos empiezan a tomar fotografías y a grabar videos. Foto: César Arroyo CastroFoto: César Arroyo Castro

El texto de Unicef y la OMS también indica que las personas que no tienen la enfermedad, pero comparten características con ese grupo, pueden también sufrir estigmatización

Eso fue lo que le pasó a la familia de Vivian Rodríguez. Su abuela tiene doble nacionalidad nica y tica, y se fue a Nicaragua antes de que iniciara la pandemia en el país. Regresó el 3 de mayo a Santa Cruz, donde vive, y dio positivo en la prueba de COVID-19. El resultado coincidió con el pico de casos en la zona norte del país, que tanto autoridades como la población asociaron a los nicaragüenses.

El límite entre Costa Rica y Nicaragua es una línea imaginaria de 309 kilómetros entre montañas, ríos y, sobre todo, comunidades acostumbradas a vivir como un solo pueblo, a compartir nombre y escuela, a intercambiar comercio y trabajadores. ¿Cómo es vivir en la nueva frontera dibujada por el COVID-19… y por el miedo?

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La familia supo que vecinos de Santa Cruz tomaron fotos de la familia de redes sociales, empezaron a compartirlas para identificarlos y los amenazaron con lincharlos. 

A raíz de esto las personas aquí en el pueblo [de Santa Cruz] se alteraron demasiado (…)  llegó un momento en que para hacer las compras, teníamos que ir hasta Nicoya”, contó.

Por el acoso, uno de los hijos de la señora llamado Lucas, que tiene una discapacidad física, publicó un video en redes sociales aclarando que estaban cumpliendo el aislamiento domiciliar. “Aquí lo que estamos preocupados es por el tipo de críticas que nos hace la gente a nosotros por las redes sociales, discriminación por falta de mi brazo, por nuestra nacionalidad y porque dicen que somos personas indocumentadas, lo que no es cierto”, dijo el muchacho. 

Varias personas de la familia empezaron a recibir mensajes y llamadas. “Nica, qué viene a hacer aquí, lárguense, los vamos a matar”, recuerda Rodríguez que les decían. 

“Fue un periodo muy doloroso. Incluso yo siento que a estas alturas tenemos secuelas, un gran temor de que alguien vuelva a contagiarse por toda la discriminación que vivimos”, comentó.

El ministro de Seguridad, Michael Soto, aseguró en la conferencia de prensa del 27 de mayo que en ese momento quería tener un muro entre Costa Rica y Nicaragua. Ese día, el ministro de Salud, Daniel Salas, también dijo que la situación en Nicaragua era uno de los mayores riesgos para la salud pública de Costa Rica.

A raíz de las preocupaciones de las autoridades, las redes sociales se cargaron de más comentarios xenofóbicos por parte de la población. Eso llevó al diputado José María Villalta a exponer su preocupación en la Asamblea Legislativa el 15 de junio.

Hay una pandemia que afecta a nuestro país y a la humanidad y que nos ha afectado mucho antes de la llegada del coronavirus. Me refiero a la pandemia del odio, de la discriminación, del racismo y de la xenofobia”, dijo. 

“Es muy fácil querer buscar culpables en las personas más vulnerables de nuestro país. Y eso es lo que está pasando en Costa Rica hoy, cuando uno escucha por las redes sociales discursos de odio, de xenofobia hacia la población nicaragüense que trabaja en nuestro país”, agregó. 

Las comunidades de Los Chiles comparten 70 kilómetros de frontera con Nicaragua. El COVID-19 terminó de zanjar la línea fronteriza y le cambió la vida abruptamente a vecinos nicas y ticos, acostumbrados a cruzar para trabajar en la piña, la naranja y la yuca. Aquí la nueva normalidad es una nueva ilegalidad.

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Unión para la fuerza

Luego de que a David Montero le dieron de alta, volvió a la casa de su familia en Heredia y empezó a donar plasma para el tratamiento de personas enfermas por COVID-19. Hasta el momento, ha donado en dos ocasiones y ahora colabora con la Caja en campañas de comunicación para invitar a más personas recuperadas a donar. 

El proceso de covid es muy complejo para todos los pacientes: la incertidumbre, el bullying, la parte familiar y psicológica”, dice él. “Pero yo pienso que es muy importante que todas las personas recuperadas, si no tienen patologías, se acerquen a ayudar a otros a salir de la enfermedad”. 

El 3 de junio, el presidente de la Caja, Román Macaya, comentó que cuatro personas habían sido tratadas con plasma.Son cuatro pacientes y todavía es temprano para analizar estadísticas sobre la eficacia del tratamiento, pero las señales han sido en general muy positivas», dijo.

Montero dice que es su “responsabilidad social” acercarse a donar. Vivian Rodríguez enfatiza en otra forma de ayudar al país: que las comunidades ayuden y no juzguen ni discriminen a las personas con COVID-19. “Al final uno no le tiene tanto miedo al virus como a la ignorancia y a la persecución de la gente”. 

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