Moraimen Gómez y su esposo Teddy Dávila usaban anticonceptivos algunos meses sí y otros no. Lo hacían cuando tenían seguro social o cuando la plata les alcanzaba para comprar condones, pastillas o la inyección, pero en una de tantas, ella quedó embarazada de su tercer hijo.
En una tarde lluviosa de octubre, Teddy trae al bebé de un año en brazos, entra a la casa y Moraimen le receta al niño un beso en el cachete. Es una escena llena de amor, pero ambos quieren evitar otro embarazo. La situación económica no da para tanto, explica Moraimen mientras una gotera se cuela por el techo de su casa.
La incertidumbre de la familia se redujo hace unos meses cuando una vecina les contó que Cepia, una organización de Huacas, iba a donar unos anticonceptivos llamados T de cobre.
De entrada, a Moraimen no le parecía tan buena idea. “Varias personas nos habían dicho que la T trae problemas, que se encarna, que no es segura o que incomoda a la hora de las relaciones sexuales”, cuenta esta vecina de El Llano de Santa Cruz.
Sin embargo, ahora es una de las 60 mujeres de entre 19 y 45 años que recibió una T de cobre en mayo, y asegura que ya rompió con todos esos mitos.
La organización les donó el dispositivo, su instalación y atención médica después de la inserción. También les dio charlas de planificación familiar y derechos sexuales y reproductivos. Este mes donarán a 150 mujeres más. Si usted está interesada, inscríbase dando clic aquí o llamando al 26538533.
En Colorado de Estados Unidos, un proyecto similar a este, que donó T de cobre a adolescentes y mujeres pobres, redujo los embarazos en un 40% en seis años. La organización busca lo mismo: que las mujeres tengan control sobre el número de hijos que desean tener.
Lupa en la pobreza
Para Cepia, la pobreza en las comunidades cercanas es, en parte, el reflejo de las familias que no tienen acceso a anticonceptivos. Su fundadora, Laetitia Deweer, es una belga que estudió educación familiar en su país y que creó esta organización para apoyar la educación de los niños en riesgo social.
Dice ella que una de las cosas que más le ha dolido ver en estos 13 años de operación es que las mamás de los niños lleguen a pedirles anticonceptivos o dinero para comprarlos. Otras veces le han contado lo deprimidas que están por sus embarazos no deseados.
Nos dimos cuenta de que la mayoría de mujeres de escasos recursos no tienen seguro social”, explica.
En un estudio realizado por Cepia entre 47 beneficiarias del Dispositivo Intrauterino (DIU), 22 de ellas admitieron tener problemas para dar de comer a sus hijos y 25 dijeron que no tenían seguro social.
“No pueden ir al Ebais a pedir la pastilla, la inyección o los condones y tienen que sacar de su bolsillo para comprarlos. A veces solo tienen para pagar la luz”, agrega Deweer.
La belga tiene razón: el acceso a los anticonceptivos es clave para reducir la pobreza, pues así las mujeres tienen control de la cantidad de hijos que desean tener. Un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas demuestra que el acceso a anticonceptivos reduce la tasa de fecundidad, que cuando es alta puede contribuir a la pobreza extrema.
Un análisis de La Voz de Guanacaste también demostró que la posibilidad de tener un empleo remunerado se reduce conforme las madres guanacastecas tienen más hijos. Además, mientras más hijos tengan, menos años de estudio acumulan.
Otra estadística que la representa es que, según la última encuesta de salud sexual y reproductiva del país, la mitad de las costarricenses no deseaban su último embarazo. Moraimen es el retrato vivo de esos datos.
El mismo estudio evidencia que las mujeres que viven en unión usan con mayor frecuencia pastillas (22%), inyecciones (9%) y condones (9%). Pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que la T es el método más efectivo, en Costa Rica es el menos utilizado (apenas un 3% de las mujeres lo usan).
¿Por qué? Los mitos y la falta de conocimiento de los médicos y enfermeras obstetras sobre cómo colocarlo alejan a las mujeres de este método, explica la médica encargada del Programa de la Mujer de la CCSS, Angélica Vargas.
La Caja identificó que hay médicos que no saben ponerlo y está haciendo una capacitación en todo el país. Nosotros pensamos que va a haber un aumento en el uso de dispositivos intrauterinos”, explica.
Cooperación
La colaboración de locales y extranjeros fue clave en este proyecto de Cepia. La Fundación Paul Chester Children’s Hope (Pcchf), una organización estadounidense especializada en salud, donó 1.000 dispositivos luego de mantener una conversación con Laetitia Deweer sobre los principales problemas de las 17 comunidades con las que trabaja Cepia.
Los médicos internacionales vinieron en mayo y volverán en noviembre, para la segunda campaña de instalaciones.
La Clínica Beach Side, ubicada en Huacas, presta sus instalaciones y personal médico para colocar los dispositivos, y los doctores de la clínica San Rafael Arcángel en Liberia se encargan de dar asistencia gratuita a las beneficiarias luego de la inserción.
A pesar de las alianzas, no ha sido fácil que las mujeres participen. En la primera campaña, la fundación tenía planeado donar unas 120 T de cobre pero solo colocaron 60.
Otro reto es encontrar más ginecólogos que den la atención posterior, porque en esta segunda campaña instalarán más de 100 dispositivos.
Escalar el proyecto
Luego de la segunda campaña, Cepia aún contará con unas 800 de las 1.000 T de cobre donadas. Por eso, a través de alianzas con otras ONGs y clínicas privadas, van a llevarlas a otras partes del país.
“En San José ya hicimos la alianza con la fundación Clínica Bíblica para instalarlas”, cuenta Deweer y agrega que también busca incidir en las autoridades nacionales de salud para que ofrezcan el dispositivo incluso a las mujeres sin seguro social.
Queremos que la Caja aplique la ley que garantiza el acceso sin discriminación a métodos anticonceptivos”, dice Deweer en uno de los salones de clases de Cepia.
A unos cuatro kilómetros del edificio de Cepia, Moraimen prepara un arroz con leche para vender en una de las ferias de comida que organizan las mujeres y la ONG para que ellas ganen dinero.
Al preguntarle por qué decidió utilizar la T de cobre lo dice bien claro: “Es una oportunidad que deberíamos aprovechar y cuidarnos de no estar trayendo hijos no deseados a este mundo, porque está muy dura la vida”.
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