En el salón comunal de Sámara, Lucía Mahlich toma el micrófono, mira a sus compañeros y todos comparten una sonrisa cómplice. Hace dos años, ella y su grupo de “Proyecto Corales” han estado trabajando en repoblar los arrecifes coralinos de esta costa de Nicoya.
Hoy, Mahlich y otros diez integrantes del proyecto van a contarle a unas 40 personas los avances y resultados del trabajo que emprendieron en el 2017. Justo ese año, el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) graduó a 22 personas en jardinería de corales, una técnica relativamente nueva que empezó a desarrollarse en el país hace unos cuatro años.
La técnica que aprendieron Mahlich y sus 21 compañeros busca “criar” corales en estructuras artificiales bajo el mar para trasplantarlas a estructuras naturales cuando estén más grandes. Es una práctica que apenas se desarrolla en tres lugares del país: Golfo Dulce, Quepos y Sámara. Solo este último involucra a la comunidad como una parte importante paralela a la parte científica.
Llegar hasta aquí no ha sido sencillo para el grupo y por eso es tan significativo que hoy, jueves 8 de agosto, puedan compartir los resultados de algo por lo que han trabajado tanto. Al principio, muy pocas cosas les salieron bien: perdieron parte de su trabajo e incluso hubo gente que se oponía a su iniciativa, como un grupo de pescadores que creía que el proyecto los iba a afectar.
A la reunión llegaron vecinos de la comunidad, funcionarios de la Municipalidad de Nicoya, de la Asada de Sámara, de la Cruz Roja y del INA. También hay pescadores que, ahora sí, comprenden que ellos también necesitan conservar los corales.
Corales en peligro
Para iniciar la presentación, Lucía Mahlich muestra una serie de imágenes de Google Earth donde se nota el desarrollo urbanístico de Sámara. Ese crecimiento ha provocado que los sedimentos desciendan por los ríos y terminen dañando los corales.
Lo que quiero decir con estas imágenes es que el cambio del territorio en Sámara, en este pequeño pueblo, ha afectado los recursos naturales (…) y los corales se han visto en gran parte influenciados por esa situación”, explica.
Los corales se forman en arrecifes y son popularmente conocidos como “la selva del mar” pues son el hábitat de un 25% de la vida marina: allí viven peces, moluscos y esponjas. Son estructuras de diversas formas y colores que sirven para desarrollar actividades como buceo y esnórquel. Además, atraen peces y por ende benefician a la pesca artesanal.
Sin embargo, su estado actual a nivel mundial no pinta bien: una quinta parte de los arrecifes de coral del mundo murieron y otras estimaciones indican que la pérdida ha sido del 50%. La situación mundial se repite a nivel nacional y, por eso, el presidente Carlos Alvarado firmó el pasado 8 de junio un decreto para proteger y restaurar los corales marinos.
Otros factores que afectan los corales son las anclas que tiran las embarcaciones, el plástico, los agroquímicos e incluso los protectores solares.
Este es el único proyecto en Guanacaste, pero próximamente despegará otro en Bahía Culebra, en el Golfo de Papagayo, de la mano del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), ente ante el cual el proyecto está inscrito. Así lo confirmó el director del Área de Conservación Tempisque, Mauricio Méndez.
Entusiasmado por este y el próximo proyecto en Bahía Culebra, Méndez dijo que replicar estas iniciativas es una excelente idea para continuar recuperando los corales.
Que lo asuma la comunidad o algún hotel, como en Matapalo (Bahía Culebra) que lo asumirá el Hotel RIU con una contraparte científica”.
¿Qué han estado haciendo para restaurarlos?
Hace dos años, mientras llevaban el curso del INA, el grupo instaló una plataforma donde empezaron a criar los corales. Para ponerlos a crecer, primero recolectan piecitas de coral que encuentran en el mar porque se desprendieron naturalmente. Si no hay, cortan pequeñas partes de corales vivos. Después, los pegan con goma loca a la estructura artificial, que puede ser una plataforma (tipo cama) o una antena.
Cuando crecen en estructuras artificiales es más fácil asegurarse de que recibirán suficiente luz, de que no les llegarán sedimentos y de que los peces no se alimentarán tanto de ellos como sí lo hacen en las estructuras naturales, explica el instructor de buceo del INA Cristian Gómez.
Después de que los siembran, los visitan cada 15 días para quitarles los elementos que se adhieren y que ralentizan su crecimiento.
“Limpiamos las algas, el percebe [animales con caparazón que se adhieren a estructuras sólidas en el mar], que hace competencia con el coral, y los sedimentos que bajan por los ríos”, cuenta ante el grupo de 40 personas Martin Richard Paradis, otro de los integrantes del grupo.
Después, Martin explica que un coral sin cuidados tardaría 15 años en llegar a un crecimiento adulto, mientras que, si se limpia, podría lograrlo en cinco años.
¿Es suficiente ese trabajo para recuperarlos?
En un inicio, el foco del grupo era sembrar corales, cuidarlos y registrar su crecimiento, pero con el tiempo se dieron cuenta de que los mismos sedimentos y otros factores pueden volver a afectar a los corales que siembran.
“Para impactar positivamente la bahía, no solamente basta con trabajar en el agua, tenemos que trabajar fuera”, dice Martin.
Por eso, han desarrollado proyectos paralelos para sensibilizar a la comunidad. Por ejemplo, hicieron charlas con grupos de niños y jóvenes para crear conciencia sobre el cuido de los recursos naturales, sembraron 450 árboles al margen del río Malanoche en Sámara y colocaron nueve estructuras para que las embarcaciones no utilicen anclas.
Entonces, ¿estamos recuperando los corales?
Hasta hoy, el grupo capacitado por el INA ha sembrado unos 200 corales en las estructuras artificiales, detalló Carlos Pérez, el investigador del proyecto.
No ha sido rápido, [al inicio del proyecto] la mortalidad anduvo en un 70%. Conforme avanzamos, hemos mejorado las técnicas y logramos reducir la mortalidad a un 40%”, explica después de la presentación.
El grupo ya trasplantó 48 de esos 200 corales a una estructura natural y ahí continúan monitoreando su crecimiento. Según Pérez, los corales de Sámara crecen más rápido que los del Golfo Dulce.
Se le hace un brillito en los ojos cuando cuenta el avance que han tenido a lo largo de estos dos años.
“Todo ha sido error y ensayo. Al principio no nos crecían, se nos cayó una plataforma, apareció a los días ahí en la playa, no se sabe qué pasó, se nos morían mucho, aparecía mucha alga. Después, empezamos a detectar los ajustes que teníamos que hacer y empezamos a ver resultados”, explica.
Pérez y su jefe Marco Acosta, ven más allá de la restauración de corales: creen que esta es una gran oportunidad para que Sámara impulse aún más el sector turístico y pesquero.
Vamos a incrementar la biodiversidad y en esto ganamos todos: calidad de aguas, turismo, desarrollo, pesca”, dice Pérez.
Acosta agrega que en Sámara encontraron una comunidad dispuesta a ponerde su parte en la compra de materiales y en el pago de las excursiones al mar. Eso incentiva al INA a trabajar aquí.
Para Mahlich y Martin esto ha sido un reto: trabajan ad-honorem en la causa y con materiales que ellos mismos compran con el dinero que recolectan de donaciones de comercios de la zona. Alguno de sus integrantes provee los barcos y el equipo de buceo para las expediciones. “Tenemos una deuda pendiente”, dice Mahlich refiriéndose a los recursos que ha invertido Martin en combustible y equipo de buceo.
La deuda económica les pesa, pero su mayor preocupación es que los corales desaparezcan y por eso no paran de trabajar. “Vamos a recuperar los arrecifes de corales a como Sámara los tenía hace 40-50 años”, dice Pérez sin titubear.
Comentarios