Nos adentramos por una calle entre montañas que a esta hora de la mañana reflejan un verdor que hipnotiza. El carro va cargado hasta el copete de paños, sábanas y unas camisetas que dicen “Envejecer, el mejor momento para ser feliz”.
“Hoy vamos a visitar a los que van a ser centenarios en el 2023 del cantón de Nicoya. Vamos a empezar por Quirimán con una persona conocida como don Chebo, Eusebio”, anuncia Jorge Vindas como la primera de nuestras diez paradas durante un viernes de octubre.
Hay pocos lugares en el mundo en los que uno puede darse el lujo de ir a conocer tantas personas longevas en un radio tan pequeño. Esa característica hizo que la revista National Geographic pusiera la vista en los cantones de la península de Nicoya y la nombrara una de las cinco zonas azules del mundo en el 2007. Las otras se ubican en Icaria en Grecia, Cerdeña en Italia, Okinawa en Japón y Loma Linda en Estados Unidos.
Desde entonces el concepto de “zona azul” se ha convertido en un motivo de orgullo para quienes viven en estas comunidades y al mismo tiempo en una oportunidad de negocio para quienes buscan vender la fórmula secreta de la longevidad.
Hoteles, bienes raíces, agua embotellada y otra decena de productos y servicios promueven la zona azul con fines comerciales, pero ¿cuánto beneficia este negocio a las personas longevas y a sus familias?
Longevidad a la venta
Después de preguntar en un par de casas dónde vive Chebo nos envían por una calle de lastre que atraviesa potreros.
Esta es la primera vez que Vindas visita a un potencial centenario en el pueblo de Quirimán, pero ya ha recorrido la península de punta a punta para mapearlos. Él es fundador de la Asociación Península de Nicoya Zona Azul, que trabaja para mejorar la calidad de vida de los longevos de la zona azul.
El trabajo de la asociación es identificar sus necesidades y conectarlos con los programas sociales de las instituciones públicas como la red de cuido del adulto mayor de Nicoya y con el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) para que brinden apoyo al cuidador o a la persona longeva.
El IMAS no va a llegar a Quirimán a visitar a ese señor porque no lo conoce. Moriría y no lo conocerían”, dice Vindas.
Por otro lado, asegura que ha sido muy poco el apoyo que la asociación ha recibido de quienes desde la empresa privada explotan la imagen de la zona azul para sus negocios.
“Es muy mínimo las empresas que sí ayudan. Hay otras más que tendrán ingresos y no aportan nada a que esas familias puedan mejorar su calidad de vida”, critica.
El periodista estadounidense y explorador de National Geographic, Dan Buettner, publicó en la misma revista el artículo en el que incluía a la península de Nicoya como una de las zonas azules del mundo. Posteriormente creó la marca Blue Zones (Zonas Azules) y hasta la fecha ha publicado cinco libros relacionados a este tema.
Él asegura que es muy difícil supervisar el uso de la marca en el país y su mal uso puede convertir la zona azul en una concepto sin sentido.
“Antes de que un centro turístico o un producto ponga su etiqueta ahí, debe representar algo que de manera significativa ayude a la gente a vivir más tiempo, que celebre y retribuya a los centenarios”, dijo a La Voz de Guanacaste en una entrevista por videollamada.
En Quirimán, Eusebio ve la mañana pasar en una silla en el corredor de su casa de madera color verde agua.
Vindas pregunta si hay perros en la casa antes de abrir el portón de alambre de púas. Chebo le grita desde el corredor que no y nos adentramos por el patio húmedo hasta donde está él.
Longevidad sin receta
Don Chebo remata cada una de sus frases con una risa corta y rasposa. Tiene una camisa amarrada con un nudo en la panza y sostiene en la mano derecha un bordón con un parche de hule en la punta.
Aunque nació en Sabana Grande de Nicoya se vino a Quirimán cuando tenía 18 años porque “se encontró una novia por ahí”.
El longevo hace un repaso breve de su vida conforme Vindas avanza con el cuestionario que tiene preparado para cada una de las visitas del día.
– Don Eusebio, ¿y por qué vivió tanto?
– ¡Quién sabe por qué será!
Esa respuesta corta y honesta no es tan distinta a la que ofrece el demógrafo Luis Rosero-Bixby. El investigador del Centro Centroamericano de Población (CCP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) trabajó en el proyecto Costa Rica: estudio de longevidad y envejecimiento saludable (Creles).
Los resultados de ese estudio realizado entre 2000 y 2005 fueron los que mostraron que las personas adultas mayores de los cinco cantones de la península de Nicoya tenían una mortalidad excepcionalmente baja.
Al lado de ese hallazgo sorprendente, nació la duda sobre las razones de esa longevidad.
“La misma pregunta uno se hacía de por qué la longevidad era excepcional en [la península de]Nicoya. Uno especulaba, veía explicaciones y las descartaba. Nunca, nunca tuvimos claro el origen de esa excepcionalidad”, asegura el demógrafo.
Algunos de los factores que se venden como claves para alcanzar la longevidad, como la dureza del agua de la península, Rosero-Bixby los considera hipótesis que han probado que quizás pueden contribuir pero por sí solas ninguna es una explicación.
Vindas coincide en que hay que hacer más investigación en las zonas azules y diseñar un mismo método que se aplique en cada una de ellas para llegar a mejores conclusiones. Mientras tanto, en el corredor de la casa de Chebo continúa el cuestionario.
– ¿Tomaba guaro?
– Hace 40 años que no tomo, pero era incontable: guaro, cerveza y de todo.
– ¿De qué edad empezó a tomar guaro?
– Como a los 20 años.
– ¿Antes de eso nunca había tomado guaro?
– Me daba un poquito así el abuelo mío.
– ¿Y qué edad tenía?
– Como 15 años, ya después a uno como que le va gustando.
El casi-centenario nos comparte los hábitos que lo trajeron hasta sus 99 años y que parecen ir en dirección contraria a lo que hoy entendemos como un estilo de vida saludable: alcohol, tabaco y carne toda la semana (cuando había).
Vindas, que ha estado haciendo estos cuestionarios desde hace ya muchos años, explica que en general la carne que más han comido los longevos ha sido cerdo.
“Un día le pregunté al centenario, ¿por quién cree usted que no tiene enfermedades como colesterol, triglicéridos si usted comió chancho toda la vida? Y me respondió: ese era nuestro combustible y lo quemábamos trabajando”, recuerda.
El profesor e investigador de la sede Nicoya de la Universidad Nacional (UNA), Esteban Barboza, opina que esa falta de explicación científica da pie a muchas hipótesis que las empresas utilizan para vender productos con el concepto de zona azul, pero que están muy alejados de la forma de vivir de las comunidades.
“Es más fácil meterle a la gente la idea de que comprando ciertos productos gourmet que se llaman zona azul van a vivir 100 años que decirle ‘aquí en Nicoya la gente come frito y chicharrón’”, afirma.
Un producto con fecha de caducidad
Don Chebo dice a sus casi 99 años que no tiene problemas de salud, solamente toma un medicamento para la presión y se queja de un dolor “en los pieces”.
– ¿Le gustaría vivir más?
– Diay según lo que diga Dios.
– ¿Pero a usted le gustaría?
– Diay es bonito estar vivo.
La generación de Eusebio es una de las últimas poblaciones de centenarios que vamos a tener en la península de Nicoya. Por eso, si queremos obtener respuestas sobre la longevidad de estas personas tenemos el tiempo en contra.
Según los estudios que ha hecho el demógrafo Rosero-Bixby, la esperanza de vida de las personas mayores en la zona azul ha venido disminuyendo generación tras generación.
Las personas de esta zona azul nacidas en la década de 1900, al llegar a los 60 años tenían en promedio 26 años de vida restante. Muy por encima de la del resto de Costa Rica que rondaba los 19 años. Pero las generaciones de las décadas siguientes han perdido esa ventaja paulatinamente.
“Todavía la generación de mil 1910, 1920 y 1930 no se ha extinto. Hay sobrevivientes y esos seres son excepcionales, pero cuando se extingan esas poblaciones nacidas en esos años, digamos que en la próxima década, entonces ya no podremos hablar de que Nicoya tiene una longevidad excepcional”, asegura el demógrafo.
Vindas termina su cuestionario, le entrega a Chebo los paños, las sábanas y la camiseta. Nos despedimos y volvemos al carro.
En las visitas que Vindas durante años ha visto algunos factores en común cada vez que ha entrado a las casas de los longevos.
“Lo que más se ha visto en una buena cantidad es gente con mucha pobreza, y aunque sea gente pobre, a veces tienen muchas personas alrededor, familia que los cuidan, mucho amor y eso como que compensa un poco”, explica.
Él opina que es positivo que se hable de la zona azul y que se aproveche comercialmente porque genera empleos a las personas de la provincia pero que puede hacerse de una manera más justa a través de un modelo de turismo de experiencias vivenciales en la zona azul.
En la península estamos muy orgullosos de nuestra zona azul, pero cargamos fuertes deudas con nuestros longevos
Esteban Barboza, investigador de la UNA, también apuesta por esa manera de usar la marca en beneficio de las comunidades.
“No es simplemente invisibilizar la población local, sino hacerla partícipe a través de sus modos de vida auténticos. Con auténtico me refiero a lo que ellos comen todos los días, a lo que ellos hacen todos los días y ver que experiencia yo puedo tener como visitante”, dice Barboza, y continúa: “Creo que eso es lo que hay que hacer para rescatar esta idea y no dejar que se aprovechen solamente a nivel comercial”.
El creador de la marca Blue Zones, Dan Buettner, asegura que otra idea que podría aplicarse para mejorar la calidad de vida de los longevos es destinar un porcentaje de las ganancias de las empresas a través de una certificación.
“Si el gobierno toma el control de la marca en Nicoya y tomaran ese dinero que cobraron por la marca de certificación y lo volvieron a financiar en programas de apoyo a las personas mayores se convertiría en una especie de círculo virtuoso”, explica el escritor.
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