Derechos Humanos

«Creía que era normal que me pegara»

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Mi pareja me agredió mientras estuve embarazada y después de ello. Yo creía que era normal que me pegara porque vi a mis papás haciendo lo mismo… y mi mamá nunca lo dejó, entonces yo seguía ahí… Yo estaba joven, tenía dos niños y quería seguir estudiando, pero él no me dejaba. Un día de tantos, por defenderme, casi lo mato.

Mis padres en ese momento me apoyaron, me dijeron que si quería, podía trabajar y estudiar. Eso fue una bendición en ese momento, pero solo por un tiempo porque después él comenzó a perseguirme. Donde salía, ahí me lo encontraba. Yo pasaba con marcas en el cuello y en los brazos donde trataba de agarrarme y asfixiarme.

Tres años después me fui de Nicoya porque la persecución nunca paró. Me llevé a mis hijos para Limón y ahí conocí al que fue mi esposo.

Entonces empezó todo de nuevo. Uno cuando es violentado queda con una necesidad de amor y cariño y él me dio todo eso al principio. Pero ahí venía la otra violencia, que no es la física, sino la que está ahí quedita, la que es disimulada.

Era un acoso que no podía salir sin que estuviera llamándome cada cinco minutos. Manejaba mi vida, me manipulaba y yo no me daba cuenta. Así pasaron diez años de gritos, golpes, infidelidades.

Yo nunca me fui de la casa pero él me abandonaba y me dejaba sola con el peso del alquiler, el agua, la luz, la comida… todo. No sabía qué hacer y sin embargo me las arreglaba y él regresaba y volvía el ciclo vicioso.

Un día hablé con mis suegros para contarles que me quería ir, pero mi suegra me dijo que el matrimonio era para toda la vida. No sé qué pasó en ese momento pero me empoderé de mí misma, de mi mente, de mi cuerpo y salí de esa violencia. Regresé a mi provincia, Guanacaste y aquí busqué ayuda en instituciones porque yo estaba otra vez donde mi mamá, ahora con cuatro niños.

Después de muchas visitas, el IMAS me metió al programa gubernamental Puente al Desarrollo y así fue como ellos conocieron mi historia. Ellos fueron los que me refirieron al Inamu. Ahora soy una empresaria, confecciono mis prendas para vender. Por eso les digo a las mujeres que siempre hay una salida, que hay que denunciar, que no estamos solas.

 

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